El domingo 17 de mayo se conmemoró el Día internacional contra la homofobia, lesbofobia, transfobia y bifobia. Este día es, sin duda, un hito para la comunidad y movimiento LGBTIQ+, ya que conmemora la eliminación en 1990 de la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales establecidas por la Organización Mundial de la Salud. Ahora bien, como llamado y perspectiva de realidad, no hay que olvidar que recién en 2018 la “transexualidad” dejó de ser considerada un trastorno y suprimida de la misma lista para avanzar en la despatologización de las identidades trans, y aún más, en la actualidad muchos países siguen penalizando y criminalizando identidades y expresiones de género que escapan a la heteronorma.
Más allá de los debates históricos sobre la temática, aquel hito se ha significado como una instancia de visibilización de las violencias y desigualdades a los que se enfrentan estos colectivos, tanto a nivel nacional e internacional. No olvidemos que a pesar de los “avances” en el discurso público y gestos políticos, siguen ocurriendo asesinatos y agresiones cada día. Como ejemplo, el propio MOVILH declara que desde el inicio de la pandemia, los abusos a personas LGBTIQ+ han aumentado en cerca de un 40%. Situación que se agudiza y profundiza con las violencias de género contra mujeres en situación de confinamiento, tal como han evidenciado distintas agrupaciones y colectivas feministas.
Esta conmemoración nos invita a reflexionar que más allá de una fecha en especial, no es suficiente levantar la bandera de la diversidad e inclusión una vez al año (si es que se hace). Las instituciones educativas, incluyendo las universitarias, tienen un deber por establecer la inclusión y promoción de la diversidad como un sustrato fundamental de su quehacer y no solo un requisito más dentro de un plan de gestión. No olvidemos que las instituciones de educación superior son espacios articuladores para distintas áreas de saber y cuna de futuros profesionales, por tanto, pasos concretos como la creación de reglamentos de AVD, y el reconocimiento y uso del nombre social establecido por distintas casas de estudio – como la UACh en 2019 – ciertamente son necesarios y marcan un camino. En este sentido, sus acciones toman especial relevancia en su rol de formadoras de profesionales, como educadores y educadoras por ejemplo, ya que serán los encargados de forjar la impronta de atención y consideración de la diversidad en las nuevas generaciones.
La visibilidad de la diversidad y la diferencia no puede entenderse solo en clave binaria, como ha predominado en el discurso público y político; cuyas dinámicas transitan en los debates hombre/mujer o femenino/masculino. Si bien se ha avanzado sostenidamente en políticas que promueven la igualdad de derechos, existe una enorme deuda con la población que no participa en ninguna de las identidades hegemónicas, y bajo distintas expresiones de género. Precisamente, desde un debate interseccional, es necesario denunciar, visibilizar y disputar espacios de poder, para avanzar de manera significativa y sostenida en el respeto y promoción de la diferencia, en todos sus espectros posibles, desde una profunda valoración a los Derechos Humanos.
Este día internacional contra la homofobia, lesbofobia, transfobia y bifobia, es un llamado a presentar y debatir conceptos como diferencia, diversidad, expresión y género, en el sentido más abarcador y profundo de su significado. No es una convocatoria solo a grupos específicos, es una invitación a pensar nuestra sociedad con urgencia de amplitud y empatía, para visibilizar la diferencia como eje articulador de futuros posibles, especialmente en momentos de crisis.
Por la memoria de Mistral, Lemebel Daniel, entendamos la inclusión y diferencia como valor fundamental y profundamente humano. De esta forma, construiremos una sociedad donde ningún niño, niña o niñe se sienta extraño o solo, ninguna persona sea violentada o asesinada por su sexo, identidad y expresión de género, nadie piense por ello que el suicidio es una opción, y que ninguno termine oculto y reprimido, por miedo a represalias laborales, sociales y políticas.
Finalmente, ese es el valor de la diversidad y diferencia. Es un discurso por y para la vida. No estamos solos.
Las opiniones vertidas en este texto, representan únicamente el pensamiento del autor, bajo ningún caso deben ser entendidas como la posición de alguna instancia institucional de la Universidad Austral de Chile.