Este texto fue publicado en LOFscapes, un espacio de discusión crítica acerca de la transformación del paisaje chileno, particularmente en las últimas dos décadas. Es parte de la red Corporación Cultura de Paisaje en Chile y fue seleccionada por «Land8-Landscape Architects Networks» como uno de los sitios web «Top 10» del concurso Land8 Social Media Awards in Landscape Architecture 2018, en la categoría «Top 10 Social Media Accounts – Allied Organizations”.
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Resumen:
“Durante los últimos veinte años, el crecimiento expansivo de la ciudad de Valdivia ha ido absorbiendo parte del sistema natural de humedales que la rodea. Estos sitios son actualmente reconocidos por los habitantes y autoridades como “humedales urbanos,” otorgándoles valor en el discurso (1). Sin embargo, en cuanto a su realidad física, se constituyen en su mayoría como lugares marginales e imperceptibles, alejados de ser un elemento estructurante para la ciudad. Desde esta perspectiva, se hace necesario visibilizar los humedales como una oportunidad para recuperar la relación con la historia y las preexistencias que aún conserva la ciudad”.
La ciudad de Valdivia se encuentra inserta en un sistema natural de alto valor escénico y ecosistémico (2) caracterizado principalmente por la presencia de agua en múltiples formas. Esto se explica, primero, porque se emplaza en la confluencia de tres cuencas hidrográficas que definen su paisaje de origen: la cuenca de los ríos Cruces, Calle Calle y Valdivia Bajo. Y segundo, por el terremoto e inundación de 1960. Luego de que el terreno se hundiera, las aguas redefinieron sus cauces, volviendo algunas a brotar desde la tierra, dando origen al sistema de humedales que moldea hoy el paisaje del centro urbano y alrededores (3).
En la actualidad, el sistema de humedales de Valdivia se encuentra altamente amenazado por la expansión urbana y, con ello, el relleno de sus bordes, la construcción ilegal de viviendas y canales de drenaje, junto a la quema de vegetación palustre, propia de estos ecosistemas (4). Pero también, por los efectos del cambio climático, deteriorándose su condición hídrica y biodiversa y, por ende, la capacidad de controlar inundaciones e infiltrar las aguas lluvias (5). Sumado a esto, la imposibilidad de ver y de recorrer los humedales desde la ciudad, trae con sigo una desvinculación sensorial, de experimentación y de memoria de las personas con respecto a los humedales y, como consecuencia, su marginación del paisaje urbano. Lynch, en su libro La imagen de la ciudad explica que: “…el observador escoge, organiza y dota de significado lo que ve.” (6) Desde esta premisa se puede especular que, si los humedales urbanos no logran ser percibidos de manera tangible por las personas, no conseguirán formar parte de la imagen colectiva que se tiene de la ciudad.
Los espacios de contacto entre ciudad y humedal son lugares que tienen el potencial de reestablecer un vínculo entre observador y naturaleza, construyendo otro paisaje. Consolidarlos permite entender a los humedales urbanos como un elemento de valor, tanto ecológico como ambiental, configurando una renovada imagen y con ello identidad ciudadana. En Valdivia, cuando un humedal se puede ver, es más fácil que se reconozca como tal y por lo tanto valorar. Por el contrario, aquellos cuyos bordes no permiten ningún vínculo con la trama o percepción colectiva, comúnmente corresponden a un ecosistema deteriorado y/o explotado. Se podría decir entonces que mientras más visible sea un humedal urbano, mejor será su estado de conservación y con ello el interés de su consolidación.
Sin embargo, la condición actual y específica de cada uno de los humedales que componen el sistema varía ampliamente dependiendo de la influencia que las dinámicas urbanas ejercen sobre éstos. Los humedales que se encuentran fuera del límite de expansión urbana, como el Santuario de la Naturaleza Carlos Andwanter (7) y el humedal Santo Domingo, son los de mayor envergadura y de vital relevancia para la ciudad, por la cantidad de servicios ecosistémicos que prestan (imagen1). También se puede distinguir humedales en transición rural-urbano (imagen 2), como Angachilla (imagen 3-4), Las Mulatas (imagen 5), Prado Verde y Estancilla. Estos tienen una parte de su superficie dentro del actual límite urbano, pero el nuevo PRC de Valdivia los deja dentro de este límite en su totalidad. Pese a que están directamente conectados con algún curso de agua mayor, corren el pronto riesgo de entrar en decadencia. Por último, están los humedales que se encuentran totalmente confinados en la trama urbana y que, además de poseer un área menor a los anteriores, se han ido reduciendo con los años. Estos solamente se conectan al sistema mediante las aguas subterráneas que corren bajo la ciudad. Algunos ejemplos son humedales como el Miraflores (imagen 6), Catrico, Beneficencia y Kramer (imagen 7), entre otros.
Si bien es cierto que la cantidad de servicios ecosistémicos que presta un humedal se encuentra en directa relación con el tamaño que éste tenga (a mayor tamaño, mayor biodiversidad y capacidad de absorción de agua), cuando hablamos de humedales urbanos, se hace urgente comprenderlos, primero, como sistema. Ya que, pese a lo reducidas de algunas áreas, la sumatoria de ellas y su distribución, sí pueden afectar al número de beneficios. Y segundo, valorarlos no solo desde su aporte ambiental, sino también desde su valor cultural como parte de un contexto urbano. Efectivamente, su importancia trasciende el discurso de los servicios ecosistémicos hacia un valor histórico que promueve la configuración de una identidad local, desarrollando cultura y herramientas de manejo e interpretación del territorio. En este sentido, el sistema de humedales urbanos de Valdivia, representa un paisaje donde las condiciones climáticas, geográficas y naturales constituyen un patrimonio colectivo para quienes lo habitan.
Los humedales son reminiscencia de la historia geomorfológica y antrópica de la ciudad, evidencia de los grandes movimientos y transformaciones del territorio (8), sin embargo, se esconden bajo una ciudad que, hasta ahora, no ha sabido reconocerlos. Visibilizarlos, cuidarlos y promover su participación en el paisaje urbano, puede ayudar a recuperar un patrimonio que aún perdura en la memoria de sus habitantes, para así reconstruir el relato de la historia del paisaje de Valdivia. El primer paso es lograr “hacer ver” para luego experimentar activamente el “estar ahí,” y con ello —de una vez por todas— hacer aparecer con fuerza el carácter y espíritu que subyace bajo una ciudad que crece aceleradamente, con el peligro de olvidar a ratos la historia que la sostiene.