<p align="justify"><em>* En la carta se pregunta "¿podrá la llama del reciente incendio, que destruyó el edificio de la Facultad de Ciencias, apagar la llama de la solidaridad que lo construyó?".</em></p><p align="justify"> </p><p align="justify"><strong>Incendio en la Austral</strong> <br /> <br /><u>Dr. William Thayer Arteaga</u></p><p align="justify">En junio de 1968 fui elegido tercer Rector de la UACH, visionariamente fundada por el doctor Eduardo Morales y afianzada en su excepcional prestigio académico por su segundo Rector, el filósofo y filólogo Felix Martínez. El empuje y acierto de ambos, más el emocionante apoyo de la comunidad valdiviana, me impusieron la tarea de conseguir recursos extraordinarios para duplicar, por lo menos, la infraestructura y equipos que en esa fecha poseía la Universidad. El ambiente político no era el más propicio para un programa que necesariamente debía ejecutarse con el respaldo de un gobierno que expiraba (el de Frei Montalva) y del que lo sucedería, cuya identificación, caracteres y destino no podían preverse. </p><p align="justify">Las tareas por acometer y los recursos necesarios eran desmedidos para la joven casa universitaria. Sólo poner en marcha el Instituto Tecnológico de la Leche requería 2.000.000 de dólares de aquellos tiempos. El llamado Plan BID ( con financiamiento principal del Banco Interamericano de Desarrollo), costaba otros 8.400.000 dólares. Como ex Ministro de Frei Montalva y estrecho amigo de su Ministro de Hacienda Andrés Zaldívar, no me fue difícil iniciar la aventura. Pero a mitad de camino, la Unidad Popular reemplazó a la Democracia Cristiana; Allende a Frei; Américo Zorrilla (comunista) a Zaldívar. Estados Unidos cortó los apoyos del BID financiados con el llamado Fondo Fiduciario (aportes directos del Tesoro norteamericano), con lo cual caía por su base el préstamo de largo plazo, con cinco años de gracia por el cual se habían jugado en sus respectivos niveles y funciones todo el BID, encabezado por Felipe Herrera y secundado por Gustavo Lagos y Alberto Calvo de INTAL; Frei, Zaldívar y Máximo Pacheco; Allende y Zorrilla; Tomic, Domingo Santa María y Orlando Letelier (embajadores de Chile en USA), Ramírez Boettner y Gabriel Valdés, del PNUD; Raúl Sáez , Eduardo Figueroa y Fernando Léniz, gratuitos asesores; como respaldo moral, Raúl Prebisch y luego Carlos Quintana, de CEPAL; amigos, esposas , familias y secretarias. Para qué mencionar al equipo de los "valdivianos:": Hernán Castro, Omar Henríquez, Joaquín Luco, Morgado, di Castri, Grandjean, Garrido, Westermayer, Cullel, los arquitectos Kónig y Burchard, etc, todos con jornada ilimitada y evidente compromiso de sus hogares. Las universidades más antiguas nos apoyaron sin restricción. Sólo en la misma Austral, unos cuantos enanitos se oponían. Curiosamente, olvidé sus nombres…<br /> <br />En medio de este alboroto, pocos conocieron la gran jugada del Embajador Korry, manejada con extremo sigilo y el delicado apoyo Felipe Herrera y algunos juramentados. Se trataba de conseguir que el Directorio del BID se reuniera durante el receso parlamentario en USA, para tratar el discutido préstamo, amarrado a otro de la Universidad Católica. Este período de tregua política permitiría al representante del gobierno americano ausentarse y no vetar el préstamo financiado con aportes del sensible Fondo Fiduciario. Naturalmente, Korry no operaba a escondidas de su Presidente ni del poderoso Kissinger, sino buscando esquivar a la opinión pública norteamericana, muy crítica del apoyo fiscal norteamericano a un gobierno socialista-comunista . En el fondo, las cúpulas apoyaban la operación, pero ésta debía realizarse en el aséptico quirófano del más puro interés académico. </p><p align="justify">Epílogo.- Una tarde de febrero, en 1971 -escribo sin documentos a mano- mientras contemplaba el Calle-Calle desde el living de mi casa , sonó dos veces seguidas el teléfono: el presidente del BID, desde Washington y el Presidente de Chile, desde La Moneda, me comunicaban la aprobación del préstamo. ¡La UACH se multiplicaba por dos ! </p><p align="justify">Hoy, 56 años más tarde, me pregunto: ¿Podrá la llama del reciente incendio, que destruyó el edificio de la Facultad de Ciencias, apagar la llama de la solidaridad que lo construyó ? </p>