En la actualidad, en Chile alrededor del 25% de la población son jóvenes entre 15 y 29 años, de los cuales un 80% aproximadamente se encuentra matriculado en alguna institución educativa, según los datos de la última encuesta del Instituto Nacional de la Juventud realizada en el año 2015. “Esto implica que un alto porcentaje de la población chilena se encuentra en un periodo de desarrollo socioeducacional, con importantes cambios a nivel personal y atravesando una etapa de transición desde la adolescencia hacia la adultez”, comenta Zayra Antúnez Sanhueza, psicóloga y Doctora en Psicología Clínica y de la Salud, quien es profesional del Centro de Salud Universitario e integrante de la Mesa de Salud Mental Estudiantil, Dirección de Asuntos Estudiantiles UACh.
“Particularmente, las y los universitarios se encuentran en una etapa de adaptación que implica aumento en su autonomía y en las responsabilidades que enfrentan. Muchos jóvenes deben trasladarse de ciudad y enfrentar la distancia de su familia y amigos, lo que puede provocar sentimientos de soledad y desprotección. Lo anterior, asociado a veces a dificultades económicas, crea un contexto de vulnerabilidad en los estudiantes de educación superior”, explica la profesional.
Recientemente se dieron a conocer los resultados de la primera encuesta nacional universitaria realizada en el año 2018 por la psicóloga Ana Barrera, la que se aplicó a 600 estudiantes de las Universidades Católica de Temuco, de Concepción y Tarapacá, revelando que el 44% de los universitarios tiene o ha tenido problemas de salud mental. A su vez, los últimos estudios chilenos realizados en esta población indican altos índices de depresión, ansiedad, estrés, consumo de alcohol y drogas, ideación suicida, entre otros. Estas cifras coinciden además con las altas tasas de sintomatología que presenta la población general chilena, la que en el caso de la depresión por ejemplo, alcanza porcentajes de alrededor del 50% en síntomas, según lo reportado en el 2018 por el Centro de Estudios del Conflicto y la Cohesión Social, en conjunto con el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad. “Esto hace reflexionar acerca de lo que estamos enfrentando como país en el ámbito de la salud mental, donde recién en los últimos años se ha comenzado a visibilizar ésta problemática que afecta a millones de chilenos”, indica la integrante de la Mesa de Salud Mental Estudiantil UACh.
La Dra. Antúnez plantea que, dado que los universitarios componen una población expuesta a estresores psicosociales, “el estrés académico en particular puede ser un precursor importante de otros trastornos como los depresivos o ansiosos. Si bien el estrés es una activación fisiológica normal ante las exigencias que enfrentamos, que nos permite ‘funcionar’ y dar respuesta a ellas, la sobrecarga de exigencias puede provocar una exacerbación de esta activación y dar pie a una sobre-reacción en este ámbito, provocando niveles de estrés moderados o severos que ya no son sanos, sino que dificultan el funcionamiento”.
En ese contexto, ¿cómo un estudiante puede reconocer el estrés?
“Es importante tener en cuenta que el estrés presenta fases, según lo descrito por autores como Lazarus y Folkman (1986) y respaldado por múltiples investigaciones. Al principio, en la fase de alarma el organismo comienza a adaptarse a las nuevas demandas, generando algunas respuestas que pueden ser desagradables. En el caso de los estudiantes, esta fase se manifiesta en un constante estado de alerta, preocupación o activación, además de una sensación de que ‘la cabeza no para’, ya que cuesta aquietar los pensamientos y ello puede provocar insomnio u otros trastornos del sueño. También puede disminuir la tolerancia hacia ciertas situaciones, temas o personas, aumentando la irritabilidad.
“Posteriormente, la fase de resistencia implica que el organismo intenta adaptarse a estas demandas y responder. En esta fase muchas veces el estudiante logra funcionar adecuadamente, a pesar de los altos niveles de exigencia y sin que el cansancio se note demasiado.
“La tercera y última fase es la de agotamiento, en la que se comienza a notar el cansancio y desgaste. En este momento, el no haber descansado adecuadamente comienza a pasar la cuenta y el organismo puede llegar a cronificar los síntomas de agotamiento, desencadenando otros problemas como depresión y ansiedad. Es lo que actualmente podría estar ocurriendo con muchos estudiantes universitarios que, por los paros y movilizaciones estudiantiles, debieron terminar el segundo semestre del año 2018 en marzo de este año y comenzar enseguida el año académico 2019, sin un adecuado descanso entre ambos periodos”.
¿Cuáles son las manifestaciones del estrés?
“El estrés se puede manifestar a través de reacciones físicas, emocionales y en el comportamiento. Las reacciones físicas pueden incluir somatizaciones, es decir, la derivación de las tensiones o preocupaciones al cuerpo. Entre las más frecuentes están las cefaleas o dolores de cabeza, colon irritable o dolor de estómago, contracturas o molestias en la espalda, cansancio excesivo, sensación de opresión en el pecho, dificultades para respirar o taquicardia en situaciones de exposición académica, insomnio y mal dormir. A nivel emocional, las reacciones incluyen desánimo, desmotivación académica, ansiedad o inquietud constante, problemas para concentrarse o memorizar, irritabilidad, sensibilidad o baja tolerancia a la frustración. Las reacciones a nivel de comportamiento incluyen aislamiento, discusiones constates con la familia o amigos, evasión de responsabilidades o evitación de actividades académicas, faltar a clases, aumentar el consumo de café, cigarro, alcohol e incluso la necesidad de utilizar fármacos para mantenerse despierto o activo, para concentrarse o para dormir.
“Es relevante estar alerta ante las señales mencionadas anteriormente. Si las reacciones antes descritas provocan un malestar significativo en él o la estudiante, interfieren en su funcionamiento diario y se prolongan por un tiempo mayor a dos semanas, es importante consultar a un especialista”.
¿Cómo se puede prevenir el estrés académico?
“Existen estrategias de afrontamiento que permiten reducir y prevenir el estrés académico. En primera instancia es relevante evaluar las estrategias de estudio y organización, ya que ocurre frecuentemente que durante la enseñanza media no fue necesario desarrollar algunas técnicas para obtener un buen resultado académico. Sin embargo, no contar con herramientas básicas en este sentido hace que los estudiantes deban realizar un mayor esfuerzo para desarrollarlas durante los primeros años de universidad, siendo éste un importante factor de sobrecarga y estrés. Por ello, en primer lugar se deben revisar estas estrategias y modificarlas si fuera necesario, además de comenzar a planificar las actividades y aprender a priorizar, ya que esto ayudará a tener una sensación de control sobre las situaciones, que permitirá aumentar la seguridad en las propias capacidades y el rendimiento.
“Por otro lado, es necesario potenciar estrategias de autocuidado, alimentarse adecuadamente, realizar alguna actividad deportiva o recreativa al menos tres horas por semana, dedicar momentos a algún pasatiempo o actividad placentera. Realizar una adecuada planificación debiera dar tiempo a efectuar alguna de estas actividades.
“Otra estrategia es mantener una adecuada higiene del sueño, lo que implica intentar descansar por lo menos siete horas cada noche y no estimular el cerebro antes de dormir, por ejemplo, apagando la televisión, el computador y el celular al menos media hora antes de acostarse. Esto porque el uso de pantallas puede inhibir la producción de melatonina, hormona encargada de regular el sueño, haciendo que exista mayor dificultad a la hora de dormirse, que el descanso sea menos profundo y que al día siguiente la sensación de cansancio sea mayor.
“A pesar del malestar y la sobrecarga que se puede sentir, se debe tratar de mantener una actitud positiva y no dejarse llevar por los pensamientos negativos, ya que a veces centrarse excesivamente en los problemas dificulta ver la solución a los mismos.
“No podemos olvidar que somos seres sociales y que necesitamos contar con una adecuada red de apoyo. Por ello, generar y profundizar vínculos con la familia y amigos siempre es saludable, sabiendo que se puede recurrir a ellos en momentos difíciles. Por su parte, los padres deben estar alerta ante las señales explicadas anteriormente, intentar brindar apoyo y contención a sus hijos, preguntándoles directamente cómo se sienten, qué necesitan y cómo se les puede ayudar. Si se considera oportuno, se debe recurrir a psicólogos o psiquiatras que orienten y traten oportunamente al estudiante en caso de ser necesario”.
¿Cuál es el rol y desafío de las universidades?
“Tal como se ha descrito previamente, el estrés es un fenómeno multifactorial, que se debe a la unión de varios aspectos que pueden afectar al estudiante, acentuándose por la percepción de sobrecarga académica.
“Por ello, es importante que las instituciones de educación superior cuenten con políticas de salud y realicen acciones concretas para prevenir y potenciar una adecuada salud mental del estudiantado. Hoy en día, las estrategias y programas que posean las universidades son altamente relevantes para el bienestar de quienes estudian y trabajan en ellas, ya que muchas personas pasan la mayor parte de su día en estos espacios educativos”.
¿Qué iniciativas desarrolla la UACh en esa línea?
“La Universidad Austral de Chile (UACh), al igual que otras casas de estudios, realiza esfuerzos por otorgar acompañamiento y tratamiento psicológico a sus estudiantes a través de su Centro de Salud Universitario y el Departamento de Vinculación, Acceso y Permanencia Estudiantil, ambos dependientes de la Vicerrectoría Académica. No obstante, los nuevos desafíos implican dejar el rol paliativo para asumir un rol mucho más activo en prevención.
“En la comprensión que el efecto de las medidas preventivas y sanitarias de las universidades son las que impactan directamente en este sector de la población que va en aumento, la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAE) de la UACh impulsó en el año 2014, la creación de la Mesa de Salud Mental Estudiantil, que tiene como misión principal implementar políticas internas para la promoción de la salud mental de los estudiantes, fomentando una adecuada calidad de vida y potenciando su bienestar, la cual se encuentra activa y con proyecciones importantes actualmente. Es importante mencionar el trabajo interdisciplinario en desarrollo de la mesa, lo cual ha permitido a través del Instituto de Neurociencias de la Facultad de Medicina y la Alianza Chilena contra la Depresión, el diseño, aplicación y sistematización de las encuestas de Salud Mental Estudiantil, un modelo pionero de pesquisa online. La DAE a través de su Centro de Salud Universitario igualmente ha conseguido aplicar en plan piloto la primera Encuestas sobre la Calidad de Vida Universitaria; ambas iniciativas son importantes y prospectivas en el escenario nacional contemporáneo.
“A través del trabajo del equipo de la Mesa de Salud Mental se ha logrado detectar importantes necesidades de las y los estudiantes que coinciden con las demandas a nivel país. Sin duda, el desafío actual de las instituciones educativas es dar respuesta a estas necesidades y trabajar en medidas preventivas eficaces, en pos del bienestar y calidad de vida de sus estudiantes y donde todos los estamentos de la comunidad universitaria se vean beneficiados (as), en un escenario donde la salud mental es una preocupación de toda la sociedad chilena”.