Nos encontramos frente a una nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora que nos recuerda la lucha que han llevado valientes mujeres para llegar al momento que estamos viviendo hoy, tiempo clave para posicionar nuestras demandas.
La historia con H mayúscula nos ha querido invisibles, sin registro en la historia de la humanidad, anónimas o relegadas a papeles secundarios, nos han querido hacer creer que nos encontramos detrás de los logros de un hombre, que somos buenas en determinadas áreas y tareas, que somos frágiles, aun cuando sabemos todas las batallas cotidianas que libramos por el sólo hecho de ser mujeres. Cuántas son las que realizan 2 y hasta 3 jornadas laborales diarias, las tareas de cuidado a las infancias y tercera edad, las dueñas de casa que parecen asumidas en ese rol, las que reciben pensiones de miseria, las lesbianas que sobreviven ataques de odio, todo esto nos lleva a enfatizar que este país no puede seguir siendo construido por la mitad de la población.
Estamos viviendo un proceso convencional que puso en la palestra temas tan vitales como lo es el reconocimiento del trabajo doméstico, a una vida libre de violencia de género, a la protección de la infancia y la maternidad, al reconocimiento de las diversas formas de familia y el derecho a la identidad de género entre otras.
Acaba de asumir un Gobierno que se ha autoproclamado un “Gobierno Feminista”, donde se proyecta que todas las políticas públicas sean con perspectiva de género. Se ha planteado la preocupación por recuperar el empleo femenino, avanzar en una ley integral de violencia contra las mujeres y en un sistema universal de cuidados. Finalmente señalan la intención de querer estar en constante diálogo con las organizaciones feministas, sin embargo, desde el feminismo autónomo está la válida desconfianza que esto termine siendo sólo reformas que maquillen nuestra realidad y no transformen las relaciones de poder existentes, por lo que se espera que más allá de una instalación simbólica del Ministerio de la Mujer en el Palacio de la Moneda, éste sea capaz de romper lógicas patriarcales, lo cual es un tremendo desafío.
Si bien nos queda mucho por avanzar, está la esperanza de que estamos frente a reales posibilidades de transformación social ya sea desde las instituciones como desde las organizaciones de base.
A nosotras que tanto nos ha costado, hoy sacamos la voz para no callarnos nunca más, para escribir en colectivo una nueva historia, donde seamos protagonistas y dueñas de nuestras vidas y anhelos, porque siempre hemos estado, sólo que ya no más desde el anonimato.