Me escribe un gentil colega, que con paciencia gestiona estas crónicas académicas de los jueves, esperando que las musas de invierno me inspiren. Y en verdad, no estoy como Serrat por quien las musas «han pasao», sino todo lo contrario. Las musas invernales me traen asuntos como lluvias de las de antaño.
Entonces tomemos un tema: aproveché el receso invernal para ver las casi quince horas de la tetralogía del Anillo del Nibelungo y su grandioso final: El crepúsculo de los dioses. De allí a leer Wagner en clave actual hay menos que un paso. En consecuencia ¿escribiré de la crisis de la elite chilena? De esa que desde el siglo pasado nos ha tenido la vida tomada a punta de abusos reiterados, colusiones, evasión de impuesto, coaptación de la política y robos a mansalva y en quien ya no confiamos. Bah, ya lo ha hecho estupendamente bien Alberto Mayol; y por lo demás los decidores, los poderosos, cambian de piel y el Gatopardo sigue reinando.
Si estamos en esto hablemos de las AFP, con las que, luego de las marchas del domingo, queda claro que muy pocos están de acuerdo y muchos indignados. No. El tema está muy por sobre mis limitados conocimientos, aunque una pregunta me sigue penando ¿Por qué todos quieren pertenecer al antiguo régimen previsional, ese, del cual nos dijeron que era el «malo» y de cuyos males las AFP serían santo remedio? ¿No nos habrán…? Y que tal escribir de Edy Bermúdez, el caballero de impecable traje, que, en una breve estadía, no sólo cambió el básquetbol de nuestra ciudad, sino constituyó un remezón social, cuya historia y ecos no han sido debidamente estudiados. No, para eso necesito muchísimo trabajo y tiempo acorde.
Y del movimiento estudiantil, terreno resbaloso, porque particularmente soy admirador de la lucha que los estudiantes han levantado en este siglo. Sin embargo, creo que hay que ver ciertos datos indesmentibles. El daño producido en nuestra Universidad Austral de Chile ha sido y sigue siendo tremendo. Y este daño recae en primer lugar justamente sobre aquellos que, no me cabe duda, con las mejores intenciones del mundo, han apoyado el paro.
Y la abundancia no siempre implica entonces ventajas, porque cuando tantas ideas dan vuelta en la cabeza, esta termina mareándose y como en este caso, teniendo tantos temas, no escribí de nada.
LEER COLUMNA EN EL DIARIO AUSTRAL REGIÓN DE LOS RÍOS