*Cada 31 de marzo se celebra en Chile el “día de las regiones”. Todos los años se realizan actividades en diversas regiones para recordar lo añejo de nuestro centralismo y reivindicar los desafíos pendientes para avanzar en esta materia. El año 2013 escribí una columna de opinión con el mismo nombre y con una conclusión no muy alentadora.
En ese entonces, las condiciones y reformas que se estaban planteando, en mi juicio, no daban esperanza para avanzar sustantivamente en esta materia. Seis años más tarde y ante las reformas aprobadas el año 2017, sumado a las 15 competencias iniciales anunciadas durante el mes de Febrero, se augura un escenario mucho más favorable que el del 2013, lo cual da para entusiasmarse, pero no para celebrar hasta la madrugada…. ¿Por qué esta posición algo más alentadora? A lo menos 3 razones se combinan para tomar esta posición.
La primera de las razones es histórica. La herencia borbónica, jacobina y portaliana de nuestras instituciones políticas y públicas, nos pesa a diario y es el principal contrincante que se tiene a la hora de reformar profundamente el centralismo político. Sólo detengámonos a pensar un momento en que la palabra Intendente para la tradición borbónica significaba “Burócrata leal al rey”, símbolo y palabra que nos acompañará hasta el 6 de Enero del 2021. Esta herencia centralista es transversal, se encuentra en todo el espectro político, por tal razón avanzar en esta materia es muy lento, dado que los incentivos están puestos en el centro político y no en las élites e instituciones políticas regionales. De ahí que, a diferencia del año 2013, hoy se aprecia un avance por el sólo hecho de que se elegirá “Gobernador Regional” y de que existen más legisladores sensibilizados con la descentralización, los cuales han logrado lentamente permear con su discurso en los partidos políticos, generando una incipiente predisposición a canalizar iniciativas tendientes a enfrentar el centralismo.
Segundo, a diferencia del año 2013, hoy existe una mayor sensibilidad en la sociedad civil con la descentralización. Especialmente en lo referido a cuestionar lo nefasto que es vivir en regiones en condiciones de tutelaje político y, por ejemplo, rechazar “como normal” que los problemas importantes en comunas y regiones muchas veces deban esperar la visita de un ministro o del propio presidente de la república para su solución. Gradualmente se ha logrado permear en los líderes sociales con el discurso de la descentralización, asociado fundamentalmente a la autonomía política y a la necesidad de aumentar la administración de recursos en el nivel regional.
El tercer argumento es el contextual. La necesidad de que los partidos políticos estén pensando en sus mejores opciones para competir en las próximas elecciones de gobernadores regionales, es el primer paso para generar un “contexto social y político” favorable, aunque tenga como dinamizador el “móvil electoral”, para profundizar la descentralización política que recién comienza. Este es un camino esencial para tomarse en serio este proceso, especialmente en la estructura de los partidos políticos. Dado que deberán reclutar candidatos (as), pero aún más importante será cuando estos candidatos ejerzan el cargo, esta razón los obligará a dimensionar y hacerse cargo de las debilidades que implica en la práctica las reformas aprobadas. Es decir, los obligará a presenciar en la práctica la complejidad de hacer convivir a un Gobernador (a) Regional electo con un Delegado Presidencial Regional designado. Sólo así, y a raíz de la presión que pondrán los propios afectados y la sociedad civil al proceso, estimo que serán los propios partidos políticos los que provocarán una segunda ola de reformas tendientes a profundizar la descentralización política en el país.
Por estas razones, creo que será un 31 de marzo distinto a los anteriores. Dará para esbozar una sonrisa nerviosa y una celebración moderada, respecto de la puesta en marcha de algo que con tantas ganas se ha esperado en regiones, al menos en su elite.