Con motivo del Día Mundial del Sueño 2024 y su lema “Equidad del Dormir para la Salud Global”, se nos recuerda la importancia crítica del sueño en el mantenimiento de nuestra salud y bienestar. Esta celebración subraya cómo un descanso nocturno de calidad es un derecho fundamental, aún no universalmente garantizado.
Es vital entonces diferenciar entre el acto físico de dormir, del proceso mental de soñar. Mientras que dormir representa un estado de reposo esencial para la recuperación física y el rendimiento óptimo, soñar juega un papel crucial en el procesamiento consolidación de las emociones y la memoria. Ambos procesos, se desarrollan en paralelo durante la noche, son vitales para nuestro ciclo de descanso y están regulados por un reloj central (localizado en el cerebro-Núcleo Supraquiasmático) que sincroniza cada uno de nuestros relojes localizados en cada célula y órgano, es decir es una señal de tiempo que le dice a nuestro cuerpo qué hora es y de esa manera pueda organizar sus funciones de acuerdo a aquello, para evitar conflictos y optimizar la salud y el rendimiento.
Lamentablemente, la sincronización de nuestro reloj biológico, dependiente de la alternancia natural entre día y noche, se ve comprometida por la exposición a luz artificial nocturna. Esta interrupción inhibe la producción de melatonina, desencadenando una cronodisrupción con consecuencias severas para nuestra salud, incluyendo trastornos reproductivos, metabólicos, cognitivos, y un aumento en el riesgo de cáncer, ya que los procesos regulados por lo hormona del descanso, melatonina, dejan de ocurrir. Además, esta condición es exacerbada por la demanda de servicios 24/7, resultando en una contaminación lumínica que desacopla nuestros relojes internos. Un informe reciente de la ONU enfatiza cómo esta contaminación trasciende la salud humana, impactando ecosistemas enteros y alterando patrones migratorios y de desarrollo de diversas especies, poniendo de relieve la contaminación lumínica como un problema antropocéntrico global.
En el ámbito humano, la cronodisrupción surge también de condiciones laborales adversas, como el trabajo nocturno y la exposición prolongada a luz artificial, aumentando la vulnerabilidad a enfermedades no transmisibles como la hipertensión, diabetes, cáncer y depresión. En este contexto, nuestras investigaciones en el laboratorio de Cronobiología del Desarrollo de la Facultad de Medicina de la Universidad Austral de Chile, con más de dos décadas de estudios, han evidenciado cómo la cronodisrupción puede comprometer el embarazo y el desarrollo fetal bajo condiciones adversas de fotoperiodo. Este enfoque se alinea con la teoría del Origen Fetal de la Salud y la Enfermedad (DOHAD; por sus siglas en inglés), que explica cómo las exposiciones tempranas a agentes nocivos durante la preñez pueden influir significativamente en los resultados de salud más adelante en la vida adulta de esos fetos gestados bajo condiciones adversa, por lo tanto, las consecuencias de la cronodisrupción gestacional también se extienden hasta la adultez aumentando la probabilidad de adquirir enfermedades no transmisibles. Factores ambientales como la dieta y el estrés pueden exacerbar los efectos adversos de estas disrupciones, subrayando la importancia de mantener un ritmo circadiano saludable a lo largo de la vida para prevenir enfermedades no transmisibles y mitigar el impacto de la cronodisrupción gestacional.
Aunque hemos avanzado en la comprensión de estos efectos mediante modelos animales, aún queda un amplio campo por explorar, especialmente en cuanto al impacto a largo plazo en la calidad de vida y las implicaciones específicas en la fisiología femenina.
En este Día Mundial del Sueño hacemos un llamado a la acción colectiva para destacar la importancia del descanso reparador y combatir las barreras que lo impiden, promoviendo así sociedades más equitativas y saludables. Por ello, abogar por la equidad del sueño implica un compromiso continuo con la investigación y el desarrollo de intervenciones efectivas que mejoren la salud individual y aborden los desafíos globales de salud pública.