Escrito por Dra. Paulina G. Flores y Dr. Rodrigo Cárdenas de Alliance Group Limited Nueva Zelanda, y Dr. Rodrigo Arias de la Facultad de Ciencias Agrarias y Alimentarias de la Universidad Austral de Chile.
Agricultores de distintas regiones del mundo han sido afectados por la llegada del nuevo coronavirus. China, la segunda economía más grande, es uno de los mayores socios comerciales de países como Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Francia y ciertamente Chile, entre otros.
La agricultura, como de costumbre está constantemente bajo presión a los cambios. Por ejemplo, la actividad está siendo cuestionada y desafiada por los efectos directos e indirectos del cambio climático, como son la sequía, inundaciones, devastadores incendios forestales y la opinión pública, entre otros. Por otro lado, también existen otros elementos que afectan la actividad de manera vertical, como son las enfermedades del ganado. Ejemplo de estas, son los actuales casos de Mycoplasma bovis en Nueva Zelanda y la Fiebre Porcina Africana en China, ya que los cambios en el clima también inciden en condiciones favorables para el desarrollo de éstos patógenos o bien su acceso a otras regiones. Existen otras enfermedades, que además de afectar a los animales y directamente a la agricultura, pueden transmitirse al humano (zoonosis) y que ciertamente interactúan negativamente en la economía y la relación comercial entre los países. Este es el caso del coronavirus, el que está teniendo implicancias inmediatas en la agricultura y economía local e internacional de los países.
En solo cuestión semanas, la dinámica de las exportaciones y en caso particular la de productos cárnicos se ha visto completamente distorsionada debido a esos elementos estresantes. Dinámica que cambia día a día en la misma sintonía con que el nuevo coronavirus se esparce y cambia su trayectoria. Una vez más queda de manifiesto, que cuando China, la segunda potencia económica mundial se ve afectada, esto repercute en un sin número de otras actividades en este país y por cierto en una gran mayoría de otros países también. En el afán de China de contener al virus, los movimientos comerciales han sido drásticamente alterados. Hay restricciones a nivel de aduana, en la llegada y descarga de barcos. El precio de carne roja, lana y cereales ya han disminuido. El rubro forestal se ha enlentecido.
Afuera de China, países con casos confirmados de coronavirus como India han visto desacelerada su economía y el crecimiento tiende a la baja, reflejando el alto riesgo a la recesión mundial como consecuencia del brote de COVID-19. En este país, el sector agrícola da empleo a casi la mitad de su población y hoy ve con angustia la mantención del rubro. Bangladesh, país en que su economía está fuertemente influenciada por la industria del cangrejo, enfrenta una de las mayores crisis de su historia, ya que el 90% de su producción se exportaba a China y hoy la gran mayoría se ha perdido o ha sido desviada hacia otras naciones a menores precios. Para muchas personas de este país, el coronavirus significaría un retroceso y eventual vuelta a la pobreza.
Otro ejemplo es Australia, en que la industria forestal y la agricultura han sido recientemente impactadas por incendios, y ahora esta nueva emergencia aparece como otro golpe a la economía, la que históricamente ha mantenido un comportamiento líder en el mundo. Frente al actual escenario, la empresa australiana A2 Milk Company ha prometido más de $ 3 millones de dólares para el desarrollo de una vacuna contra el COVID-19 como parte de un esfuerzo internacional que ayude a detener su propagación. Además de su apoyo a la investigación, A2 Milk ha comprometido $ 1.1 millones a la Cruz Roja de Shanghái y otros $ 1.1 millones en productos lácteos a familias afectadas por el virus.
En Latinoamérica, Chile, Argentina, Perú, República Dominicana, México, Brasil y Ecuador presentan casos confirmados. De acuerdo a los economistas, el impacto de COVID-19 ya se está sintiendo en el país, pues China es nuestro principal socio comercial. Por el momento, Chile ya ha visto afectada su economía por la caída del precio y menor demanda en las exportaciones de cobre. En febrero las exportaciones bajaron un 14.3% y su precio ya ha caído desde US$2.85 a US$2.60 la libra, en donde un centavo representaría perdidas alrededor de US$ 60 millones anuales para el país. A lo anterior, se suma la caída en la gran mayoría de las bolsas internacionales y un estado de incertidumbre y de pánico de los inversores que en nada contribuyen a solucionar el problema.
Por otra parte, productos del sector agropecuario chileno se encuentran detenidos en los puertos chinos, con una baja del 50% en las ventas desde el comienzo del brote. Cerca de 1.400 contenedores con productos y vinos chilenos están esperando ser descargados.
Entre los artículos más afectados se encuentran las cerezas, arándanos, el vino y los mariscos. El presidente de la asociación de exportadores de frutas, Ronald Bown, menciona que, como la crisis comenzó justo durante el año nuevo chino, los productos más afectados fueron las cerezas, seguido por las ciruelas y nectarines. Hoy se suma la uva de mesa, en donde ya se están priorizando otros mercados debido a la contingencia.
Debido a la forzada restricción del flujo de productos en China, se han priorizado alimentos básicos, por lo que las autoridades Chinas han acordado recibir entre 40-50 contenedores provenientes de Chile al día, número muy por debajo a los 200-350 contenedores diarios que eran aceptados previos al brote de COVID-19. Para mitigar las pérdidas, la industria nacional en conjunto con el gobierno, gestionan redirigir los envíos a otros países de Asia.
En relación al rubro cárnico chileno, hasta hace poco se exportaba el 12% de la producción nacional a China, hoy se mira con cautela la evolución del coronavirus. La perspectiva, hasta antes de la aparición del virus era aumentar las exportaciones al 25%. Aun así, los productores de carnes ven esta crisis como una oportunidad, ya que al establecerse el origen del coronavirus en el consumo de carnes de animales silvestres y al restringirse su consumo en China, se espera un efecto positivo a las exportaciones chilenas en el futuro, con el posible incremento de las importaciones de carnes producidas en una industria controlada, como son las carnes de origen chileno.
El freno a las exportaciones hacia China recae también en el sector productivo local en relación a la carne importada que llega a Chile, la cual estará disponible para los consumidores a un precio más bajo. Esto coincide con una buena producción de forraje durante las estaciones de verano y otoño en el sur de Chile, lo que ha facilitado el aprovisionamiento de buenas reservas de forraje conservado, lo que permitiría a los agricultores chilenos, retener a sus animales por un periodo más largo de tiempo y no venderlos, en espera de la evolución que tome la actual crisis sanitaria en China.