El contexto global causado por la pandemia posiciona a la humanidad y sus quehaceres en un escenario de incertidumbre. Este escenario también, permite abordar en la práctica algunos paradigmas que estaban reservados a las abstracciones de filósofos y teóricos. Desde luego los procesos educativos no son ajenos a las innovaciones que vienen aparejadas a este nuevo (des)orden que marca la incertidumbre.
Frente al complejo escenario descrito, globalmente ha ocurrido la irrupción de medios alternativos de instrucción marcados por la necesaria distancia que debemos guardar. Dicho distanciamiento físico, aunque no social, ha marcado las nuevas fronteras para los entornos en los cuales se están desarrollando las actividades de instrucción y evaluación.
La educación mediada por entornos virtuales no es novedad, lo que sí es innovador es su necesidad global. En tal sentido, esto ha puesto de cabeza la estructura educativa formal, los paradigmas tradicionales y los procesos educativos cotidianos. Con ello, han operado improvisados proyectos de virtualización de la presencialidad y en otros casos, la puesta en relevancia de la labor llevada a cabo por instituciones de educación que originalmente apostaron por la educación a distancia y virtual. Esto describe la incertidumbre global en un ámbito notablemente importante: la educación y sus procesos en tiempos de pandemia.
Desde luego, la enseñanza del derecho, atada a paradigmas tradicionales, observa la tecnología aplicada a la educación con recelo. Algunas instituciones han optado por solo mirar y esperar para retomar su actividades, otras, solo han admitido el uso de estrategias que están dirigidas al desarrollo de la exposición oral del docente, sin que esto se complemente con un espacio virtual de interacción que facilite el estudio y la evaluación; otros, en la vereda de la innovación han asumido el tren de hacer funcionar plataformas virtuales, capacitar a los nuevos tutores y emprender un periodo lectivo virtual que sin duda generará importantes experiencias y lecciones para todos.
En este ámbito específico del saber, no es suficiente con asumir los costes y los procesos logísticos y de infraestructura tecnológica. Es fundamental adecuar nuestra práctica educativa a nuevas estrategias de instrucción y evaluación que garanticen la asunción integral del paradigma: enseñar y evaluar en un entorno virtual de aprendizaje. Sobre este particular parece generarse una interesante relación entre educación online y aprendizaje activo. La modalidad y la propuesta de aprendizaje, tienen por base común la autonomía y la definición de roles claros para cada uno de los actores del proceso educativo.
Visto lo anterior, es al menos una propuesta interesante, incorporar estrategias de aprendizaje activo para la enseñanza del derecho en línea. Esto, en algunos ramos podría significar la articulación del aprendizaje basado en problemas, planteado en términos de la necesidad de resolver casos y controversias jurídicas. Igualmente, otra línea de estrategia activa está conformada por la ejecución grupal de proyectos en función de las competencias o resultados de aprendizaje.
Finalmente, estas breves propuestas solo expresan una posibilidad en un mundo cargado de oportunidades para innovar. Lo importante es comprender que la tecnología aplicada a la educación es ante todo una oportunidad más para socializar la búsqueda y construcción del conocimiento. No dejemos perder esta oportunidad de encontrarnos, manteniendo la distancia física, pero fortaleciendo el carácter eminentemente social de la educación.
Doctorando en Derecho – UACh