En una época donde muchos se quejan de que ya no existen ideales ni sueños, Rodrigo Hucke-Gaete, ex alumno de la Universidad Austral de Chile, ha demostrado con sus notables investigaciones y hallazgos sobre Ballena Azul en el Golfo Corcovado, Chiloé, que la perseverancia permite lograr lo que uno se propone en la vida.
Considerado el animal más grande del mundo y encontrándose aún en peligro de extinción luego que la industria ballenera de principios del siglo XX redujera sus poblaciones a menos de un 1% de los números originales en el Hemisferio Sur, este espectacular mamífero fue el punto de partida desde el cual Hucke (hoy Doctor en Ciencias) inició su búsqueda intelectual y vocacional, la que recibió un fuerte espaldarazo gracias a la sólida formación académica recibida en la Universidad Austral de Chile, tanto en Biología Marina como, posteriormente, en el Doctorado en Ciencias Mención Sistemática y Ecología de la Facultad de Ciencias de esa casa de estudios.
“Desde niño soñaba con ver una ballena azul. Yo decía ‘cuando vea una ballena azul me puedo morir’, porque sabía que quedaban muy pocas en el mundo”, recuerda el profesional, quien desde el año 2000 lidera el Centro Ballena Azul (CBA), ONG con sede en Valdivia que busca gestionar recursos para investigaciones de especies representativas del ecosistema marino y luego transmitir el nuevo conocimiento científico al público general.
Años después, en 1997 y siendo estudiante de Biología Marina, pudo ver por primera vez no uno, sino 45 de estos cetáceos, cuando fue invitado a participar como observador científico del Estado chileno en un crucero de la Comisión Ballenera Internacional, que hizo un recorrido entre Iquique y Punta Arenas. En esa oportunidad buscaban ejemplares de Ballena Azul (Balaenoptera musculus) sobre la base de antecedentes históricos, ya que en nuestro país operaron diversas plantas balleneras y se sabía que había zonas de concentración de esta especie.
Fue casi una casualidad (serendipity, en jerga científica) lo que dio origen a los estudios de Hucke. Algunos de los investigadores de este crucero no siguieron hasta la Antártica, se quedaron en Punta Arenas y decidieron tomar vacaciones luego de un mes y medio de trabajo. Posteriormente, se subieron al ferry que viaja entre Puerto Natales y Puerto Montt, y cuán enorme fue su sorpresa al encontrarse con 60 ballenas azules en el Golfo Corcovado, al sur de Chiloé.
Impresionados, los científicos incentivaron durante años al ex alumno UACh a efectuar un proyecto de investigación en la zona. Respondiendo a esa inquietud, comenzó a buscar fondos a nivel nacional y local, hasta que en el 2000 logró establecer un convenio de colaboración con la empresa NAVIMAG, el cual permitió embarcar gratuitamente a estudiantes de Biología Marina y Medicina Veterinaria, en los trayectos Puerto Montt/ Puerto Natales y Puerto Montt/Laguna San Rafael.
“Recién ahí empezamos por fin a hacer nuestros propios avistamientos de ballenas azules. Sin embargo, era difícil porque en todas las ocasiones se vieron los animales de muy lejos, y no podíamos desviar la embarcación”.
Asertiva Apuesta de la UACh
En el año 2000, el biólogo marino ingresó al Doctorado en Ciencias Mención Sistemática y Ecología UACh, y decidió hacer su tesis doctoral sobre este singular fenómeno natural. Nuevamente inició la búsqueda de fondos, y nada. En total, doce fueron las propuestas que, por diversos motivos, rechazaron en el extranjero. Hasta que la Universidad Austral de Chile creyó en este proyecto, y le dio su apoyo. A esto se sumó posteriormente el financiamiento de Wildlife Conservation Society (WCS) y Whale and Dolphin Conservation Society (WDCS).
“Al comienzo –relata- se creía que este avistamiento en el Corcovado era una situación anómala, producto del Fenómeno del Niño, que había sido bastante fuerte entre el ‘97 y ’98. Sin embargo, escudriñando en la literatura encontré que en 1907 el Golfo Corcovado había sido una zona en la cual se hablaba de que habían masas de ballenas azules, y que en 1909 fueron cazados 37 ejemplares justamente en esta zona en invierno”.
Ya con recursos económicos en la mano, en el 2003 se hicieron los primeros vuelos para prospectar grandes distancias, pues la distribución de la ballena siempre es muy dispersa. Es así como se trabajó en Coquimbo, Talcahuano, Valdivia y el Golfo Corcovado. Emocionado, Hucke recuerda que el 14 de febrero de 2003 vieron 14 ballenas azules en esta última zona.
Inmediatamente después arrendaron una embarcación para dar la vuelta por toda la Isla de Chiloé. El resultado de ese periplo fue el avistamiento de 44 ejemplares en dos días. Continuaron haciendo vuelos, y prospecciones marinas hasta abril de ese año. “Siempre las encontramos y vimos madres con sus crías, lo cual era una mejor noticia aún, pues indicaba que se estaban recuperando poblacionalmente”.
Esto permitió confirmar el descubrimiento de una zona de alimentación y crianza en este golfo, noticia que fue difundida a nivel mundial y a la comunidad científica internacional, a través de un artículo en el periódico científico Biology Letters. El hallazgo contradijo los postulados clásicos que señalan que las ballenas azules realizan una migración estacional para alimentarse durante el verano en latitudes altas (Antártica) debido a su alta productividad y luego en invierno desplazarse a latitudes bajas (Ecuador) para dar a luz a sus crías y reproducirse.
Es así como esta investigación propuso que algunas poblaciones de ballenas azules se han especializado en usar estas zonas como lugar alternativo de alimentación. Ciertas características particulares determinan que estas aguas son en extremo productivas y permiten que las ballenas puedan aquí satisfacer sus formidables requerimientos alimentarios (entre 2 y 8 toneladas diarias de krill). De esta manera, evitarían el gasto energético que implica el seguir viaje hacia la Antártica.
Seguimiento con Nuevas Tecnologías
Ya consolidada la hipótesis de esta investigación, el equipo utilizó como base de operaciones la Isla Ascensión, desde el pequeño pueblo de Melinka, al sur de Chiloé. Desde ese lugar trabajaron en la implantación de cinco transmisores satelitales en ballenas azules, lo que fue posible gracias a un convenio con la Oregon State University (Estados Unidos). Estos aparatos emiten una señal a un satélite e indican dónde se encuentra el animal, permitiendo determinar el desplazamiento de estos cetáceos y sus trayectorias migratorias.
Esta parte específica de la investigación, que contó con la colaboración del Dr. Bruce Mate (de la Oregon State University), permitió determinar que muchos animales se quedaban en la zona y se desplazaban entre distintas áreas de alimentación, como la costa noroeste de Chiloé, el Golfo Corcovado, canal de Moraleda, isla Guafo, e isla Guamblín. Cabe destacar que esta tecnología nunca antes se había usado en Hemisferio Sur en ballenas azules.
En el 2005 también se comenzó a utilizar métodos de foto-identificación, que permiten sacarles una especie de “Cédula de Identidad” a las ballenas. Con esto se pueden conocer las principales características físicas de estos animales: forma de su aleta dorsal, coloración, cicatrices, etc. La idea es en el futuro detectar sus patrones de residencia, desplazamiento y tasas vitales (mortalidad y natalidad), con el objeto de implementar un plan de monitoreo a largo plazo. Hasta la fecha se han “foto-identificado” 31 individuos, logrando con este material elaborar el Primer Catálogo de Foto-Identificación de Ballena Azul en el Hemisferio Sur.
Asimismo, desde este año (2005) se están tomando muestras genéticas de estos cetáceos que permiten conocer el sexo, estado reproductivo (tasas de preñez), reconfirmación de identificación visual, y relación entre ballenas encontradas en Chile con aquellas bases de datos disponibles de muestras tomadas en la Antártica, Islas Galápago