Desde hace más de un siglo, el día de la madre ha sido la ocasión predilecta (y un tanto ingrata) para hacer un alto en nuestra rutina de fin de semana y celebrar por medio de un desayuno, un abrazo, o una oración, a esa persona que nos dio la vida y mucho más. Y es que ser madre es una situación tan trascendental, que todo cuanto hacemos en este mundo es a través del lenguaje que nos fue dado por ellas: el del amor.
Sin embargo, como todo, el amor es un mundo repleto de matices y azares, donde nada es blanco o negro, y nada es tan obvio. Eso lo saben bien las mujeres que luchan contra las adicciones en los distintos centros de rehabilitación, quienes, a través de sus historias de vida nos han hecho reflexionar, no solo sobre la problemática del consumo de sustancias, sino en aquellas formas de amor que muchas veces ignoramos.
Historias y situaciones que no solemos presenciar: desde esa madre que, por primera vez frente a la puerta del centro terapéutico, abraza con fuerza a su hijo y le dice: “lo vamos a lograr”, hasta esa madre que con orgullo nos contaba que sus tres hijos son profesionales, pero que el “nido vacío” la llevó a refugiarse en el alcohol. O aquella otra que sufrió maltrato y abandono por parte de sus padres, pero que, tras tiempo en terapia, ha decidido ser la madre que nunca tuvo. ¡O la que decidió no ser madre! porque cree finalmente que la maternidad no es lo suyo.
Todas estas expresiones emanan de las diversas caras que tiene la maternidad en nuestra sociedad. Donde muchas personas viven una verdadera carrera cuesta arriba en el intento de cuidar, no solo a sus hijos e hijas, sino también a aquellas personas y creencias que les son valiosas en la vida.
En este día de la madre, sensibilizar con historias como las de estas mujeres en busca de una mejor calidad de vida, quizás nos ayude a entender que los problemas que parecen ser de los demás son esencialmente nuestros problemas. Y que debemos mejorar el mundo en el que recibimos a nuestros niños. Muchos trastornos psicológicos, se originan progresivamente a través de percepciones pesimistas o temerosas que vamos acumulando por medio de las personas que nos rodean. Lo que decimos y no decimos, lo que hacemos y dejamos de hacer, cuenta. Si no somos capaces de abordar el individualismo y la crítica destructiva, imperante hoy en día, seguiremos entregando un mundo dividido e inestable a las generaciones venideras. Donde la maternidad se irá tornando en un terreno cada vez más complejo tanto para madres como para los niños y su futuro.
Las adicciones, en su amplio espectro, seguirán a la orden del día para sacarlos de una realidad con poco que ofrecer y seguir en esta cadena de aislarnos el uno del otro. Pensar en ese instinto que subsiste a pesar de la adversidad y que es variado pero repleto de un amor natural que surge hacia quien también nos ayuda a vivir. Es un ejemplo para celebrar a quienes además de darnos la vida nos regalan un sentido para vivirla.
Esta columna ha sido publicada por El Calbucano y Semanario Local y su versión impresa.