Cuando Pedro de Valdivia llega en 1540 a lo que luego sería Santiago, el valle del río Mapocho lo recibió con una severa sequía. Eso dicen las crónicas de la época, pero también los árboles. Estudiando sus anillos, científicos lograron reconstruir la historia de sequías e inundaciones en parte de Sudamérica. Ahora, todos esos datos conforman un atlas en línea para poder entender mejor el pasado y el presente de la disponibilidad de agua en la región.
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Los anillos de crecimiento de los árboles no solo denotan el pasado del tiempo para el árbol, sino también almacenan, como si fuera una biblioteca, los detalles del clima mientras se estaban formando.
Estudiando cerca de cuatro millones de anillos de unos 15 mil árboles, un grupo internacional de investigadores logró reconstruir más de 600 años de historia de la abundancia y escasez de agua en el sur de Perú y Brasil, así como en Bolivia, Paraguay, Uruguay, Argentina y Chile.
“Generalmente, las bases de datos de este tipo de trabajos quedan solo disponibles para otros científicos, pero ahora con esta página web cualquiera los puede ver y analizar”, dice Duncan Christie, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y del Laboratorio de Dendrocronología y Cambio Global de la Universidad Austral de Chile, quien además lideró el proyecto.
La plataforma http://sada.cr2.cl está construida de manera tal que su navegación es muy intuitiva, por lo que incluso los estudiantes de enseñanza media pueden utilizarla perfectamente, asegura el experto.
Cada uno de los 600 años tiene un mapa donde se ve la disponibilidad de agua de ese momento y donde, además, se puede hacer zoom a zonas específicas.
“Tener este tipo de información a nivel regional es importante porque permite ver la extensión de las sequías, las que no obedecen a los límites políticos de los países”, dice el investigador.
Patrón de recurrencia
Otra de las cosas que permitirá este atlas es confirmar si lo que dicen las crónicas históricas se refleja en los mapas. “Riguroso invierno, la crudeza del clima desalienta a Almagro tanto como la escasez de oro”, se lee en un relato de 1536. Efectivamente el mapa de ese año muestra que fue lluvioso en casi todo Chile. Mientras que dos siglos después, en 1717, Santiago tuvo que enfrentar un fuerte desabastecimiento de agua. El mapa de ese año nuevamente confirma ese dato.
Tener datos de una región tan amplia también ayuda a comprender qué rol juegan los fenómenos como El Niño, La Niña o la Oscilación Antártica. “El tener una película más global permite entender las correlaciones del clima con otras variables”, explica Christie. Algo que es necesario para poder calibrar el efecto de estas últimas y su interacción con el cambio climático en el futuro.
A esto último también aporta el poder estimar el patrón de recurrencia de los eventos extremos, de sequías e inundaciones, cuando la variabilidad natural del clima era lo que predominaba y antes de que la influencia del ser humano en el planeta se hiciera evidente.
“A partir de la mitad del siglo XX, se ve que comienza un período anómalo donde la tasa de recurrencia de estos eventos aumenta”, dice el científico. Pero, además, los cambios que se aprecian no son homogéneos.