Introducción
En esta columna de opinión presento algunas reflexiones sobre los eventos que se suscitaron con la progresión de la Pandemia COVID-19 en Chile, y la repercusión que esta emergencia sanitaria está teniendo en las formas de trabajar en un grupo de mujeres profesionales, en cuyas experiencias se basa esta reflexión. En esta condición extrema, el teletrabajo deja de ser, un espacio conocido productivo y práctico, para transformarse, en un espacio intervenido por las otras demandas que la vida en cuarentena instaló en los hogares. Como tales, invitan a ser revisadas en busca de acuerdos comprensivos entre empleador@s y trabajador@s. Es necesario señalar que esta reflexión surge en un tiempo excepcional, por ello estimo necesario revelar las experiencias compartidas con otras mujeres y también la mía propia, para aportar al conocimiento en este nuevo y excepcional escenario.
Contexto
El primer caso de COVID-19 en Chile se conoció el 03 de marzo, fecha icónica para nuestro país ya que, a partir de ahí, las rutinas personales, domésticas y laborales de miles de chilen@s, cambiaron paulatinamente, en forma errática, incierta y teñida del temor de contagio, de enfermar gravemente por ello e incluso morir. Además, en una dimensión más realista, en lo laboral comenzó a visibilizarse el despido de trabajador@s, amparados en el Dictamen de la Dirección del Trabajo (23 de marzo) que permitía a los empleador@s desvincular a sus trabajador@s por razones de fuerza mayor sin derecho a indemnización, cobijándose en el hecho de que la pandemia no es una situación permanente en el tiempo, como si lo son las otras causales para este proceso de desvinculación. Dicha medida se mitiga con la promulgación de la Ley de Protección al Empleo que permite mantener la relación contractual de empleado y empleador y recibiendo como salario los fondos del Seguro de Cesantía.
L@s chilen@s tuvimos que enfrentar la inédita experiencia de encerrarnos y aislarnos en nuestros hogares, distanciarnos de los otr@s incluidos familias y amig@s, tratando de no contagiarnos o contagiar; desde ahí cambió la escala de nuestras prioridades cotidianas. En lo económico y social la pandemia hizo más patente la desigualdad de acceso a las oportunidades a cuidados en salud y y puso de relieve los privilegio que de algun@s trabajador@s para llevar el trabajo a casa y con ello mantener sus trabajos, aspecto que ya había sido levantado por el Estallido social. En este complejo entramado nos vimos envueltos entre comunicados ministeriales diarios y discursos contradictorios provenientes de las autoridades de salud, autoridades comunales, representantes gremiales, medios de comunicación y redes sociales. Todos opinando y proponiendo nuevas alternativas para hacer y no sabiendo que obedecemos a modelos económicos en los cuales mantener la productividad es necesario para mantener la economía, que presiona a l@s trabajador@s a mantener los ritmos de producción a cómo de lugar. Por ello, la economía y el mundo del trabajo estaban situados dentro del centro de este espiral y tal como es habitual, en el tipo procesos que quiebran el fluir natural de las cosas, aparecieron nuevos términos en los discursos oficiales, en los medios televisivos y en los equipos de trabajo. Cobró protagonismo el Trabajo a distancia y de teletrabajo e incluso en la celeridad en que se sucedían los eventos de esos días, se promovieron con prontitud las modificaciones de artículos Código del trabajo para regular y dar vigencia al marco legal de las acciones de l@s empleador@s y de l@s trabajador@s .
Teletrabajo
¿Pero qué significa Trabajo a distancia y Teletrabajo? ¿y cómo se organiza la jornada laboral? El Código del Trabajo define que Trabajo a distancia es aquel en que: el trabajador cumple sus funciones, total o parcialmente, desde su domicilio u otro lugar o lugares. El Teletrabajo es aquel cuyas funciones se desarrollan en otros espacios, entre ellos el domicilio siendo fundamental la utilización de medios tecnológicos, informáticos o de telecomunicaciones o deba reportar esas funciones mediante estos medios. (Código del trabajo, marzo 2020). En este contexto la duración de la jornada se acuerda entre las partes, así como la entrega de productos o resultados que puede ser menor a las 45 horas y que en algunas circunstancias, cuenta con derecho a desconexión. Este consiste en la obligación del empleador de tomar todas las medidas necesarias para garantizar que haya ciertas horas en las que el trabajador no estará obligado a responder sus comunicaciones, órdenes u otros requerimientos. Este tiempo deberá ser por lo menos, 12 horas continuas de un periodo de 24 horas.
En este torbellino causado por el quiebre transparente de la vida, entre las demandas de anticipación para disminuir el contagio y las demandas de grupos que exigían medidas más agresivas; en un contexto único y especial, las mujeres nos vimos en medio de un fuego cruzado, Por un lado, se protegía a las trabajadoras y sus puestos de trabajo y por otro, se aseguraba que el trabajo no dependiente del espacio físico laboral se llevase a cabo en los hogares. De este modo el Teletrabajo se instaló en nuestros hogares, y con ello lo público y lo privado cohabitaron sin mediar periodo de inducción ni de consideración respecto de los espacios físicos, privados y ergonómicos necesarios para sostener el ritmo de las jornadas. Tal cambio tampoco pudo considerar y anticipar la dinámica propia de cada hogar, ni de las otras tareas que la trabajadora realiza en éste. Las rutinas domésticas, el compartir con la familia, estudiar, jugar, el espacio saludable del ocio, a partir de ese momento fueron desarrolladas a la par, de tal modo que una mujer trabajadora madre, deja su “oficina” para cocinar, lavar ropa o llevar a l@s pequeñ@s al baño, para luego volver a sumirse en el trabajo. Situación que se repite a lo largo del día.
Esta columna, se focaliza en la vivencia de un grupo de académicas entre las cuales me incluyo, a raíz del relato que una de ella hiciera en un espacio formal de trabajo y que me impactó profundamente y en el cual me vi representada aunque de un modo diferente. Todas continuamos trabajando cumpliendo con la indicación de cuarentena voluntaria a fin de disminuir el riesgo de
contagiar o ser contagiadas y fundamentalmente disminuir el costo económico y de aprendizajes que tendría para los estudiantes el no dar término al II Semestre 2019 y comenzar a principios de mayo el I Semestre 2010. Nos convertimos en teletrabajadora con apoyo doméstico de la pareja o sin apoyo de la colaboradora, al cuidado de los que permanecen en casa, con las tareas de nuestro trabajo-oficina en un escritorio improvisado en su mayoría, en algunos casos con la oficina del compañero también tomando un espacio del hogar, con el Colegio invadiendo la mesa del comedor o en los espacios de descanso de los hijos, recibiendo día a día una andanada de guías vía mail para suplir la presencialidad de la Escuela y favorecer la continuidad del aprendizaje de los hijo@s.
En el imaginario colectivo patriarcal, tele-trabajar en casa se asume como un actividad “soft” que nos beneficia al brindarnos la oportunidad de dosificar el trabajo, disminuir el desgaste físico y emocional que implican todas las acciones el traslado ida y vuelta al hogar, la preocupación constante por los hij@, incluso disminuye el estrés cuando el trabajo se desarrolla en espacios conflictivos o poco amigables. Pero el teletrabajo de mujeres en tiempos de pandemia significa la convivencia de los espacios públicos y privados, – el mundo productivo y reproductivo -resultando en la doble presencia que ahora coexiste en un solo espacio físico. La concreción de ello es que se lleva la vida exterior a la intimidad del hogar incluyendo, en forma solapada el mandato patriarcal y oculto que dispone que a la mujer corresponde la armonización del hogar, ignorando en más de una oportunidad, su espacio personal, o de autocuidado.
Desde el enfoque de género y en el contexto de una Pandemia, el teletrabajo permitió a las mujeres continuar con su trabajo, tener menos riesgo de contagio y mayor seguridad en la mantención del empleo y estar cerca de la familia haciendo invisible el trabajo doméstico subsumido en la gran oficina en que se convirtió el hogar. El escaso tiempo o nulo para el autocuidado, la vivencia del estrés del encierro y aislamiento, mantener la ecuanimidad, “que no se note” la preocupación, mantener las rutinas de los hijos, a veces con colaboración o ayuda de la pareja, y el DEBER de mantener el cuidado del hogar, invisibilizando el desgaste que acumulamos cada día. Una cuestión no menor es que la gracia del trabajo doméstico, dejando a de lado que no conlleva remuneración, es que todos los días debe renovarse desde cero, en un continuo que no tiene fecha de término.
Todo este panorama dibuja a una mujer trabajadora que intenta jerarquizar las múltiples tareas que impone este tiempo de cuarentena, y que la mantienen con la sensación de no cumplir con sus deberes como trabajadora, madre, pareja y consigo misma. Habitualmente más de alguna de nosotras nos acostamos tarde, agotadas, estresadas y con la sensación de vivir bajo una exigencia a la que no alcanzamos a dar respuesta. Lo descrito nos convierte, en distintos grados de experiencia en mujeres trabajadora de múltiples facetas: Mujer -Teletrabajadora, Mujer-Cuidadora del hogar, Mujer- la Sra del aseo de la oficina, Mujer-Madre, Mujer-pareja, Mujer-Hija, Mujer-Profesora, Mujer-apoyo, Mujer-salubrista, Mujer-Ausente de sí misma.
A continuación, detallo algunas de las frases que sistematizamos cuando sentí que era necesario una reflexión, nuestra, personal y de nuestro lugar de trabajo. No están perfiladas todas las mujeres y sus vivencias, ya que para algunas la dualidad de funciones no significa una complejidad o cambio sustantivo en la vida. Lo comparto aún ante el riesgo de no parecer profesionales o de incluso ser deslegitimadas por un estándar patriarcal que priva a las mujeres de manifestar su malestar porque las mujeres “todo lo pueden” o “nada como la mujer chilena” y “la madre lo da todo por sus hijos”, tomando algunas frases populares que embellecen, romantizan y justifican la desvalorización del trabajo doméstico de la mujer profesional o no.
oh… esto es terrible!!!
“mi cachorra (hija) no entiende que la mama está en casa y no juega con ella” “Nos turnamos con mi esposo para cuidarla y cumplir con nuestros trabajos”
y NO!! ¡¡Me niego… lo hago, pero me resisto!! LA VIDA NO SIGUE IGUAL!! No es igual teletrabajo junto a tu hijo de 3 años que requiere de ti para ir al baño en medio de una reunión por videollamada, que tiene ciertos horarios que comenzaste a transgredir por el planilleo y porque frente a muchos de sus requerimientos, contesto acelerada… espérame un ratito, hijo, ya voy mi amor!!! la mami está trabajando en la computadora, pero le queda poquito… espérame, ya? Y si me cuenta algo de los que está haciendo o mirando algo y me cuenta… yo le digo: sí? ¿En serio? Y realmente no sé qué es… no es igual… hay muchas personas contagiadas y sube y sube el número de fallecidos…
“Hay días en que estoy tan cansada, inquieta, preocupada por mis padres ancianos que no quisiera hacer nada, pero igual hay ropa que lavar, igual debo estar pendiente de las reuniones, como si hubiera ahora una epidemia de reunionitis,. Parece que todo el mundo quiere parecer ocupado. Lo que es yo, lo que tengo es miedo por el covid y preocupación por lo que será el semestre”.
“No entiendo por qué la Escuela mandan tanta tarea, guías de hasta 08 páginas, yo me he demorado hasta cuatro horas ayudando a mi hijo con todas las tareas y no me queda tiempo para lo mío porque luego tengo que cocinar”
18:20… Último mail… alejo el celular… antes del cambio de horario era momento de salir al patio… jugar, tomar aire correr… mirar y regar mis plantitas… ahora ya está oscureciendo… hace frío… ah! Cuando no está mi marido también me dedico a hacer fuego y picar leña si es necesario… donde irá esto en la carga académica?? Perdón, trabajo en una institución que está preparada para afrontar este escenario… el semestre 2020 debe comenzar, igual a distancia… si… yo debo empezar a planificar y cambiar… y hacer… lo haré… la próxima sem… sólo queda esa… recuerdo esa frase… el fin justifica los medios… partiremos seguramente… a qué costo personal, familiar? No importa… Mis estudiantes estarán bien para seguir? Ya estaban estresados y angustiados… el semestre debe comenzar!
“Lo peor es que no tengo tiempo para mí, empiezo a trabajar a las siete de la mañana y trato de hacer lo posible, que me cunda la mañana y así y todo tengo miles de mail que contestar. Después vienen las tareas y me llegan las once o doce de la noche y ni siquiera he podido hacer algo para mí, ni ver una película”
“Hay días que me levanto en pijama y me acuesto en pijama y no se por qué no alcancé a vestirme. No es que sea tanta pega de la U, es que la casa y la U sin mi colaboradora no va. Esto sin apoyo no resulta. Uno comienzo a ponerse malgenio, come mal, no hay esparcimiento más que la música y la tele…. Todo mal”
Sigo mi recorrido… el lavaplatos!!! Uf!!! Juego un ratito y me levanto… a teleordenar… es un desastre… pero no importa! Es pandemia… hay que limpiar… diluyo cloro… en las manillas de puertas, los interruptores… ooohhhh!!! La ropa afuera! Ya es tarde… ya está húmeda
Mientras estábamos en reunión de instituto, mi pareja estaba con mi pequeña, (aunque él se acostó a las 7am, por un trabajo nocturno) Se estaba quedando dormido en el sillón, y Amanda sentada en su pelela, le decía: -ya papá!-. Tuve que ir yo. Ahora, estoy escribiendo esto, y estoy sentada en un baúl, porque Amanda está sentada en la silla que gira, me toma la cara y me dice mamá, mamá, mamá, ¿estás ahí? mamá, vamos afuera?, mamá quiero leche, La lavadora sonó… cantó para avisarme… mi marido repitió varias veces que la dejó cargada y funcionando… pero eso a qué hora fue? Salgo corriendo… hay sol, debo aprovechar… uf!! Debe haber
sido hace rato que finalizó el lavado, la ropa está MUY arrugada… no importa, la plancharé… algún día… a colgar… en máxima velocidad, como dice mi hijo…
Reflexión final
Los relatos hablan por si solos y a través de ello, insisto que esperamos medidas de mitigación desde la compresión profunda y del análisis crítico con los que podamos reconstruir junto al colectivo de la Academia y con nuestras experiencias, una revisión-reflexión que dibuje alternativas del trabajar y del buen vivir . Así en el tiempo que reste hasta que aparezcan las primeras vacunas, busquemos el bienestar de las y los trabajadores en todas las dimensiones de la vida y del trabajo y para que, cuando el COVID-19 haya dejado de enfermarnos, y nos encontremos nuevamente, reunamos lo mejor de los aprendizajes de la Pandemia y cambiemos el paradigma de lo laboral como lo conocíamos a uno que mejore y armonice los espacios laborales dosificando con sabiduría los tiempos de trabajo para las mujeres reconociendo así que la multiplicidad de roles y tareas que cada trabajadora realiza en lo público y lo privado no pueden siempre quedarse en casa.