Enlace de publicación en Revista Campo Sureño.
Las praderas en el sur de Chile se caracterizan por disminuir considerablemente su crecimiento durante el invierno. Este natural comportamiento implica desafíos de manejo que no pueden dejarse al azar debiéndose tomar importantes decisiones para no afectar la producción, y asegurar la nutrición del rebaño.
La primera consideración es evitar el sobrepastoreo de praderas especialmente hacia finales de invierno de invierno e inicios de primavera, lo que podría reducir la productividad de las praderas a largo plazo, facilitando el ingreso de especies vegetales no deseadas. Rotaciones de pastoreo largas (45 a 60 días entre pastoreos) y residuos de entre 1000 y 1200 kg (5 cm) postpastoreo es lo recomendado en invierno. Sin embargo, este manejo invernal hace que suplir las necesidades nutricionales se convierta en todo un desafío. La pradera, al ser insuficiente, no satisface los requerimientos y se hace necesario recurrir a los alimentos conservados y suplementarios de invierno.
El ejercicio que se debe realizar considera 2 aspectos: Los requerimientos de los animales y los alimentos disponibles. Los requerimientos de las vacas, entre muchos factores, depende principalmente del tamaño y nivel productivo. Por ejemplo, una vaca no gestante de 500 kg, con una producción de leche de 25 L diarios requiere aproximadamente 2,5 kg de proteína y 43,4 Mcal de energía metabolizable. Estos requerimientos se pueden ajustar aun más si consideramos la calidad de la leche producida (contenido graso), la posible ganancia o pérdida de peso del animal y también otros nutrientes, como minerales, o mínimo contenido de fibra.
Teniendo claro los requerimientos se hace necesario considerar la composición nutricional de alimentos con los que se cuenta y, en este sentido, acá la realidad de cada predio es distinta. Lo más común en el sur de Chile es tener disponibilidad de ensilaje de praderas, cultivos suplementarios de invierno (como raps, rutabaga, col, ensilaje de maíz) y estos complementados con concentrados. Sin embargo, independiente de la estrategia lo importante es contar con suficiente forraje conservado (o establecido de invierno) y que este sea de una calidad suficiente que asegure los consumos diarios de proteína y energía que los animales necesitan.
Importante a considerar es la realización de análisis nutricionales de los ingredientes de la ración. Una aproximación se puede obtener de tablas publicadas (por ejemplo, Composición de Alimentos para el Ganado Bovino, editado por la Universidad Austral de Chile, Consorcio Lechero y el INIA en 2014), sin embargo, la variabilidad entre alimentos de un mismo tipo podría hacer que esta no sea una buena opción. El mejor ejemplo de ello son los ensilajes, en los cuales la calidad depende mucho de las condiciones en las cuales fueron confeccionados. Así, por ejemplo, el contenido de proteína de un ensilaje de pradera puede variar entre un 10 y 18% y su energía entre 2,3 y 2,7 Mcal/kg de materia seca. Factores como la especie (gramínea o leguminosa), época de corte (primavera o verano), si es o no premarchito, si tiene o no aditivos, entre otros, hacen que los ensilajes tengas una muy variable composición. Por lo tanto, lo recomendable es hacer un análisis nutricional con la suficiente antelación para que esté disponible cuando se preparen las raciones. Como referencia, en nuestro laboratorio (Laboratorio de Nutrición Animal de la Universidad Austral de Chile) los análisis pueden demorar entre 2 y 20 días dependiendo de cual o cuales se soliciten y la metodología utilizada.
Con la información de los requerimientos nutricionales de nuestros animales, los ingredientes con los que contamos y su composición nutricional, será posible determinar las cantidades de cada uno de ellos que debieran ser ofrecidos diariamente. Para ello, nutricionistas se apoyan en el uso de softwares que permiten hacer la combinación de ingredientes que buscamos. De esta forma podemos asegurar un rendimiento acorde al potencial genético sin alimentar en exceso, mantener una adecuada condición corporal lo que asegura una salud reproductiva y un bienestar animal.
Por lo tanto, la mejor forma de enfrentar un invierno es tener en cuenta con la suficiente antelación cuales van a ser nuestros requerimientos, cual será nuestra fuente de alimentación (conservada o establecida) haciendo un buen balance forrajero, y cuál es la calidad nutricional de estos, de manera tal de asegurar la suplementación invernal.