Diametralmente opuesto al otoño del sur de Chile. Un día de primavera en Barcelona, soleado y caluroso, Vicente Serrano (Valladolid, 1959) -radicado hace un mes en Valdivia como académico del Instituto de Filosofía y Estudios Educacionales UACh- se dispone a recibir el Premio de Ensayo Anagrama, premio en el que figuran, entre ganadores y finalistas en los últimos años, escritores como Eloy Fernández Porta, Beatriz Preciado, Jesús Ferrero, Rafael Rojas, Manuel Cruz, o anteriormente nombres tan reconocidos como Carlos Monsiváis, Eugenio Trías, Fernando Savater o Xavier Rubert de Ventós, entre otros.
Titulado primero como abogado por la Universidad de Valladolid, ha ejercido el derecho casi “tipo ONG”, a través del cual defendió, más guiado por su idea de la justicia que por el dinero -lo que es prácticamente incompatible con la abogacía-, a la que considera uno de los oficios más nobles -según declara. Luego, interesado en la filosofía se licenció y doctoró en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, y durante un tiempo compatibilizó el trabajo como abogado de oficio con la docencia en distintos ámbitos y universidades.
Es traductor y editor de autores como Fichte, Schelling, Hegel, Nietzsche o Jacobi. Autor de artículos especializados, monografías académicas y editor de obras colectivas, ha publicado, entre otras obras, los ensayos “Nihilismo y modernidad” (2004), “Soñando monstruos” (2010) y “La Revolución digital y la Sociedad de la Información” (2011), junto a su mujer, Guiomar Salvat. Ha sido director del Instituto Cervantes de Munich. (www.cervantes-muenchen.de)
El tema de la felicidad es el punto de fuga de Serrano, quien –alejado de toda crítica dirigida a la autoayuda- rescata la felicidad como tema necesario en la filosofía y en la posmodernidad y que aborda en “La herida de Spinoza. Felicidad y política en la vida posmoderna”, obra ganadora del premio de ensayo Anagrama -fundada en 1969 por José Herralde- (http://www.anagrama-ed.es/). Este reconocimiento fue creado a principios de la década del setenta, a falta de uno similar, posicionándose con rapidez en España y Latinoamérica en cuanto a excelencia. Este reconocimiento anual consiste en un premio de 8.000 euros más la publicación de 5000 ejemplares en una primera edición.
Vicente Serrano: “La felicidad es una tensión permanente”
Para usted debe ser un orgullo ser parte de los autores ganadores considerando a los anteriores reconocidos y, a la vez por el jurado, el que se ha mantenido desde 1997, lo que le da cierta rigurosidad y tradición a la selección.
Por la lista de personas premiadas esto constituye una gran satisfacción, estar entre aquellos de primerísima línea, además que es un reconocimiento a un trabajo de años, lo que me reconforta mucho. El jurado es independiente, de enorme solvencia y muy reconocido, sin duda hablamos de personas con un prestigio y reconocimiento indiscutible, además de una independencia que me consta a la hora de trabajar, y esto es muy importante porque no siempre es así.
¿Cuál es el tema principal de la obra?
Es un libro acerca de la felicidad, pero también sobre otras cosas, como la modernidad, la posmodernidad, la biopolítica, el papel de las ideologías, la llamada biopolítica o, incluso, los modos de entender la ecología, porque en todo eso se juega la posibilidad el pensamiento de la felicidad en nuestro presente parte de una reflexión que nació en el aula junto a mis alumnos hace tiempo. Sucede que el problema de la felicidad no se puede abordar en nuestros tiempos con herramientas teóricas tradicionales. En el mundo moderno ya no sirven las viejas categorías con las que Aristóteles o la mayor parte de la filosofía afrontaron el tema de la felicidad. La modernidad es una contingencia, una novedad que ha suprimido el suelo desde el que se pensó la felicidad, entonces asomándome y leyendo libros que proliferan sobre este tema, me dí cuenta que sólo eran productos de bajísima calidad, que no se hacían cargo de que este tema.
Básicamente, el mundo moderno ha prescindido de algunas nociones que las reflexiones clásicas comprendían, como por ejemplo, la naturaleza vista como límite a partir del cual medir nuestras acciones. A partir de eso descubrí que Spinoza era uno de los pocos filósofos capaces de pensar la felicidad, haciéndose cargo del cambio histórico que supone un proceso complejo que llamamos modernidad o tal vez posmodernidad, Esas eran las reflexiones que venía haciendo al entrar en contacto con un libro de Antonio Damasio, neurólogo de origen portugués, que vive desde hace mucho en Estados Unidos y que escribió un libro llamado “En busca de Spinoza”. En ese libro, inspirándose en el filósofo judío, propone una estrecha relación con lo físico- químico de los organismos humanos, y explica empíricamente, cómo esos sentimientos son complejos -entre ellos la felicidad- y tienen una relación con el entorno. Damasio hace un seguimiento de las emociones hasta llegar a un estado espiritual, estado de felicidad al que se supone deberíamos aspirar y que tiene una base material, frente a la tesis tradicional de que el alma tiene una base separada del cuerpo. Spinoza en el S. XVII planteó esa misma tesis -en polémica con Descartes-. Sin embargo, en esa búsqueda de la felicidad y en la superación del dolor quedaba una herida, que para Damasio consistía en que Spinoza asumía el dolor y la muerte, o más bien que no le producían una perturbación, sino que generaban en él una tranquila certeza.
Me asombraba que Damasio, pese a la admiración que le profesa, pareciera no comprender a Spinoza en ese punto. No es la resignación -no es la vida para la muerte como lo es para Heidegger-, pues Spinoza decía que “un hombre libre nada teme menos a la muerte”. Ese desajuste entre Damasio y Spinoza es lo que me motivó a escribir este ensayo. Es decir, me parecía que Damasio participaba de una visión del mundo en el que se escapaba lo más grandioso del proyecto de Spinoza, en el seno de la mirada moderna o posmoderna. La idea de recuperar el límite para el hombre moderno, que vive instalado en el pensamiento de la omnipotencia y se guía más por el poder que por la felicidad,
Lo característico de los humanos, según Spinoza, es que estamos instalados en una totalidad que llama “dios o naturaleza” y que esa integración nos permite reconocernos. La naturaleza significó en la Antigüedad el límite, y Spinoza trata de recuperar esa dimensión en plena modernidad mediante nuestro reconocimiento como seres limitados en una totalidad orgánica que él llamaba dios o naturaleza (aunque se consideró siempre ateo). La idea dominante de la modernidad es la de voluntad de poder, como voluntad que nunca encuentra satisfacción, que se acrecienta constantemente a sí misma y no encuentra limite. La idea básica de Spinoza es precisamente la de pensar cómo es posible que, reconociéndose uno limitado, a través de los afectos; sin embargo, se reconozca en su máximo conatus al integrarse en esa totalidad.
¿Cómo la voluntad de poder se liga entonces a la felicidad?
La voluntad de poder nos hace pensar que la felicidad consiste en NUESTRO poder y es lo que guía básicamente el mundo moderno. Está en nuestra vida cotidiana, en la voluntad de acrecentar la posesión de objetos y en otras muchas realidades cotidianas, en la organización social y económica, incluso en la cultura. La voluntad de poder no se refiere entonces sólo al poder político, sino a aquello que se dice de que siempre se quiere más. Cuando Spinoza dice lo contrario, sólo si reconocemos nuestros limites y lo hacemos a través de los afectos, y nos reconocemos como limitados en el seno de una totalidad, incrementamos nuestra potencia de obrar, es decir, nuestras capacidades, lo que es una paradoja: a medida que nos reconocemos como limitados reconocemos también esa totalidad, y cómo somos parte de ella, alcanzamos el máximo de poder. Por el contrario, si pretendemos no reconocer límites y que la naturaleza esté a nuestro servicio, como de hecho viene ocurriendo en los últimos siglos, no lograremos más que generar tristeza. La voluntad de poder que no quiere reconocer límites y que pretende imponerse sobre cualquier otro afecto es hermana de la mayor impotencia.
¿Cómo se quita el rótulo de “no se trata de un libro de autoayuda” atendiendo al norte de la filosofía actual?
Esa afirmación no es mía, sino una certera observación de alguien de la editorial, porque efectivamente este libro es de filosofía pero tiene un tema de autoayuda, lo que pasa es que los de autoayuda en la mayoría de los casos sólo obedecen a la voluntad de poder (la voluntad de incrementar las ventas). No siempre, pero tienen mucho de falacia y fraude, esto porque no se cuestionan el verdadero problema cuando afrontamos la felicidad en el mundo moderno.
Este libro busca recuperar la dimensión que ha tenido siempre la filosofía como sabiduría. Y para eso en el mundo moderno no encontraba un autor más indicado que Spinoza, por las condiciones que he dicho, pues aunque no vivimos en un mundo como el de Aristóteles, y ya no podemos recuperar la vieja noción de naturaleza que guiaba la sabiduría de los antiguos, ni las viejas nociones de la virtud premoderna, Spinoza supo pensarla y recuperarla en términos de vida afectiva capaz de hacer frente a la voluntad de poder que pretende devorarlo todo, incluidos todos los afectos que no la siguen, subordinándolos a la obsesión por el poder: entre ellos el amor, la capacidad del entrega al otro. La voluntad de poder los tolera sólo si se ponen a su servicio.
Hay también un aporte desde el cine, cuando se refiere a “Leaving Las Vegas”, de Mike Figgis (1995) en el último capítulo ¿Cómo conjuga la filosofía y el cine?
El capitulo final esta dedicado a contrastar la filosofía de Spinoza con la película “Leaving Las Vegas”, lo que puede parecer chocante, pero el personaje de Nicolas Cage, un alcohólico decidido a beber hasta matarse, me parece que sería la metáfora, la figura de Spinoza en el mundo posmoderno. Ben Sanderson, personaje interpretado por Cage, hacia el final de su camino encuentra a una prostituta que lo acompaña en este camino de autodestrucción. Ambos intentan desesperadamente amarse bajo un contexto que es Las Vegas, y de algún modo fracasan, pero es en esa circunstancia donde consuman el amor. Esta película es la historia de un fracaso porque es un esfuerzo de amar en un mundo posmoderno, y la única forma de amarse es abandonando Las Vegas, es la reflexión de un limite, porque Las Vegas representa la posmodernidad, luces, artificio, dinero, sin naturaleza, pura virtualidad en el desierto, y es el símbolo de lo posmoderno y de la voluntad de poder; pero también del tipo de felicidad que ofrecen la mayor parte de libros de autoayuda, un simulacro de la felicidad posible. Puede parecer sorprendente que lo utilice como metáfora, pero es una comparación, una forma de graficar. Lo que trato de expresar a través de una película es el enigma del amor y la felicidad en la vida posmoderna, sin embargo, también hay otras dimensiones en el libro que tienen que ver con la política, con las ideologías, con lo que llamo el odio estructural sobre el que se funda la sociedad moderna, o con el capitalismo como religión.
¿Cuál es la inquietud íntima por la felicidad, es usted feliz bajo esa premisa del libro?
No puedo decir que lo sea o no lo sea, la felicidad es una tensión permanente, como decía Aristóteles, es un apuntar del arquero hacia una diana, entonces nunca puedes decir que eres feliz sino que estás en esa dirección, y la felicidad es algo que te juegas todos los días y se despliega a lo largo de la vida, no es instantaneidad. En gran medida yo sigo apuntando a la diana y mantengo esa tensión, más allá de las desgracias personales que uno pasa, las que son inevitables, de las injusticias, o de la amenaza permanente de la enfermedad, del dolor, pero algunos de los elementos de la felicidad las tengo y trato de desarrollar una vida de afectos y trabajo en aquello que me gusta y en ese sentido tengo los elementos básicos, pero la vida sigue y hay que seguir apuntando a la diana.
¿Cómo une la felicidad a la filosofía?
Cuando decidí estudiar filosofía fue porque busqué cierta plenitud en mis capacidades y potencialidades, hacer preguntas adecuadas. Me siento apto para mi condición personal, el pensamiento filosófico, y mi vida entonces -en ese sentido- parece estar en una senda adecuada. Durante mucho tiempo la filosofía se ha profesionalizado en exceso, lo cual en sí mismo no es malo, o se ha obsesionado durante los siglos modernos con el tema del poder, lo cual sin duda es también necesario, pero la razón de ser de la filosofía, tal como la entiendo, debe ser más modesta, más próxima a la vida y recuperar el tema de la felicidad que siempre fue un de sus hilos conductores. No se trata de buscar recetas, se trata de reflexionar y pensar afectivamente, lo que es más interesante que pensar únicamente desde la obsesión en torno al poder, al servicio del poder, o para la voluntad de poder.
¿Cuánto tiempo demoró en escribir su libro?
El libro se escribió en poco tiempo aunque está elaborado con varios sustratos de reflexiones que se llevan consigo y uno va incorporando. Demoré alrededor de tres o cuatro meses, aunque el inicio del libro es más antiguo, lo tuve que dejar por otros deberes, luego retorné y lo terminé, ya que las ideas estaban sobre la mesa y sólo debía reanudarlas.
¿Cuándo se publica este libro y cuántos ejemplares se distribuirán?
Este libro se publica a mediados de mayo y habrá una primera edición de 5 mil ejemplares aproximadamente, para ver cómo funciona, pero para este tipo de literatura es una cantidad considerable.
Luego de este gran reconocimiento ¿Qué caminos vislumbra que se le abren?
Supongo que este reconocimiento ayudará a la difusión de otros de mis libros, no sólo éste, sino los escritos con anterioridad. Respecto del futuro, aunque tengo varios trabajos académicos pendientes y algún borrador. Mi tema central ahora mismo son las clases con mis alumnos, de momento seguiré eso. El pensamiento tiene sus tiempos y no es una factoría donde uno produce a capricho.