Una de las consecuencias positivas de la actual pandemia de COVID-19 es el aumento en el uso de la bicicleta como medio de transporte. En el caso de Chile, ha sido de un diez por ciento. Su uso como transporte urbano disminuye notablemente las posibilidades de contagio, porque permite el distanciamiento físico, a diferencia del transporte público. El uso de la bicicleta promueve además la salud física y mental, y previene el sedentarismo que constituye uno de los riesgos de los constantes confinamientos y el teletrabajo. De paso, la bicicleta también ayuda a mejorar la calidad del aire en las ciudades y recupera el espacio público para las personas.
En todo el mundo las autoridades han sabido darse cuenta de la importancia y la urgencia en establecer nuevas medidas para incentivar y proteger la movilidad de los ciclistas urbanos. En Inglaterra, el gobierno anunció bonos de cincuenta libras para reparar las bicicletas, además de clases para aprender a usarlas, la construcción de miles de kilómetros de ciclovías y la creación de estacionamientos. En Italia se anunció una ayuda de doscientos euros a cada ciudadano para la compra de bicicletas. En Alemania, aumentaron considerablemente el número de carriles bici en distintas ciudades y en su capital Berlín, además, ensancharon varios existentes. En Francia se instalaron cientos de carriles provisorios, el gobierno inició un programa de subvención para compra y reparación de bicicletas, y París planea reducir a la mitad el número de automóviles que circulan por su centro. Lo mismo ocurre con Ámsterdam en Holanda, que tras la pandemia planea eliminar once mil estacionamientos. En el contexto latinoamericano, en Bogotá se anunció la construcción de treinta y cinco kilómetros de ciclovías temporales, cuya permanencia definitiva la está evaluando la alcaldía de la ciudad. La iniciativa, destacada por el Foro Económico Mundial, incluye un nuevo límite de velocidad para automóviles de treinta kilómetros por hora en varias calles. En Chile, el gobierno está evaluando la construcción de una gran ciclovía que cruce todo Santiago y una el sector poniente con el oriente de la capital.
En el caso de Valdivia, a raíz de una investigación sobre movilidad sostenible en la ciudad que inicié en marzo de este año, consulté a algunas de las personas que están a cargo de la construcción de nuevas ciclovías, por el estado de estas iniciativas en la ciudad. Me contestaron que, a raíz de la pandemia, los proyectos de ciclovías están detenidos y lo más probable es que pasen a un segundo plano tras la crisis sanitaria. Ante lo expuesto, y teniendo en cuenta que la bicicleta es un medio de transporte sostenible, sencillo, asequible, fiable, limpio y ecológico que contribuye a la gestión ambiental, beneficia la salud y actualmente en el contexto de la pandemia COVID-19, es el medio de transporte más seguro para evitar la transmisión de una enfermedad que no sabemos cuándo va a terminar, ¿por qué la bicicleta en nuestra ciudad no es vista como prioridad sobre todo después de la pandemia?
Para finalizar, en el marco del estudio citado, ante la pregunta ¿por qué hay hoy un número deficiente de ciclovías en Valdivia?, las mismas personas entrevistadas me contestaron que esto ocurre porque en la ciudad anda muy poca gente en bicicleta. Si esto es efectivamente así, esta columna es una invitación a movilizarse en bicicleta, para revertir la situación.
Publicación en El Diario Austral