Dado lo anterior se nos presenta la pregunta ¿Cuál debiera ser el aporte que como Universidad nos corresponde entregar, para construir una sociedad inserta de manera armónica en la “era de las migraciones”? Porque, aunque el debate público quisiera obviarlo, en mi opinión, no existe posibilidad de levantar un país democrático de la mano de políticas prohibicionistas y excluyentes, ni menos imaginarnos ajenos a los flujos migratorios intensivos de este periodo.
Por consiguiente el desafío es cómo se construyen circuitos sociales, culturales y económicos virtuosos que abran paso a una sociedad inclusiva que aproveche en toda su plenitud el potencial disponible.
Detengámonos aquí y hagamos un paneo importante al respecto: las cifras internacionales demuestran que existe una estrecha vinculación entre el aumento de la migración en los países receptores y el aumento correlativo de la “economía irregular” o “ilegal”. Sabemos que esto lleva aparejado un conjunto de condiciones de precarización para quienes se encuentran en ella, y por tanto trae también aparejado un aumento de las carencias en la red de derechos sociales y coberturas institucionales para los núcleos familiares existentes.
En Los Ríos tenemos la oportunidad de adelantarnos a estos procesos, y no sólo esperar a que existan regulaciones a nivel legal que den garantías igualitarias en derechos laborales y económicos a todos quienes habitan nuestro territorio, sino que también generando nuevos circuitos económicos virtuosos, que permitan consolidar las redes de colaboración e intercambio. Potenciar el emprendimiento con personas que vienen a Chile buscando mejores oportunidades, tiene una gran potencia: bien sabemos que cuando su suman personas con diversidad de culturas se articulan, no sólo nuevos espacios de intercambio social, sino que también de intercambios económicos. ¿Por qué no pensar entonces en nuevos circuitos, basado en los principios del emprendimiento colaborativo que permita apoyar un proceso de interacción intercultural e inclusión?