En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) invita a las masas a no dejar de salir a los restaurantes, y a combatir al SAR-CoV2 con abrazos y amor. En los EE.UU., el presidente Donald Trump asegura que desea ver las iglesias repletas en pascuas, anunciando que se encuentra contemplando poner fin a las restricciones de distanciamiento social pues “el remedio no puede ser peor que la enfermedad”, según dijo. Estos sujetos deben estar locos, ¿No es cierto?
Evaluar si los dichos de AMLO y Trump tienen sentido implica necesariamente poner un valor a la vida humana, cosa que los economistas hemos hecho por décadas. Partamos por lo evidente qué, por su misma naturaleza, tiende muchas veces a ignorarse: no se infringe ninguna violación ética al asignar un valor a la vida humana. Evidentemente no vale cero, pues ciertamente deseamos salvar vidas siempre. Pero tampoco vale infinito, pues si salvar a una vida costara el PIB mundial (lo que implicaría la muerte de 7 mil millones de personas) no lo aceptaríamos. En la práctica, cada vez que compramos un seguro de vida estamos poniéndole valor. En cursos de recursos naturales, si el costo de limpiar un sitio con desechos tóxicos es mayor al costo de la mortalidad que ocasiona a un valor de 10 millones de dólares por persona el proyecto no se realiza. En el otro extremo, realizando ciertos proyectos en África, 2 mil dólares bastarían para salvar una vida.
Una baja en la actividad económica genera pobreza, y la pobreza mata. Las personas más pobres tienen una mayor probabilidad de morir al enfermarse. Puede ocurrir que personas se suiciden al perder su trabajo. En general, se ha calculado que por cada pérdida en la actividad económica de 100 millones de dólares se pierde una vida humana. En el actual contexto, Martin Eichenbaum de Northwestern University ha calculado que salvar una vida humana, en términos de los costos asociados a prevenir la dispersión de SAR-CoV2, cuesta 2 millones de dólares. Lo que nos permite comparar vidas vs vidas e invertir hasta 50 veces más que lo que estamos gastando actualmente.
No estoy diciendo que sea el momento de levantar todas las medidas de distanciamiento social y cuarentena. Digo que es el momento de empezar a considerarlo, tomando en cuenta sus implicancias en todos los sentidos, no solo el epidemiológico, sino también el político, económico, social, etc.