Más allá de la frecuente visión de los árboles como fuentes de madera y sus derivados, los bosques siempre se han relacionado con el ser humano a través de múltiples servicios ecosistémicos y ecosociales, y así han protagonizado el paisaje de diversos territorios del mundo. Los árboles no son solo individuos que crecen en un espacio: son verdaderos testigos de la historia ambiental de cada lugar.
Su existencia y desarrollo reflejan la interacción entre el clima, el suelo y la acción humana. Así, la presencia de distintas especies permite reconstruir condiciones pasadas y proyectar su desarrollo futuro. A través de los anillos de crecimiento conocemos el clima que predominó en siglos anteriores, y entendemos los impactos de las lluvias y las temperaturas extremas o las sequías.
En este sentido, los árboles que han sobrevivido a entornos de estrés prolongado, como sequías severas, resultan esenciales. Sus registros biológicos ayudan a comprender mejor los cambios en los ciclos hídricos, y nos permiten diseñar estrategias de gestión más eficaces frente a eventos extremos. Este conocimiento no solo tiene valor científico, sino también social, porque contribuye a proteger la calidad de vida de comunidades locales y regionales.
En entornos urbanos, los árboles cumplen funciones igual de trascendentes. Su presencia en calles, plazas y parques embellece el paisaje, atenúa el ruido y reduce la contaminación atmosférica al retener material particulado. Además, modera las temperaturas extremas, genera sombra, disminuye el estrés y favorece la cohesión social al ofrecer espacios de encuentro e interacción más amables y saludables.
El refrán popular “los árboles no dejan ver el bosque” suele usarse para criticar miradas limitadas que pierden de vista la totalidad. Sin embargo, en el contexto actual de crisis ambiental, tal vez convenga resignificarlo. Conocer más a fondo los árboles, en todas sus dimensiones, nos acerca al bosque. No existe conservación efectiva sin entender lo que buscamos conservar. Valorar el bosque pasa, necesariamente, por reconocer el valor único y la función de cada árbol. Solo así podremos avanzar hacia un manejo responsable, con una mirada intergeneracional que asegure el bienestar de la sociedad y la permanencia de estos ecosistemas complejos, diversos y esenciales.

Dr. Óscar Thiers, Decano de la Facultad de Cs. Forestales y Recursos Naturales de la UACh.