* Temas como búsqueda de sentido, corporeidad, factores de riesgo en jóvenes universitarios, sociedad de riesgo, trastornos alimentarios, adictivos y del ánimo, fueron abordados por destacados docentes de la Universidad Austral de Chile.
En el marco de su 56º Aniversario de la Universidad Austral de Chile, el martes 28 de septiembre se efectuó la segunda jornada de Martes de la Ciencia, actividad coordinada por la Dirección de Investigación y Desarrollo y la Unidad de Relaciones Públicas.
El contenido central de esta Jornada fue “Autocuidado de la Juventud en la Sociedad Actual”. En esta oportunidad se expusieron las siguientes temáticas:
• “Búsqueda de sentido en el cuerpo farmacopornográfico”, expuesto por la Prof. Marcela Hurtado, Instituto de Filosofía y Estudios Educacionales
• «Algunas aproximaciones a factores de riesgo y su impacto en la salud mental», del Dr.Tomas Baader, Instituto de Neurociencias.
• «Jóvenes en una sociedad de riesgo», presentado por la Prof. Debbie Guerra, Instituto de Salud Sexual y Reproductiva.
Búsqueda de sentido en el cuerpo farmacopornográfico
La jornada comenzó con la presentación de la Prof. Marcela Hurtado quien expuso el trabajo: “Búsqueda de sentido en el cuerpo farmacopornográfico”, que forma parte de su tesis doctoral, dando cita a autores como Preciado, Holpzafel, Le Breton y Nancy, entre otros.
La docente se refirió a este tema, partiendo de la afirmación que en la realidad contemporánea, el cuerpo es el lugar más próximo y de fácil acceso sobre el que se puede buscar y encontrar sentido. Ya no es una idea, utopía o representación de mundo la que da sentido de vida.
Mencionó que: “Esta afirmación debe explicitarse en varios ámbitos: 1. El cuerpo contemporáneo es una construcción social e individual y asimismo es la expresión del ser humano siendo a veces asumido como la identidad del mismo; 2. Se comparte una visión dualista y cartesiana del ser humano, o sea el cuerpo es un objeto que me permite una determinada producción de capital, la producción de ese capital esta mediada por los medios de comunicación masiva -en forma de imagen-, la informática -en forma de suplencia de funciones corporales y sociales-, la sexualidad en tanto clasificaciones -teoría de género, feminismo, movimientos homosexuales, contrasexuales, entre otros- y como instalación de un deseo nunca satisfecho; 3. La objetualización del cuerpo hace que el individuo pueda tranzar su corporalidad tanto con el medio social, como consigo mismo. En esta última, la persona puede buscar herramientas que validen su existencia, y en algunas ocasiones pueden ser o estar relacionadas con el riesgo”.
Para poder internarse en este problema, la Prof. Hurtado señaló que es necesario revisar a que refiere la búsqueda de sentido. “Afirmar que la búsqueda de sentido y la pregunta del sentido se enclavan en el cuerpo y en algunas prácticas corporales que permiten superar la enajenación y responder a este cuestionamiento humano. Sólo es posible en el entendido que el ser humano es su corporeidad: Ya entendida como su primera posesión y territorialidad -examinado dualistamente-; y en una visión más holista como la experiencia misma de la vida humana.
El sentido es una posibilidad, la posibilidad de que nuestras acciones y anhelos actúen como sostén de la existencia, una justificación validada por el sujeto. Esa posibilidad de despliegue tendrá que ver con nuestra historia individual, social y otras variables que puedan afectar la percepción de este sentido”.
Para analizar dónde está el sentido en el cuerpo farmacopornográfico, la expositora revisó primero el concepto Cuerpo farmacopornográfico. “La representación farmacopornográfica es desarrollada por Beatriz Preciado en Testo Yonqui, planteando que los cuerpos en las sociedades contemporáneas occidentales estarían siendo mediados por técnicas socio-semióticas (pornografía) y biomédicas (farmacología). Por ende los seres humanos, en tanto cuerpos occidentales contemporáneos, de algún u otro modo están siendo mediados, controlados, delimitados por las técnicas pornográficas y/o biomédicas… Ahora bien la economía para la autora inundaría todos los aspectos de la vida contemporánea, infiltrándose a través de la corporalidad, y de sus prácticas”.
Continuando con su exposición,la docente planteó: “Lo anterior da paso a tres ejes gravitacionales de la teoría de Preciado: la farmacología (hormonas), pornografía y cirugía estética. Estos proporcionan los insumos básicos para el actual desplazamiento del cuerpo en las sociedades contemporáneas. Hoy en día un ser humano, que quiera estar conectado al lazo social debe producir su cuerpo a través de fármacos, técnicas médicas y socio-semióticas. En otras palabras tomará algún “remedio, píldora, antidepresivo etc”, buscará estar “en forma”, y tendrá una cuenta en alguna red social de Internet. Así podrá construirse, y de paso encontrar algún sentido; ahora bien esa construcción se hace sobre un modelo, construido socialmente”.
La Prof. Hurtado menciona que Preciado distingue que lo que mueve la producción son las sociedades en su conjunto, las formas de organización social, las convenciones y los aprendizajes, el capitalismo tiene su materia prima hoy en día en la información, la cultura y las relaciones sociales. Es así como la producción ya no sólo es un asunto de objetos sino también de afectos, entonces todo lo propiamente humano es transable en el mercado global (cuerpos, deseos, afectos). Para la autora en esta nueva economía: “El deseo corporal y mayoritariamente el erótico y el sexual se impone ante cualquier conducta de consumo y/o producción, las personas ya no se sienten contenidas por el lazo social y deben hacerse a sí mismas… Por otro lado el sujeto, hoy en día, es ante todo un consumidor, que puede ahora, participar en el diseño y construcción de un cuerpo ideal, que además será la manifestación externa más importante de su identidad”.
Aproximaciones a factores de riesgo
La siguiente exposición de la jornada estuvo a cargo del Dr. Tomas Baader, académico del Instituto de Neurociencias Clínicas de la Facultad de Medicina, quien presentó el tema: «Algunas aproximaciones a factores de riesgo y su impacto en la salud mental». El Dr. Baader basó su presentación en algunos resultados de una evaluación de la salud mental de los estudiantes de la UACh, trabajo que fue efectuado en el contexto de un proyecto DID. “Para estos efectos se empleó un set de diez encuestas de autoaplicación, con consentimiento informado, a 1150 estudiantes de distintas facultades, de los cuales 805 pudieron considerarse para el análisis, cuyo promedio de edad fue de 21 años. Estas cifras están actualmente en proceso de publicación”, mencionó.
En primer lugar se evaluó depresión, bipolaridad y riesgo suicidio. De acuerdo a lo expuesto por el Dr. Baader, del total de la muestra, el 14% indicó cursar cuadros depresivos mayores, que no han sido diagnosticados ni están en evaluación y que recién al momento de la encuesta los afectados tuvieron idea de situación. Un 13% de los estudiantes muestra síntomas asociados a una depresión menor. En cuanto al trastorno afectivo bipolar, patología también asociada al ánimo, se observó en un 10% de la muestra. Con relación al estado de desesperanza total (escala de Beck), los resultados mostraron que un 6% de los estudiantes encuestados tiene un riesgo moderado y un 0,4%, riesgo severo de suicidio. “Si se conoce que el paciente tiene un riesgo moderado ya debiera considerarse inmediatamente en un proceso terapéutico porque tiene alta probabilidad que, bajo ciertas circunstancias, pueda transformarse en un paciente en riesgo severo”.
En el estudio también se revisaron todos los casos de suicidio de la Provincia de Valdivia, entre el año 1996 al 2008. “Este análisis, caso a caso, demostró que la tasa de suicidio, por cada 100 mil habitantes subió de 4 por 100 mil a 14 por 100 mil. Esta es una tendencia que aumenta hacia el sur del país, influyendo factores climáticos, de luminosidad, como también otros factores socioantropológicos incluidos en estudios recientes. Una de las cifras más impactantes es la tasa de suicidio de la mujer joven, de 11 a 20 años, que alcanza a más del 25% del total de casos femeninos”.
Baader comentó que: “El estudio de la salud mental en estudiantes fue hecho por un equipo multidisciplinario del Instituto de Neurociencias Clínicas de la UACh, con al apoyo de estudiantes de medicina y alumnos ayudantes. En cuanto al estudio de suicidio, éste fue realizado en conjunto con el equipo del Servicio Médico Legal”.
A través de las encuestas también se midió el consumo de alcohol y drogas en los estudiantes. Al menos el 75% de la muestra tiene un beber sin riesgo, el 20% bebe en forma riesgosa y cerca del 5% presenta problemas vinculados al alcohol. En cuanto al consumo de marihuana, el 70% dice no haberla consumido, en cuanto el 4,5% son consumidores, al menos de fin de semana.
En el estudio efectuado se puede apreciar que 3 de cada 10 encuestados dicen haber consumido en forma regular algún tipo de droga o alcohol. El Dr. Baader menciona que entre estas drogas no han sido consideradas el modafinilo ni las bebidas energizantes, que son vías de activación cerebral indirecta y que bajo ciertas condiciones de sobredosis podrían gatillar trastornos anímicos e incluso iniciar un trastorno bipolar.
En cuanto a la corporalidad, índice de masa corporal (ICM), relación cuerpo/talla y talla/trastornos alimentarios, el estudio mostró que en general el IMC estaba dentro de los rangos normales. “Sin embargo, se encontró que un total de 36,8 % presenta una restricción alimentaría crónica, lo que se conoce bajo el concepto de dietante crónico, grupo que tiene mayor riesgo de desarrollar trastornos alimentarios y que en mujeres alcanza el 51% de las encuestadas”, recalca Baader.
En la muestra total, 123 personas (15,39%) presentan o un trastorno alimentario o una tendencia importante a desarrollarlo. Además existe un número importante de personas con Bulimia Nerviosa Clínica/Sub-clínica. El 23 % de las encuestadas reportan un desorden de la alimentación clínico o subclínico. Respecto a estas cifras Baader señaló: “Estos casos son personas que deambulan sin conocer los riesgos que su estado conlleva y que de alguna forma podríamos establecer, como institución, un sistema de tratamiento para acogerlos. Claramente las personas con trastornos alimentarios reportan disposiciones emocionales asociadas a una exacerbación de la afectividad negativa y una disminución de la afectividad positiva”.
El Dr. Baader destacó que durante la adolescencia se produce el principal cambio de sustancia blanca por sustancia gris en la corteza cerebral, proceso que dura hasta los 18-20 años. “Todos estos trastornos alimentarios, adictivos y del ánimo pueden interferir en el normal desarrollo cerebral de la adolescencia, causando un retroceso o alteración en el desarrollo de la personalidad”, afirmó.
Finalmente el Dr. Baader mencionó que “En general, la información es abrumante y nos llama a la reflexión. Como miembros de una comunidad universitaria estamos llamados a cuestionarnos y a revisar no sólo las cifras sino su contexto sociológico, antropológico y ético-valórico. Por otra parte, es necesario destacar que existe una red de Salud Pública y Privada que puede acoger las necesidades de ayuda”.
Algunas de las preguntas que Baader deja a la reflexión son: ¿A qué se debe esta escalada de descuido de sí mismo? ¿Hay una pérdida de sentido? ¿Esto se explica sólo por las injusticias sociales y culturales? ¿Tiene que ver esto con el creciente individualismo tendiente al egocentrismo fomentado por el sistema (internet, chat, facebook, etc.)?
Reflexiones/recomendaciones:
El ser humano es un ser social que requiere de la interacción con otros, pero esta interacción no es suficiente a distancia, requiere del cara a cara.
El proceso empático es un valor inherente a la supervivencia de la especie humana.
Si busco sólo mi satisfacción personal, evadirme, pasarlo bien, borrarme, aprovechar sin considerar al otro, estoy en el fondo alejándome de mi mismo artificialmente y tiendo a deshumanizarme, a sólo vivir en el impulso.
El sufrimiento del terremoto y de los mineros nos ha mostrado que el altruismo y la buena voluntad existen.
Pensando en términos biológicos, el cambio parte con pequeñas variaciones a nivel celular, que después se extiende al tejido, al órgano, al cuerpo y de ahí el extrasistema y viceversa.
No pretendamos cambiar el mundo, pero podemos intentar cambiar nuestro entorno directo.
Jóvenes en una sociedad de riesgo
La última exposición de la jornada estuvo a cargo de la La Prof. Debbie Guerra, perteneciente al Instituto de Salud Sexual y Reproductiva, de la Facultad de Medicina, quien expuso el tema Jóvenes en una sociedad de riesgo. La Prof. Guerra basó su trabajo en planteamientos de autores como Bourdieu, Giroux, Benedict, Nilan, Margulis, M., & Urresti, M., entre otros. A continuación se agrega un extracto de su trabajo, el que puede leerse completo aquí, con la expresa solicitud de la autora de no citarse ni ser reproducido sin su autorización.
“L@s jóvenes no son más que una palabra, dijo Pierre Bourdieu, apelando a que la juventud es una producción histórica, social y que funciona como una mera palabra, es decir, como una cuestión convencional, un término sin contenido, “un concepto desgajado de otras condiciones”, por ejemplo una condición etaria, una mera etapa de la vida,” una moratoria vital, o como distancia frente a la muerte” (Margulis & Urresti, 1996).
En ese sentido, la juventud es un invento moderno que tuvo lugar a finales del siglo XIX producto de la expulsión de los jóvenes del mercado de trabajo, a la extensión de la escolaridad obligatoria y del servicio militar, a la nuclearización de la familia y al surgimiento de entidades orientadas específicamente a la juventud (escuelas) (Ariès, 1987; Batallán & Campanini, 2008). Es decir, se construye una etapa de la vida que justificará la segregación de l@s niñ@as y jóvenes de las instituciones adultas, de los roles y de las responsabilidades.
Se impone la visión adultocéntrica, en la cual el mundo adulto puede implementar el futuro de l@s jóvenes, su preparación, su desarrollo, su protección y que se traducirá en el enfoque de políticas y programas de protección.
La efectividad de esta perspectiva hizo crisis, como producto de los cambios socioeconómicos y políticos de fin de siglo XX. Los cambios acelerados de este período, dejan a l@s adultos desprovist@s de suficientes referentes en su propia vida, para orientar y enfrentar lo que están viviendo l@s jóvenes sin tomar en cuenta sus perspectivas.
Por otra parte, como sugieren Margulis y Urresti (1996), la infancia/ juventud es más que una palabra, pues la condición de juventud – moratoria vital, educación, protección –no se ofrece de igual forma al conjunto de l@s integrantes de la categoría estadística joven.
En ese sentido las condiciones a las cuales están hoy expuestos l@s jóvenes, tiene que ver con la existencia de una sociedad del riesgo y de la incertidumbre, donde lo que gran parte de las ciencias sociales han llamado crisis de la modernidad, modernidad tardía o incluso posmodernidad (Giddens, 1998; Bauman, 2002, Beck,1998) adquiere características de vulnerabilidad y exclusión.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), estima que una de cada cinco personas en el mundo es adolescente, 85% de ellos viven en países pobres o de ingresos medios y alrededor de 1.7 millones de ellos mueren al año.
Ya hace tiempo que las investigaciones sobre las experiencias de l@s jóvenes en relación a los procesos de transición juvenil y la construcción de la identidad toman en consideración la percepción del riesgo generacional (Nilan, 2004 citado en Margulis y Urresti, 1996 ). Existe una tendencia a establecer una relación de equivalencia entre juventud y riesgo. Se percibe una vulnerabilidad juvenil ante el peligro; un peligro que se percibe como omnímodo y difuso, como si se tratara de un cuerpo extraño pronto a apegarse a los sujetos durante los frágiles años de la juventud y la adolescencia. Esto conduce a visualizar a la juventud como productora o reproductora de riesgo, o, por otra parte, como vulnerable al riesgo (Batallán & Campanini, 2008) dependiendo de la noción de niñ@/joven que tengamos en mente
Por otra parte, existe una preocupación por las amenazas los peligros que se ciernen sobre l@s jóvenes (los medios electrónicos, la televisión, la sobrecarga de información, la desaparición de los juegos infantiles, etc) y, por tanto sobre la inocencia y que tienden a eliminar la distinción entre la niñez y la adultez, lo que hace que muchos y muchas se erijan como protectores “morales” de la infancia, preocupados más por la pérdida de la tutela de instituciones reguladoras como la familia, la escuela, la iglesia que las condiciones en las que much@s niñ@s y jóvenes se ven obligad@s a vivir, especialmente de aquell@s que han sido excluidos de la privilegiada y protectora invocación de la inocencia de su clase social, etnia (ejemplo “niños mapuche en huelga de hambre”).
L@s niñ@s y jóvenes se encuentran amenazados, por una parte, por una construcción ideológica de sociedades que no quieren explicitar los peligros que generan las decisiones de actores políticos y económicos, y por otra, los efectos reales en el ámbito individual de ese estar “arrojad@ fuera” de una sociedad –idealmente- ordenada y protectora (para algún@s), y que constituyen formas de abandono y de ausencia de protección social. En realidad, la infancia y la juventud están desapareciendo pero –como sugiere Giroux- lo están haciendo directamente en “el hoyo de la pobreza, el sufrimiento y desesperación”. Al nominar a los jóvenes como un bloque generacional opuesto al mundo adulto, lo «nuevo» que ellos representan es indistintamente idealizado o peyorativamente estigmatizado (Batallán & Campanini, 2008)”.
Para finalizar, la Prof. Guerra plantea algunos cuestionamientos con relación a lo expuesto:
¿Cómo pueden l@s niñ@s/jóvenes desarrollar prácticas de autocuidado, entendiéndola como la práctica de actividades que l@s individuos realizan en favor de sí mism@s para mantener la vida, la salud y el bienestar en un mundo que les ofrece unos recursos cada vez más limitados, unos trabajos sin porvenir y una esperanzas de futuro reducidas, mientras son sometidos a unas fuerzas sociales y económicas que los explotan mediante las dinámicas de sexualización, conversión en mercaderías y comercialización?
¿Qué nos cabe como adultos/as –educador@s, madres, padres, opinantes, ciudadan@s ofrecer a esos niñ@s/ jóvenes?
“Quizás, implicaría generar estrategias que significaría elevadas dosis de horizontalidad y de negociación, nunca de imposición. Implicaría sobre todo la crítica y el reconocimiento de la propia sociedad como una sociedad generadora de riesgos”, agrega la docente finalmente.