Existen diferentes visiones respecto a lo que ha sido la gestión del gobierno a la hora de enfrentar la pandemia. Por un lado, y desde el oficialismo, existen dos que se diferencian con claridad: una mayoría que avala las decisiones que ha tomado el ejecutivo en materia de sanidad y en lo que respecta a las medidas económicas y a los apoyos sociales. Lo anterior, en función de una mirada que busca presentar al gobierno como una entidad responsable, alejada de la tentación del populismo, y altamente eficiente en lo que respecta a la gestión de la pandemia, lo que evidenciaría una imagen de gobernabilidad futura. A su vez, también hay una minoría oficialista que -sin cuestionar con fuerza las decisiones del gobierno- terminó aprendiendo e instrumentalizando algunas lecciones del contexto social post 18 de octubre, lo que ha provocado que algunos de sus referentes políticos hayan entendido que sus posibilidades electorales futuras dependen de evidenciar una nueva mirada en el sector, y en donde la primacía de la economía no puede ser un factor que condicione el derecho a la salud y la dignidad de las personas. En este sentido, este último grupo se ha caracterizado por realizar diagnósticos y evaluaciones más racionales respecto a los que ha hecho la mayoría oficialista en torno a lo que ha sido la gestión de la pandemia, pero no ha ofrecido alternativas que realmente empujen o modifiquen las decisiones de Piñera hacia lo que es su nueva visión de la centroderecha. Muy por el contrario, y en una dinámica de prospectiva electoral, pareciera ser que ellos saben que el potencial éxito de esta minoría oficialista dependerá de la adecuada diferenciación del gobierno.
Por el lado de la oposición, hay un conglomerado que -si bien está fragmentado desde antes del 18 de octubre- ha logrado aunar posiciones a la hora de calificar como tardías y pobres las medidas que el gobierno ha ido adoptando en lo que respecta a la gestión de la crisis sanitaria. Sin embargo, esta unidad es artificial y débil, ya que no se ha logrado a partir de una dinámica orgánica y colectiva de la oposición, lo que evidencia la ausencia de un liderazgo que unifique no sólo un proyecto de gobierno, sino también alternativas de políticas que permitan una mejor gestión a la crisis sanitaria, social y económica en la que estamos.
Ante esto, y ante la presencia de una crisis altamente compleja y repleta de incertezas, puedo señalar que el oficialismo y la oposición no han estado a la altura, contribuyendo así a perpetuar el desapego de la ciudadanía con la clase política. Esto se demuestra en función que estos conglomerados han decidido enfocar sus esfuerzos -en lo que refiere a la gestión de la pandemia- a partir de iniciativas que no están pensadas en una lógica de Estado, sino que se orientan a satisfacer instrumentalmente sus respectivos intereses ideológicos y electorales, perdiéndose así una valiosa oportunidad para comenzar a retomar la confianza ciudadana.