Con tan solo 21 años, Camila Jara Bahamonde ha demostrado que la perseverancia, la pasión y el coraje pueden llevarte muy lejos, incluso al escenario mundial. Estudiante de tercer año de Química y Farmacia en la Universidad Austral de Chile y oriunda de la ciudad de Quellón, Chiloé, Camila representó a nuestro país en el 21° Campeonato Mundial de Kenpo Karate realizado en Portugal, concretamente en Caldas da Rainha, del 21 al 27 de abril de 2025, donde logró una destacada medalla de bronce enfrentándose a competidoras de alto nivel técnico.
Su historia es un testimonio de esfuerzo silencioso, de entrenamientos fuera del horario académico, y de una red de apoyo que ha sabido sostenerla en los momentos más exigentes. A continuación, compartimos una entrevista con Camila, quien nos abre las puertas de su experiencia deportiva y personal, revelando el camino que la llevó desde el dojo chilote hasta el tatami internacional.
0. Datos generales
¿Cuál es tu nombre completo?
Mi nombre completo es Camila Ignacia Jara Bahamonde.
¿Qué carrera estás cursando actualmente?
Actualmente curso la carrera de Química y Farmacia, una disciplina que me apasiona tanto como las artes marciales, ya que combina el conocimiento científico con el deseo de ayudar a los demás.
¿En qué año te encuentras dentro de tu formación académica?
Me encuentro en mi tercer año de formación académica, una etapa clave donde los desafíos aumentan, pero también las oportunidades de crecimiento personal y profesional.
1. Inicio y contexto
¿Cómo comenzó tu camino en el Kenpo Karate y qué te motivó a seguir en este arte marcial?
Desde muy pequeña estuve vinculada de alguna forma a las artes marciales gracias a mi padre, quien siempre fue un gran practicante. Ver su disciplina, su constancia y el respeto que demostraba por esta práctica me motivó profundamente. Sin embargo, no fue fácil al principio, ya que mi madre tenía ciertas dudas respecto a que me involucrara en un deporte de combate. Con el tiempo logré convencerla, demostrándole mi compromiso y entusiasmo, y finalmente se transformó en una de mis principales fuentes de apoyo.
Lo que me motivó a seguir fue el cambio que vi en mí misma: gané confianza, aprendí a superarme constantemente y descubrí una pasión que me acompañaría toda la vida.
¿Dónde practicas Kenpo Karate?
Practico en mi ciudad natal, Quellón, ubicada en la isla grande de Chiloé. Allí formo parte de un dojo donde he crecido no solo como deportista, sino también como persona. El entorno de entrenamiento, el compañerismo y la exigencia técnica han sido fundamentales en mi desarrollo.
¿Qué significó para ti haber clasificado al Mundial y representar a Chile en esta instancia?
Clasificar al Mundial fue una experiencia que jamás olvidaré. Significó mucho más que un logro deportivo: fue el reconocimiento a años de esfuerzo, constancia y amor por este arte marcial. Representar a Chile en un escenario internacional fue un verdadero privilegio, y poder hacerlo en Kenpo, que es una parte tan importante de mi vida, lo hizo aún más especial. Sentí una mezcla de orgullo, emoción y responsabilidad al saber que llevaba los colores de mi país frente al mundo.
2. Experiencia internacional
¿Cómo fue la preparación previa al campeonato mundial? ¿Contaste con apoyo técnico o de tu entorno cercano?
La preparación fue intensa y muy dedicada. Durante el verano me enfoqué exclusivamente en entrenar, asistiendo a mi dojo y trabajando duro para pulir mis técnicas. Cuando comenzó marzo y la rutina cambió con el regreso a clases, no dejé de entrenar: seguí preparándome por mi cuenta con lo que tenía disponible, buscando siempre mantener el ritmo y la concentración. Aunque no siempre fue fácil compatibilizar todo, conté con el valioso apoyo de mi sensei, mis compañeros, mi familia y amistades. Ellos fueron fundamentales para sostenerme emocional y físicamente en este proceso.
¿Qué sensaciones tuviste al llegar a Portugal y enfrentarte a competidores de todo el mundo?
Fue una experiencia completamente abrumadora, pero en el mejor sentido de la palabra. Al llegar a Portugal sentí una mezcla de emoción, ansiedad y admiración por todo lo que estaba viviendo. Ver a tantos competidores de distintos países, con estilos y técnicas tan variados, me hizo tomar aún más conciencia de la magnitud del evento. Cuando entré al tatami por primera vez, la adrenalina fue indescriptible: mi corazón latía con fuerza, sabía que los jueces estaban atentos a cada detalle y que debía mantener la calma para rendir al máximo. Fue un momento de mucho enfoque, pero también de profunda gratitud por haber llegado hasta allí.
¿Qué destacarías del nivel técnico del torneo y de tus propios combates?
El torneo estuvo muy bien organizado y el nivel técnico fue impresionante. Me encontré con competidores muy preparados, con gran precisión y dominio de sus estilos. En cuanto a mis propios combates, lo que más destaco es la valentía con la que enfrenté cada desafío. No fue fácil competir contra atletas tan experimentados, pero me sentí fuerte, decidida y con la capacidad de sobreponerme a la presión. Cada enfrentamiento fue una oportunidad para demostrar lo aprendido y también para seguir creciendo.
3. Desempeño y resultados
¿Cuáles fueron tus principales logros durante la competencia?
Uno de mis mayores logros fue haber obtenido la medalla de bronce en una categoría sumamente exigente, donde tuve que enfrentar a ocho cinturones negros. El formato del torneo era muy competitivo: solo cuatro competidoras pasaban a la final, y luego debíamos enfrentarnos entre nosotras para definir quiénes integraban el podio. Fue un proceso muy desafiante, en el que llegué a dudar de mí misma, pero logré mantenerme firme y confié en todo el trabajo previo realizado. Estar entre las mejores fue una validación de años de esfuerzo, sacrificio y perseverancia.
¿Qué aprendizajes personales y deportivos te dejó este desafío internacional?
Este campeonato me enseñó, por sobre todo, a desarrollar una mayor tolerancia a la frustración. Comprendí que no siempre las cosas salen como uno espera, pero que eso no debe detenernos. Aprendí a no rendirme, incluso cuando el cansancio o los nervios amenazan con ganar terreno. También reforcé la importancia de mantener la concentración y dar siempre lo mejor de mí, sin importar el resultado. Fue una lección de humildad, resiliencia y crecimiento personal.
4. Comunidad y proyección
¿Cómo ha sido el apoyo de tu familia, amistades o comunidad en este proceso?
El apoyo ha sido fundamental. Mi familia, mis amistades y mi comunidad estuvieron presentes en cada etapa del proceso, acompañándome tanto en los momentos buenos como en los más difíciles. Me animaron cuando sentí dudas, me celebraron cuando logré avanzar y me recordaron constantemente el valor de lo que estaba haciendo. Saber que no estaba sola, que había tantas personas creyendo en mí, fue una de las principales razones por las que pude llegar tan lejos.
¿Crees que tu participación puede motivar a otras y otros jóvenes a practicar artes marciales o deportes de alto rendimiento?
Sin duda. Yo comencé a entrenar a los 11 años y fue un camino lleno de desafíos. Me costaba mucho al principio y no confiaba plenamente en mis capacidades, pero con el tiempo y la constancia descubrí que era capaz de mucho más de lo que imaginaba. Creo firmemente que mi historia puede inspirar a otras y otros jóvenes a creer en sí mismos, a atreverse a comenzar, y sobre todo, a no rendirse cuando el camino se vuelve difícil. Las artes marciales, como el Kenpo Karate, no solo fortalecen el cuerpo, sino también la mente y el espíritu. Practicar un deporte de alto rendimiento es una escuela de vida, donde se aprenden valores fundamentales como la disciplina, el respeto y la perseverancia.
Más allá de la medalla
La historia de Camila Jara es testimonio del impacto que puede tener la perseverancia cuando se une con la pasión. Su recorrido demuestra que, con disciplina, apoyo y convicción, es posible abrirse camino desde una pequeña ciudad del sur de Chile hasta competir en el escenario mundial. Su logro no solo eleva el nombre de Quellón y de la Universidad Austral de Chile, sino que también inspira a nuevas generaciones a soñar en grande y a dar lo mejor de sí, tanto en el tatami como en la vida.