Sin duda los últimos meses de 2019 y lo que va de este 2020 serán periodos que permanecerán en nuestra memoria. Los efectos del estallido social del pasado mes de octubre se hicieron sentir, lo cual se puede apreciar en la fisonomía y actividad de las principales ciudades de nuestro país experimentando un cambio radical en la vida de personas y empresas, especialmente en los centros de dichas ciudades. Estábamos en ello, luego de un verano casi normal, cuando el mundo y Chile se vio expuesto ante la mayor pandemia del último siglo, trayendo consigo cambios en las rutinas de comportamiento social, de vida y efectos económicos que se estiman y perfilan como una de las más grandes recesiones que hallamos experimentado en los últimos tiempos.
Más allá de los motivos de fondo que han implicado estas crisis, la crisis social nacional y la crisis sanitaria mundial, los efectos de ambas desde el punto de vista económico, implican importantes consecuencias, especialmente a nivel de variables tan sensibles como el empleo y la generación de ingresos. En este contexto, cobra especial relevancia un tipo de empresa poco conocido en Chile a nivel de su denominación, pero con una presencia a nivel del tejido económico nacional tan importante como lo es a nivel mundial, la empresa familiar.
Normalmente cuando escuchamos el concepto de empresa familiar lo asociamos a pequeñas o microempresas. Lo cierto es que la cualificación de una empresa como familiar no tiene que ver con su tamaño o industria a la que pertenece. El carácter ‘familiar’ de las empresas se deriva, por una parte, de la participación de la familia en la empresa, tanto en su propiedad como en su gestión, y por otra, de la esencia familiar que se transmite desde la familia a la empresa y que se representa a través de la transferencia de los valores y cultura familiares a la empresa y, el deseo de su fundador o propietarios familiares de transmitir su experiencia y conocimiento del negocio a las siguientes generaciones. De este modo, la visión familiar se proyecta en la empresa haciendo que ésta posea características distintivas aportadas por la familia y las relaciones familiares, mientras que la familia absorbe las cualidades propias del negocio y su impacto en la vida y rutina familiares. De esta configuración familia – empresa – propiedad se derivan los comportamientos distintivos de este tipo de empresas y que las diferencian de las empresas no familiares.
La empresa familiar domina el paisaje económico de las naciones y es, sin duda, la predominante estructura empresarial y de negocios a nivel global. Las empresas familiares muestran una importante contribución al producto bruto mundial, al empleo y crecimiento económicos. A nivel europeo las empresas familiares representan en promedio más del 80% de las empresas con un aporte similar en el ingreso y empleo. Por ejemplo, representan el 76% de las empresas del Reino Unido, 70% de Portugal, 67% de Suiza, 90% de Suecia, 83% en Austria, 69% en Bélgica, 93% en Alemania, 63% en Finlandia, 61% el Francia, el 95% en Italia y el 90% de las empresas de España. El caso de Chile no es muy distinto, se estima que cerca del 80% de las empresas son familiares y que aportan más del 70% del PIB y del empleo.
Como se desprende de los datos ofrecidos el impacto de la empresa familiar es relevante para las economías, entonces cabe preguntarse de acuerdo con sus características ¿Cómo se comporta la empresa familiar en tiempos de crisis?
Las cifras obtenidas en un estudio que nos encontramos desarrollando respecto a la empresa familiar en Chile indican que en las relaciones a nivel interno, los miembros que participan en la empresa: reconocen que mantienen una comunicación franca en la empresa (81,8%), aprovechan sus relaciones familiares para compartir información (77,5%), tienen confianza en sus relaciones (81,3%), los miembros están comprometidos con los objetivos de la empresa (90,3%) y comparten cual debe ser el futuro de la empresa (83,6%). Como se aprecia, este tipo de organizaciones dispone de fuertes lazos internos en la empresa que normalmente favorecen la comunicación, el desarrollo de lazos de confianza y compromiso afectivo entre los miembros familiares y de éstos con los colaboradores no familiares. Del mismo modo, a nivel externo, la empresa familiar se encuentra identificada e incorporada en los territorios en los que participa, desarrollando lazos de colaboración con proveedores, clientes e instituciones. Estas relaciones muchas veces se sustentan en la confianza cultivada a través de los años y de las generaciones familiares. En este sentido, cifras del mismo estudio indican que sobre el 70% de las empresas familiares chilenas reconocen una fuerte inserción y compromiso en sus comunidades a través de proyectos de cooperación y visión conjunta. Además, sobre el 70% de las empresas reconoce que la familia es la cara visible de la empresa, más del 60% se reconoce como socialmente activa en las comunidades en que participa y, cerca del 75% señala que transmite la historia de la empresa a sus empleados.
Estos aspectos característicos de la empresa familiar permiten afirmar que este tipo de empresas enfrentan los periodos de crisis de forma distintiva. Los lazos afectivos construidos por años con sus colaboradores generan un compromiso que muchas veces trasciende el ámbito de la empresa, y los lleva a estar menos propensos a reducir personal. Por otra parte, la propiedad psicológica y el apego emocional de los miembros familiares con la empresa permite que en tiempos de crisis estén más dispuestos a entregar sus mayores esfuerzos en pro de la existencia de la empresa. Asimismo, los derechos a participación o dividendos que los propietarios familiares tienen sobre el capital invertido en la empresa (capital paciente) muchas veces se subordina en beneficio de cubrir otros compromisos de la empresa. En concreto, se puede afirmar que, dadas las características de la empresa familiar, que se sustenta en componentes afectivos y de apego con sus colaboradores y comunidades en las que participa, la hacen resiliente en tiempos de crisis, cuestión que se traduce en importantes impactos económicos relacionados con el sostenimiento del empleo y el bienestar de sus zonas de influencia.