En las últimas semanas hemos escuchado y hablado mucho de las ideas de ciudadanía y participación. Sin embargo, la consciencia de que dichas nociones deben extenderse también a nuestras interacciones digitales es algo que muchas veces queda (lamentablemente) en entredicho.
En el contexto educativo, las plataformas virtuales se han vuelto herramientas prácticamente imprescindibles. Pero ese lugar común -repetido hasta el cansancio- exige que nos planteemos diversos desafíos que ellas conllevan y que hemos de enfrentar a través del diálogo y la participación. Por ejemplo, ¿por qué el hecho de no vernos las caras o no escuchar nuestras voces permite que, en ocasiones, normalicemos tratos hostiles o conductas ofensivas? Para todo ello puede ser importante rescatar la idea de «ciudadanía digital».
La ciudadanía digital hace referencia a «todos aquellos conocimientos, habilidades y actitudes fundamentales para que niños, niñas, jóvenes y adultos se desenvuelvan en una sociedad democrática a través del uso de las Tecnologías de Información y Comunicación, de manera responsable, informada, segura, ética, libre y participativa, ejerciendo y reconociendo sus derechos digitales y comprendiendo el impacto de estas en su vida personal y su entorno» (MINEDUC, 2018).
La ciudadanía digital no solo implica información y conocimiento sobre las tecnologías en las que nos desempeñamos, sino que tiene también una dimensión de convivencia digital. Ella implica tener consciencia de que todas nuestras interacciones virtuales dejan una huella no solo online, sino también en nuestras vidas personales y en las experiencias de otros u otras. Ridiculizar las opiniones del resto, difundir noticias o información íntima o falsa de otras personas, burlarse directa o indirectamente de otro o de sus características por redes sociales son conductas contrarias a la dignidad que merecemos todos y todas en el ejercicio de nuestros derechos.
Ser ciudadanos y ciudadanas en la era digital exige al menos dos desafíos. Por un lado, abstenerse de incurrir en conductas de ciberacoso, violencia y discriminación. Por otro lado, dejar de ser testigos pasivos de dichas conductas y actuar promoviendo el uso democrático, ético y responsable de las plataformas digitales. ¡Súmate!