A través de la historia, las crisis y pandemias nos enseñan que retroceder en la vida o volver a la normalidad no es posible, solo existen oportunidades y desafíos, donde, como integrantes de una comunidad, tenemos la posibilidad de reinventarnos y de aportar desde nuestras diferentes capacidades para disminuir las grandes desigualdades e injusticias que con tanta claridad se visibilizan. Vivenciar crisis tan grandes como las que, a nivel de sociedad, o incluso personales sufrimos, permite reflexionar sobre el valor de la vida, y sobre cuál es nuestro rol en la sociedad, más aún en el ámbito formativo, donde tenemos la responsabilidad de formar personas preparadas para enfrentar los turbulentos cambios de nuestros ecosistemas y de nuestras interacciones como sociedad.
La revolución industrial nos heredó la teoría de la educación como una cadena de producción. Pero el siglo XXI ha sido diferente debido a la creciente velocidad de cambios que ya iniciamos, para lo cual, necesitamos una educación centrada en la forma de hacer las cosas: el fin nunca justifica los medios. Trabajo en equipos multidisciplinarios, con muchísima flexibilidad mental y habilidades relacionales donde la valoración a la diversidad de talentos y aportes será sin duda la clave. La verdadera innovación no tiene que ver con el soporte, las mejores universidades son aquellas capaces de adaptarse y generar una docencia innovadora que forme a las nuevas generaciones, donde todas y todos contribuyamos en un ambiente de pluralismo y ante todo de respeto.
En este contexto, el rol de las Universidades regionales es fundamental. La generación de conocimiento, creación, innovación, espacios de reflexión, discusión respetuosa de ideas y de co-construcción son indispensables para afrontar las soluciones que se requieren. De esa forma lograremos alcanzar el bienestar de nuestra comunidad y el desarrollo socioeconómico sustentable que nos caracteriza. La clave de ello está en la cuádruple hélice estratégica de alianzas entre autoridades regionales, sociedad civil, universidades y empresas. Donde en buena medida, las universidades están al servicio de la comunidad, generando las capacidades humanas necesarias que se traducen en emprendimiento e innovación, lo que permite mirar con optimismo este futuro cambiante. Esta estrategia posibilita originar y aplicar nuevas ideas, impulsando la economía del conocimiento y la búsqueda permanente de soluciones.