El 14 de mayo, un día después del llamado “Terremoto Magno” de 8,5 grados que azotó a Santiago en 1647, se llevó a cabo un enorme despliegue logístico de reconstrucción y remoción de escombros en las villas coloniales de la época. Este gran operativo que emprendió el país fue el hito considerado clave a la hora de instaurar la conmemoración del Día del Ingeniero cada 14 de mayo a partir de 2009.
Hoy en el siglo XXI los desafíos que enfrentan los profesionales de la ingeniería son otros. Nuestro planeta ha vivido en el último siglo bajo una enorme presión por proveer de los recursos naturales que la economía exige para su desarrollo y ello no sólo ha traído consigo el progresivo agotamiento de estos recursos, sino también la contaminación ambiental. Asimismo, el avance tecnológico obliga a vivir en un mundo conectado, pero junto a ese desarrollo acelerado crecen las demandas sociales por lograr el bienestar prometido con el crecimiento.
En ese contexto, el foco hoy está puesto en cómo las y los ingenieros se insertan y contribuyen a entregar soluciones tecnológicas innovadoras en un mundo que avanza aceleradamente, pero que requiere en forma urgente reinventar la forma en que se genera ese desarrollo.
Mayor acceso a la energía solar, uso de energía mareomotriz, mejoramiento de los sistemas de transporte, electromovilidad, uso de las tecnologías de la información, desarrollo de nuevos materiales, control del ruido ambiental, desarrollo de tecnologías aplicadas a la medicina, nuevas aplicaciones en robótica, eficiencia energética para reducir la contaminación, son los grandes desafíos que enfrentamos y, que como ingenieros e ingenieras estamos obligados a resolver técnicamente y con un trabajo colaborativo e interdisciplinario.
Y cuando nos encontramos buscando las formas de atender esos desafíos, surge una pandemia global que nos obliga a mirar cómo estamos preparados como país, en ciencia, tecnología e innovación para enfrentar las necesidades de la medicina a nivel local y para responder a las exigencias que llegarán post COVID-19
La interrelación entre ciencia, tecnología y el sistema productivo a nivel país será fundamental para evitar que frente a este tipo de crisis nos veamos impedidos de responder por la falta de suministros en sectores claves como la salud.
Nuestros esfuerzos como formadores de futuros ingenieros, por lo tanto, deben estar enfocados en entregar herramientas necesarias para contar con profesionales que comprendan su real aporte a la solución de los problemas de la sociedad.
El aprendizaje para las autoridades es lo imperioso que se torna invertir recursos en investigación y desarrollo de la ciencia, tecnología e innovación, para que a futuro no dependamos solamente de la solidaridad de los países desarrollados.
Pero sin duda, lo positivo de esta crisis sanitaria es que nos ha permitido demostrar que nuestro país cuenta con profesionales altamente capacitados, sólo falta mayor disponibilidad de recursos para avanzar en I+D.