En la disciplina de las Relaciones Internacionales existe la teoría de los ciclos de la hegemonía (Modelski), la que ayuda a entender no sólo la forma en la que se estructura el poder en el sistema internacional, sino también las motivaciones y alcances que tienen las decisiones que toman aquellos Estados que aspiran a lograr la cima en la estructura de poder del sistema internacional.
Ante esto, y atendiendo a que hay voces que actualmente están cuestionando el acercamiento de la OTAN a Ucrania, especialmente por considerar que la reacción militar de Rusia sería obvia, es que se hace fundamental considerar algunos elementos que ayudarán a explicar las razones por las que era necesario generar este acercamiento.
A saber: el fin de la Guerra Fría significó pasar de un sistema bipolar a uno de tipo unipolar liderado por EE.UU. En esa dinámica, Washington evidenció -como uno de sus principales objetivos- la necesidad de evitar que Rusia pudiera fortalecerse y empoderarse en el corto plazo. Esto, a fin de evitar reactivar su imperturbable espíritu imperialista. Para lograrlo, Washington promovió la «occidentalización» de los países de la ex órbita soviética, ofreciéndoles créditos y libertades. A su vez, y como un complemento a las promesas asociadas a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos de los antiguos países socialistas, la posibilidad de integrar la Unión Europea y así aprovechar los beneficios de esta organización, terminó por pavimentar el camino a la «occidentalización» de algunos de esos países.
Así entonces, y desde la mirada de la teoría de los ciclos de la hegemonía, acercar a los ex países de la órbita socialista a Washington, la OTAN y a Europa fue una decisión correcta, ya que evitaba el resurgimiento político de Rusia y su irrupción en la agenda internacional, especialmente si se considera que la intención primaria era evitar un aumento de su influencia política en la región.
Ahora bien, y en virtud de lo complejo y dinámico que es el sistema internacional, la hegemonía norteamericana no logró ser aprovechada a plenitud. Esto es así, ya que el sistema internacional reconoció la irrupción de nuevos actores, tales como el Islamismo Radical; flagelo que condicionó la efectividad de la hegemonía de Washington.
De esta forma, y como un efecto secundario a los ataques y amenazas que recayeron sobre EE.UU., es que el sistema de seguridad y defensa internacional fue modificando en forma sistemática la estructura de poder del sistema, ya que la confrontación de la amenaza del Islamismo Radical no podía realizarse -de manera eficiente y eficaz- bajo la lógica hegemónica y el paradigma unipolar, requiriéndose una colaboración internacional que empezó a dibujar una estructura de poder de carácter multipolar, lo que empoderó a actores clásicos y otros emergentes.
En conclusión, a pesar de la respuesta militar de Rusia contra Ucrania y sus nocivos efectos, no sería correcto asumir como un error la decisión de EE.UU. de acercar la OTAN y a Europa a algunos países de la ex URSS, ya que el actual empoderamiento ruso y su eventual aspiración imperialista no podrá contar con el apoyo de Estados que formaron parte de la ex URSS., tales como Polonia, Rumania, Bulgaria, Hungría, Eslovaquia, República Checa, entre otras, logrando uno de los objetivos establecidos en la época de unipolaridad.