* Este artículo fue publicado en la Revista Agrícola de septiembre (páginas 32-33).
Chile registra la mayor superficie de arándanos de Sudamérica y la segunda a nivel mundial, con 14.800 hectáreas aproximadamente y una producción cercana a 95.000 toneladas en el año 2012. Nuestro país se posiciona como segundo productor mundial, orientando casi la totalidad de su producción a mercados externos, lo que lo ha situado como el segundo exportador de arándanos frescos a nivel mundial (con cerca de 70.000 toneladas anuales), siendo superado solo por Canadá.
El 75% de las exportaciones chilenas de arándano fresco es comercializado en USA, aunque con una creciente participación de los mercados europeo y asiático. La principal exportación corresponde a fruta fresca. Ello debido al crecimiento y producción de contra-estación del mundo templado en el Hemisferio Norte. Además, las exportaciones chilenas de arándanos congelados han crecido de manera notoria durante la última década, agregándose un crecimiento de las exportaciones de jugos y deshidratados durante los últimos años.
La superficie mundial cultivada con arándanos de arbusto alto es cercana a 85.000 hectáreas con una producción mayor a 380.000 toneladas, volumen mayormente transado en los mercados internacionales. El 45% de la superficie y el 55% de la producción mundial son aportadas por USA, quien es el principal productor y consumidor de esta fruta, debiendo complementar su demanda doméstica con altas importaciones.
Modelo de intervención en el huerto
Para intervenir en un huerto se debe realizar un adecuado diagnóstico productivo y nutricional del mismo; analizando los registros históricos de rendimientos, en el contexto del nivel tecnológico del productor (sistema riego, control de heladas, poda), de las limitaciones climáticas y/o edáficas, y cualquier otra limitante del agroecosistema (incidencia de plagas y/o enfermedades).
Es necesario recopilar y estudiar los registros productivos, análisis químicos y físicos de suelo, análisis foliares, historial de aplicaciones de fertilizantes y enmiendas, entre otros, para identificar el problema productivo.
Si identificamos un problema de tipo “nutricional”, el segundo paso de la intervención es diseñar una estrategia de fertilización ajustada a las condiciones particulares del huerto y sus cuarteles. Para ello se debe considerar el tipo de suelo, el suministro de nutrientes del suelo, el rendimiento posible de alcanzar de acuerdo a la edad productiva y variedad de las plantas de cada cuartel, y al nivel tecnológico del huerto.
Por último, se debe generar un plan de control de la intervención que permita evaluar su efecto en el estado nutricional de los cuarteles (análisis foliar) y en el rendimiento y calidad de fruta producida. Los resultados de este plan de control indicarán si la estrategia de intervención debe mantenerse o modificarse en una siguiente temporada.
El cumplimiento de estas etapas permitirá responder al problema nutricional particular de cada sitio (fertilización de precisión) en forma ordenada y racional, a través de una fertilización de corrección y/o de mantención diseñada “a la medida”; así como también, permitirá una evaluación objetiva de la calidad de intervención que guiará las futuras modificaciones de la misma.
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