La economía chilena enfrenta una doble crisis. Primero, la crisis social y política, con sus coletazos (aún modestos) en la inversión, empleo, consumo, y la rentabilidad y solvencia de los negocios. A esto se agrega el mayor déficit público producto del aumento en el gasto público sin una equivalente contraparte impositiva, además del golpe inflacionario debido a la fuerte depreciación del peso.
Segundo, la expansión global del coronavirus, el que está afectando la producción, comercio, turismo y variados otros sectores a un nivel tal que una recesión global es inminente. Inminente es también una expansión sustantiva (si es que no masiva) del coronavirus a nivel nacional y las consecuencias negativas que esto traerá a la economía.
Ante estos dos fenómenos, la probabilidad de una recesión en el país es bastante alta, lo cual sólo agrega complejidad a la crisis social y política que estamos viviendo. Estos son sin duda los momentos más excepcionales en la historia reciente del país.
Bajo este escenario de alto riesgo económico, político y social, es preciso actuar firmemente. El mundo ya lo está haciendo. El banco central de EEUU, Canadá e Inglaterra recortaron drásticamente la tasa de interés de referencia mientras que el Banco Central Europeo expandirá su política monetaria heterodoxa (compra de bonos, créditos blandos). Chile tiene menos flexibilidad al respecto porque la subida histórica del dólar está inflando los precios. Sin embargo, éste es el momento para una fuerte política fiscal. Así lo ha entendido el Fondo Monetario Internacional, que la semana pasada propuso diversas medidas de gasto público para combatir la crisis, incluyendo subsidios a los salarios y hogares, exenciones tributarias y apoyo a empresas en dificultades. Oliver Blanchard, economista jefe del Fondo Monetario Internacional entre 2008 y 2015, dijo hace unos días que los países “no deberían dudar en gastar incluso un 5 o 10% del PIB, provisto se gasta en forma razonable.” En efecto, muchos gobiernos ya han anunciado paquetes multimillonarios de apoyo a sus economías, incluyendo Alemania (0.3% del PIB), Australia (0.9%), España (1.4%), Italia (1.4%), Japón (0.3%) y el Reino Unido (0.5%). La velocidad de dicha respuesta ha sido muchísimo mayor a la de la última recesión, pues entienden la dimensión del riesgo que enfrentan.
El ministro de Hacienda comentó el pasado lunes que “todavía no” tienen contempladas medidas de apoyo a la economía. Llegará el día, más pronto que tarde, en que esto tendrá que cambiar. La buena noticia es que Chile, a diferencia de muchos países en el mundo, tiene los recursos soberanos para enfrentar esta crisis. Por ejemplo, a fines del 2019 el Fondo de Estabilización Económica y Social (nombre apto para la coyuntura) acumulaba 12 mil millones de dólares, aproximadamente un 4% del PIB. Dado que casi la mitad de dicho fondo está en dólares, su uso puede además ayudar a revertir el alza en el dólar, dando más rango de acción al Banco Central. Si bien un potente y bien diseñado paquete de apoyo a la economía nacional no es la panacea a los problemas estructurales y coyunturales de la economía, el riesgo de la inacción es ciertamente aún mayor.