“Apoyar a la lactancia materna contribuye a un planeta más saludable”. Es el lema con el cual celebramos este mes la lactancia materna, que se transforma en una invitación a promoverla, protegerla y reconocerla como protectora del medio ambiente. Nos impulsa, también, a proyectar sus beneficios más allá de los nutritivos, inmunitarios, para el desarrollo y protección de órganos y sistemas, para el neurodesarrollo, vincular, entre tantos otros; destacamos en esta oportunidad sus beneficios sociales, económicos y ecológicos.
Socialmente la lactancia implica la movilización de diversos actores y sectores, y la acción política de orientar los esfuerzos a impulsar y perfeccionar todas las instancias que permitan su desarrollo. Desde lo económico, el amamantar tiene un alto impacto en el ahorro energético que no sólo beneficia al núcleo familiar, sino que a las sociedades en general al disminuir los gastos por la fabricación de fórmulas lácteas, gastos por enfermedad y contribuir en el mejoramiento de la calidad de vida a través de los años. Como una herramienta complementaria al control de la fertilidad, la lactancia materna también contribuye al espaciamiento de los embarazos durante los primeros 6 meses post parto, favoreciendo la prevención del embarazo no planificado, transformándose, por lo tanto, en una herramienta en la lucha contra el circulo de la pobreza.
Respecto a sus beneficios ecológicos, si bien es cierto la amenorrea post parto varia en todas las madres que amamantan, un gran número de mujeres experimentan este fenómeno natural durante la lactancia materna, contribuyendo a disminuir el impacto ecológico que generan el uso de toallas higiénicas y tampones. Amamantar no degrada recursos naturales como el agua y la tierra, no implica el uso de petróleo ni medios de transporte contaminantes para acceder a ella evitando impactar en la huella de carbono; además de que usualmente no requiere para su entrega de implementos y accesorios cuya fabricación también depende del consumo de recursos naturales. Sumando a esto que dista de generar el impacto medioambiental que produce la industria de las fórmulas lácteas a través de la crianza de vacas, lo cual en su producción de productos cárnicos y lácteos se transforma en una de las principales generadoras de gases de efecto invernadero.
Es, finalmente, innegable la relación entre la lactancia materna y la sustentabilidad, y estos beneficios deben ser difundidos en la población para apoyar la toma de decisiones de mujeres, familias y comunidades en pro de apoyar esta práctica que satisface necesidades actuales y protege recursos para las generaciones futuras.