Detrás de los debates públicos más visibles en torno a la pandemia, existe una discusión en alza sobre el sistema internacional de propiedad intelectual, especialmente sobre las patentes farmacéuticas. Desde que se inició la pandemia y se desarrollaron las primeras vacunas efectivas contra el Sars Cov-2, se han suscitado en foros internacionales intensos debates en torno al menos 4 opciones sobre cómo mejorar la producción y distribución de las vacunas. A pesar de sus diferencias, todas parten de un mismo diagnóstico: no hay suficientes vacunas, se producen muy lento y no todos los países tiene los recursos suficientes para adquirirlas. A su vez, cada una de estas iniciativas se relaciona de forma peculiar con el sistema internacional de patentes (reafirmándolo o poniéndolo en cuestión en mayor o menor grado).
Las dos iniciativas más amistosas con el sistema de patentes (pues no alteran un ápice su lógica tradicional) fueron el plan COVAX y el C-Tap. El primero se trata de un ambicioso sistema de entrega gratuita de vacunas, distribuidas equitativamente, donadas por los mismas empresas farmacéuticas, filántropos (como Bill Gates) y los países desarrollados a los Estados más necesitados. Una especie de “Teletón Covid” a nivel planetario. La meta inicial del COVAX, planteada el año pasado, consistió en que a fines de 2021 (es decir, en 4 meses más) se lograrían distribuir 2.000 millones de dosis con criterios de equidad https://www.paho.org/es/noticias/21-12-2020-oms-asegura-2000-millones-vacunas-contra-covid-19-para-mecanismo-covax-se). Sin embargo, a fines de mayo de 2021 se habían logrado distribuir mediante la iniciativa COVAX menos de 100 millones de vacunas (https://www.who.int/es/news/item/27-05-2021-covax-joint-statement-call-to-action-to-equip-covax-to-deliver-2-billion-doses-in-2021), (¡menos del 5% de la meta!), volviéndose virtualmente imposible cumplir con los plazos trazados. Si a ello sumamos que las denominadas nuevas “cepas” plantean serias dudas sobre cuán eficaces serán algunas de las vacunas actualmente en circulación (debiendo probablemente desarrollarse nuevas versiones, lo que significaría nuevas investigaciones y rondas de inoculación masivas), el proyecto original de lograr la inmunidad colectiva en un periodo acotado de tiempo, que pretendía el COVAX, se vuelve implausible.
Respecto al C-Tap (propuesto por Costa Rica a la OMS), buscó hacer un nuevo llamado a la solidaridad de las grandes empresas farmacéuticas, pero ahora consistente no en donar vacunas, sino en poner voluntariamente a disposición los datos clínicos y conocimientos técnicos protegidos con derechos de propiedad intelectual, en un repositorio común abierto a cualquier persona interesada en utilizarlo. El C-Tap promovería, entonces, la donación no del producto, sino del conocimiento, para que así otros actores pudieran producir vacunas y aumentar los volúmenes de stock. Aunque la propuesta costarricense fue creciendo en respaldado de varios países, lo cierto es que a la fecha tampoco ha sido efectiva: ninguna empresa farmacéutica ha donado el know how necesario para que otros produzcan las preciadas vacunas (https://www.who.int/es/news/item/27-05-2021-covax-joint-statement-call-to-action-to-equip-covax-to-deliver-2-billion-doses-in-2021).
La tercera vía que ha resonado es intervenir directamente en los instrumentos e instancias internacionales ligados al comercio, en los cuales se ampararían las grandes farmacéuticas para no compartir su conocimiento para producir vacunas. De esta manera, India y Sudáfrica, desde octubre del año pasado, han solicitado que se dictamine oficialmente al interior de la OMC una exención general temporal (o Waiver) de los derechos de propiedad intelectual reconocidos en el Acuerdo de los ADPIC. El ADPIC (también conocido como “TRIPS”, por sus siglas en inglés) es el Acuerdo Internacional de la OMC que ha regido los estándares de protección jurídica de la propiedad intelectual en el mundo durante los últimos 25 años. Aquí lo que derechamente se propone es que, dado lo inédito e inmensidad del desafío sanitario, se suspenda temporalmente a nivel mundial toda protección relevante del conocimiento necesario para producir una vacuna liberando una amplia gama de elementos de la propiedad intelectual (desde derechos de autor y derechos conexos; dibujos y modelos industriales; por cierto, las patentes industriales; y la desprotección de secretos empresariales o información no divulgada). Con esta fórmula, lo que se busca es que los países puedan echar mano a este conocimiento, pero sin ser objeto posteriormente de represalias o demandas de las empresas farmacéuticas (o de los países a los que pertenecen) ante los organismos internacionales (especialmente frente al Órgano de Solución de Diferencias de la OMC). A diferencia de las primeras dos alternativas, la exención o waiver no se basa en la mera voluntariedad de la industria farmacéutica.
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