*El rescate de la herencia cultural para beneficio de las generaciones actuales y futuras, parece ser el sentido último de la conservación patrimonial. Una actividad significativamente valorada en diversas partes del mundo, y donde la Universidad Austral de Chile tiene mucho que decir.
Los objetos culturales hablan por sí mismos, cuando se los descubre, conserva y restaura. Así al menos queda demostrado cuando se ingresa por los estrechos pasillos del Laboratorio de Conservación y Restauración (Dirección Museológica) UACh, en Valdivia, entidad que desde fines de los noventa, desarrolla acciones de conservación y recuperación que nos acercan al legado cultural de un pasado lejano, así como de la historia reciente.
Aunque sus orígenes se remontan a 1993 con la ayuda del gobierno alemán, no fue sino hasta mediados de 1998 cuando, bajo la administración de la actual Dirección a cargo de la arqueóloga Leonor Adán Alfaro, el recinto comienza a tomar forma como Laboratorio de Conservación Patrimonial, convirtiéndose hoy día en el depósito de una de las colecciones más valiosas del sur de Chile.
Ese mismo año, y cuando sólo existía una bodega cerrada y otras tantas colecciones dispersas por los rincones del conocido Museo Histórico y Antropológico Mauricio van de Maele de la UACh, llegaba hasta ese lugar la Licenciada en Conservación y Restauración, Susana Muñoz Le Breton para encabezar el trabajo interdisciplinario que permitió dar un nuevo impulso al quehacer de preservación patrimonial en esta parte del país.
El primer paso -dice la profesional- fue reorganizar las colecciones para hacer la clasificación de depósito que corresponde en estos casos. «Se ordenó temáticamente, y se hizo una distribución del espacio (Laboratorio), disponiendo las colecciones desde las más hasta las menos sensibles, categorización que se mantiene hasta hoy, y que define el tipo de resguardo e intervención al que son sometidas».
Niveles de Intervención
Mientras más uno se adentra en el fascinante mundo del rescate patrimonial, más queda claro que existen diferentes niveles de intervención en las añosas piezas. Como lo explica Susana, existe la conservación preventiva y la conservación directa o curativa, y fuera de ellas lo que se conoce como restauración.
El primer nivel de conservación -dice- es aquella en la que no se interviene la materia sino, que las condiciones del medio ambiente (control climático, luz, humedad), incluyendo la correcta manipulación, transporte, almacenaje y exposición de los objetos culturales. El segundo nivel implica la intervención de las piezas con elementos tanto físicos como químicos, modificando su estabilidad con respecto al medio ambiente en el que se encuentran. Por cualquier de las dos maneras, la idea es prolongar lo más posible la existencia de los objetos para su reconocimiento cultural o uso social.
Un paso más allá en la preservación de estos bienes lo constituye la Restauración, actividad que por sus características, considera un trabajo mucho más acucioso y el uso de insumos específicos, la mayoría de ellos importados y por tanto de alto costo. Los elementos utilizados dependen de la materia que constituye al objeto, por ejemplo para la restauración de papel se recurre a los procesos técnicos y productos usados en Japón de donde se importa papel arroz de distintos gramajes y tintes, pinceles y almidón de arroz. Para la restauración de pinturas se hace un procedimiento similar; se recurre a los que tienen más experiencia en el tema, importando productos italianos específicos para restauración de pintura y barnices.
La Ruta de la Restauración
Este tercer nivel de intervención suele estar reservado sólo para aquellas piezas que lo requieren, tanto para ser exhibidas como para asegurar su existencia o permitir su conocimiento. Aquí -señala la especialista-, se requiere trabajar directamente en el objeto alterando tanto las formas físico-mecánicas como la presentación visual con el fin de facilitar su comprensión y su significación histórica respetando, bajo normativas internacionales, su estética, su historia, su integridad física y/o la intención del artista.
Para la restauración de cerámica, por ejemplo, se requiere de un trabajo multidisciplinario que se inicia conociendo los requerimientos en términos formales que el arqueólogo y el investigador solicitan de la pieza y cual va ha ser su destino final, deposito o exhibición. Se hace un ordenamiento estructural de los fragmentos y se evalúa su levantamiento sobre el resultado del objeto, es decir, sólo se unen sí los fragmentos existentes permiten dar forma a una estructura que dé una imagen clara de la pieza. «…posteriormente se hace un análisis formal de la pieza con el profesional responsable para determinar los aspectos más relevantes, llevando a cabo la recuperación estética, siempre considerando la mínima intervención, es decir, que exista un equilibrio ético, entre la lectura y la intervención del objeto».
El trabajo de los libros, en tanto, es mucho más complejo. El análisis comienza con el libro armado desde el exterior hacia el interior de todos sus elementos, hasta la disposición de cada una de las hojas y sus cajos, (doblez final que forma el lomo de cada cuardernillo) y materialidad de cada uno. Si se requiere su desarmado, dependiendo del estado del libro, se puede hacer una limpieza en seco o en húmedo. «En este último caso se busca neutralizar la acidez del material tanto del papel como de la tinta y para ello se sumergen las hojas en determinadas soluciones alcalinas, lo que permite prolongar su conservación en el tiempo».
No cabe duda que este Laboratorio, ubicado en la parte posterior del Museo Histórico y Antropológico Mauricio van de Maele de la Universidad Austral de Chile (Los Laureles S/N, Isla Teja), mantiene en su depósito parte importante de nuestra historia. Incluso de la historia más antigua de la que se tenga registro en América: la colección Monte Verde derivada de la investigación arqueológica que durante las décadas del setenta y ochenta encabezó el arqueólogo norteamericano, Dr. Tom Dillehay y que sólo hacia fines de los noventa obtuvo reconocimiento mundial como el sitio de ocupación humana más temprano de América de Sur.
En todo este trabajo de rescate patrimonial del Laboratorio de Conservación también colaboran los arqueólogos Rodrigo Mera M. y Doina Munita P. (documentación total de la colección), Paola Baez M., (especialista en reprodución vegetal para el almacenaje y documentación de los restos botánicos del sitio Monte Verde), Claudio Zaror Z., (tesista de Antropología, para documentación y almacenaje de la misma colección), y los alumnos de las carreras de Biología Marina, Periodismo, Arquitectura y Antropología que cada semestre efectúan pasantías en el Laboratorio.
Si bien la Universidad Austral de Chile, con su cincuentenaria tradición, ha desarrollado desde sus orígenes un arduo trabajo en materia de promoción cultural y conservación, no ha sido sino durante los últimos años cuando se han registrado los principales avances.
El quehacer de este Laboratorio, es sólo una muestra, que bien vale la pena conocer. Una unidad vinculada a importantes instituciones del área como el Centro Nacional de Conservación y Restauración, Centro Nacional de Conservación de Textiles, Museo Histórico Nacional, Centro Nacional de Conservación y Restauración, y al Centro de Patrimonio Fotográfico; y que por la variedad y valor patrimonial de sus colecciones (ver recuadro) lo han convertido en un referente en el sur de Chile, que sin duda, seguirá dando mucho de qué hablar.
Colección de Documentos y manuscritos
Relativos a la etapa de colonización de la ciudad desde el siglo XVII, se encuentran desde documentación de ordenanzas militares e informe de ingenieros. Además, documentación de familias inmigrantes como Frick, Jacobs, Clerius, Anwandter, Schwarzenberg y Hettich.
Colección Philippi: La colección documental de Rudolph Amandus Philippi está