*Leer columna en Diario Austral.
El manejo forestal, en particular la silvicultura, en el ámbito de la producción agrícola, corresponde a un trabajo complementario y que requiere el apoyo de un profesional forestal. La clave del agricultor para mitigar el cambio climático, a nivel predial, está en favorecer el aumento del carbono por unidad de superficie en los diferentes componentes de los bosques (biomasa aérea, subterránea y en el suelo, bajo dichos bosques). Esto puede lograrse evitando la degradación de los bosques nativos (vuelo y suelo), favoreciendo la recuperación de la superficie de bosques en suelos no aptos para la agricultura o estableciendo nuevas plantaciones. Importante es evitar que los animales (vacunos principalmente) ingresen al bosque y alteren el desarrollo de la regeneración arbórea en su etapa inicial. Para tal manejo, el agricultor requiere de esfuerzos de inversión apoyados por el Estado, es decir, que se transforme en un objetivo de toda la sociedad, porque va en su directo beneficio.
Para reducir la degradación de tierras, por su parte, existe una herramienta muy poderosa: el concepto de capacidad de uso del suelo. Hoy, más que nunca, debemos incorporar y utilizar este concepto en nuestro quehacer, es decir, ser intensivos en los suelos que por su fertilidad natural son capaces de soportar ser arados para la producción de cultivos; pero, en los terrenos donde estas acciones no son posibles sin degradar el suelo, debemos procurar una cobertura vegetal continua y permanente, como lo permiten los bosques nativos o plantados.
En este sentido, los agricultores son actores muy relevantes. Su labor depende de suelos saludables. Chile posee ejemplos históricos donde este recurso no fue utilizado con una visión sostenible, evidenciados por erosión, pérdida de materia orgánica, embancamiento de ríos y, finalmente, empobrecimiento de comunidades. El país dispone de recursos, conocimientos y profesionales para evitar los procesos de degradación del suelo y favorecer su manejo apropiado. Este recurso no es renovable a escala humana y Chile -basado en la estrategia de desarrollo- depende de un manejo de suelos, tanto agrícola como forestal, armónico, sostenible y con visión de largo plazo como lo requiere la mitigación del cambio climático.