Como “la experiencia más grande de mi vida” describe Mauricio Vergara Orrego, estudiante de la Escuela de Tecnología Médica de la Universidad Austral de Chile, su labor como interno hospitalario en la ciudad de Concepción, una de las más azotadas con el reciente terremoto que afectó a nuestro país.
Desde el 01 de diciembre de 2009, el joven de la UACh permanece en el Hospital del Trabajador ACHS de Concepción, cumpliendo con su Internado Hospitalario correspondiente a la Unidad de Laboratorio Clínico de su carrera y, como muchas personas que vivieron aquella fatídica madrugada del 27 de febrero en las zonas más afectadas , relata que “mientras la tierra se sacudía, pensaba que era un mal sueño, y hoy recién me siento a pensar cómo en 1:37 minutos puede cambiar lo que tal vez se ha construido en años”.
El joven señala que, junto a unos vecinos – en ese momento se encontraba a 4 kilómetros del Hospital – pasaron la noche sin dormir en un terreno libre de construcciones cercano al Cementerio Municipal. “Veía ya con luz natural el caer de los nichos y desmoronar las tumbas del lugar, sin duda impresionante”, recalca.
Pensando en sus familiares y “tratando de contactarlos en una espera que parecía infinita”, Mauricio acudía al llamado del personal del Hospital – a través de radiodifusión, el único medio en el momento – para colaborar con la extrema situación.
Contra la adversidad
Caminar 4 kilómetros para llegar al centro asistencial – no había locomoción alguna – con delantal en mano, uniforme y bolso y entre el caos generado entre los saqueadores y las fuerzas de orden, no fue tarea fácil.
“Había muy poco personal y muchos pacientes que llegaban a Urgencia, de un total de 7 Tecnólogos Médicos y 6 Técnicos de Laboratorio, sólo habían 2 Tecnólogos. Estábamos recibiendo todos los traumatizados del terremoto y no había agua, solo luz.”, señala.
La ventaja del laboratorio donde realiza su práctica el estudiante, “Bionet” – que es particular y se encuentra dentro del hospital –, y que permitió que se trabajara sin problemas, es que cuenta con equipos de química seca (Vitros). Ningún reactivo es líquido y no usan destiladores, por lo que derivaron exámenes de toda la región hacia este lugar.
“El trabajo era inmenso, era el único laboratorio que podía trabajar a un 80% de su capacidad, algunos profesionales trabajaron incansablemente 60 horas sin parar. También tuve que realizar otras tareas como paramédico y auxiliar que escapan a mi profesión”.
Para Mauricio, lo que se puede considerar como una hazaña, “ha sido una oportunidad de vivir una experiencia que creo a muchos estudiantes seguro hubiesen realizado con gusto, sólo que me tocó a mí estar ahí, y muchos de mis compañeros con los que me logré comunicar preguntaron si podían venir. Me acordé mucho de ellos y en lo aprendido en mi Universidad”.