A pesar de que los conceptos de sustentabilidad o sostenibilidad (términos utilizados indistintamente) se asocian a temas medioambientales, en realidad tienen una connotación mucho más general. Como una forma de dar una nueva postura frente al desarrollo, a fines de los 80 (Informe Brundtland, 1987) se propuso el concepto de desarrollo sustentable como aquél que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la posibilidad de que las generaciones futuras puedan satisfacer sus propias necesidades, abarcando las áreas medioambiental, social y económica.
La dimensión social de la sustentabilidad se refiere al bienestar de las personas y sus comunidades. Los indicadores de este tipo se enmarcan dentro del concepto de responsabilidad social, tales como el respecto a las leyes laborales o el trato justo hacia los empleados. El ámbito económico de la sustentabilidad se refiere a la habilidad de los productores de ser o mantenerse rentables en el ambiente de sus negocios. Como ejemplo de este tipo de indicadores, se pueden nombrar la minimización de la dependencia de los subsidios y la diversificación económica, entre otros. La sustentabilidad medioambiental, el área más conocida, considera aquellos aspectos relacionados con los recursos naturales y los ecosistemas. Los indicadores asociados a esta área son numerosos, entre los que se pueden nombrar la huella del agua y la huella de carbono.
Estos tres ámbitos de la sustentabilidad son fundamentales en la agricultura. Por una parte, es un deber moral cumplir con el espíritu que guía el concepto: lograr un desarrollo que asegure el bienestar de nuestros hijos, sus hijos y sus futuras generaciones. Por otra parte, dado que la sociedad en general le otorga un valor a la sustentabilidad, el concepto en sí mismo se convierte en un factor clave para alcanzar los mercados. Por ejemplo, el etiquetado de la huella de carbono de los productos alimenticios es un atributo valorado por los consumidores. Es así que en un estudio conducido en la Facultad de Ciencias Agrarias de la UACh se encontró que en la zona sur del país los consumidores estarían dispuestos a pagar un sobreprecio por algunos alimentos que presenten una baja huella de carbono que se pudiera mostrar en las etiquetas.
En cuanto a la formación de los profesionales ligados al sector silvoagropecuario, tradicionalmente se ha dado énfasis a la sustentabilidad medioambiental ya que son éstos los que mayoritariamente trabajan en sistemas productivos ligados a los recursos naturales y el medioambiente. Sin embargo, el actual desafío es profundizar en aquellos aspectos de la sustentabilidad social y económica. Por ejemplo, los Ingenieros Agrónomos deberán tener las competencias necesarias para lograr que las condiciones laborales en que se desempeñan los trabajadores del sector estimulen un mayor compromiso de ellos con sus empresas y una mayor valorización de su trabajo, de tal forma que en el mediano y largo plazo la fuerza laboral busque oportunidades de trabajo en este sector y las personas se queden a vivir en las áreas rurales. De esta forma, se logrará un desarrollo económico y social del sector agropecuario que perdurará en el tiempo.
Esta columna de opinión fue publicada en el Campo Sureño