El problema del despoblamiento humano en distintas regiones de las Américas es objeto de controversias, dado que los datos para calcular las curvas de decrecimiento y los factores que explican la declinación de la población son debatibles. Estudios previos han puesto el acento en los factores sociales, económicos y políticos, pero escasa atención en integrar los factores climáticos en los procesos demográficos de la historia de América, que tiene raíces milenarias en distintas regiones.
Una de ellas es la andina semi árida de Tarapacá, ubicada al este del Desierto de Atacama hasta el Altiplano, la que ha sufrido diversos cambios climáticos y poblacionales a lo largo de los siglos. Un ejemplo de esto fue un ciclo con mayores precipitaciones que en la actualidad, ocurrido entre los años 2.500 y 1.100, que permitió la dispersión y aumento poblacional de comunidades indígenas agropastoriles que contaron con mayor disponibilidad de agua y recursos naturales.
Claro que no sólo el clima cobra importancia al determinar las variables demográficas de la zona, pues la dominación/colonización europea, que trajo consigo un desarrollo progresivo de la minería del siglo XVI, también afectó a las poblaciones nativas andinas.
Sin embargo, entre los años 1820 y 1960 se originó un nuevo proceso de disminución poblacional de las comunidades andinas, la que fue estudiada a fondo por un equipo de paleodemógrafos, paleoecólogos y arqueólogos de la Pontificia Universidad Católica de Chile, la Universidad de Tarapacá y el académico del Instituto de Conservación, Biodiversidad y Territorio de la Universidad Austral de Chile, Dr. Duncan Christie. Algunos de estos investigadores forman parte de proyecto Anillo de CONICYT “Cambios sociales y variabilidad climática a largo plazo en el Desierto de Atacama”, y cuyos resultados fueron publicados en la revista PLOS ONE.
Utilizando información proveniente de los anillos de los árboles -que dio a conocer las precipitaciones de la época- y datos económicos y demográficos nacionales, determinaron que hubo una baja en las precipitaciones de los Andes semiáridos, lo que impactó negativamente en la actividad de los pastores andinos. A esto se sumó el crecimiento exponencial de la industria del nitrato a gran escala en las tierras bajas adyacentes al Desierto de Atacama, lo que exigía la presencia de miles de trabajadores. Viendo aquí una oportunidad para reponerse de su alicaída economía, miembros de dichas comunidades abandonaron sus territorios para dedicarse a esta labor en auge.
“Nuestros resultados son consistentes con el inicio de esta intensa actividad minera y el aumento de las exportaciones de nitrato a Europa durante 1830. De hecho, esta industria fue el motor económico de la región, provocando masivas migraciones. Lamentablemente, esto, más la sequía, afectaron la estructura familiar y modo de vida tradicional de las poblaciones andinas”, explican los autores del estudio. Agregaron que esta suma de causas sociales y ambientales, ayuda a comprender la importancia de las interacciones humanas con el medio ambiente y puede replicarse a nivel mundial para entender las actuales migraciones que se están dando por el cambio climático global.