El aumento de la población lleva consigo una mayor demanda de alimentos, lo que para el caso de las hortalizas se ha intensificado aún más, debido a los nuevos hábitos que la población está adquiriendo en su consumo.
Lo anterior, “debido a sus efectos positivos para la salud humana, pues ahora son consideradas como alimentos funcionales, es decir, que su ingesta promueve beneficios (por los antioxidantes, por ejemplo), que van más allá de lo que sus nutrientes por si mismos pueden otorgar”, indica el Dr. Rodrigo Acuña, Prof. del Instituto de Producción y Sanidad Vegetal de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Austral de Chile (UACh).
En este contexto -expresa- que los ritmos naturales de producción asociados a las estaciones del año no permiten cubrir esta demanda en alza, con lo que se hace necesario el uso de tecnologías para acelerar una serie de procesos en las plantas.
En ese ámbito, afirma, que los invernaderos han supuesto buenas respuestas a climas extremos, con producciones en contra-estación y también, en plena temporada a velocidades mayores si se quieren comparar con otras al aire libre.
Pese lo anterior, “en nuestro país hay poca investigación y desarrollo en estas estructuras y el beneficio logrado es escaso, sobre todo, para los centros demográficos alejados de la zona central, que es la productora de hortalizas por excelencia”, afirma el Dr. Rodrigo Acuña.
Indica además que aunque “existe este enorme polo productivo, estamos lejos de lograr la oferta y consumos sugeridos por la OMS que para nuestro país se debe aumentar cercano a un 100%, lo que justifica entre otras cosas, dar mayor atención a esta herramienta en zonas no convencionales”.