Actualmente nos enfrentamos a desafíos que nunca habíamos experimentado como humanidad, en donde el cambio climático y la pérdida de biodiversidad amenazan el bienestar de miles de millones de personas alrededor del mundo. Hoy en día, aproximadamente el 85% de la superficie agrícola mundial está dominada por monocultivos, es decir, una especie cultivada en grandes áreas. Debido a la simplificación de este tipo de agricultura, insumos de origen sintético, como pesticidas, herbicidas y fertilizantes, son utilizados para suplir las degradadas o inexistentes funciones ecológicas en agroecosistemas basadas en biodiversidad, lo cual ha generado diversos daños a la salud humana y medioambiental, en donde la resistencia a estos productos por parte de plagas, enfermedades y malezas es un creciente problema en sistemas agrícolas, tanto en Chile como alrededor del mundo.
Sumado a la reciente alza en los precios de distintos agroquímicos debido a factores internacionales, como la guerra en Ucrania. Adicionalmente, existe un creciente aumento de la población, en donde hace unas semanas se alcanzó la no trivial cifra de 8 mil millones de personas, en donde se espera que para el año 2050 aumente a 10 mil millones. Lo anterior, plantea un desafío importante para la agricultura mundial; alimentar a una creciente población con alimentos nutritivos y de calidad, sin destruir el medio ambiente en el proceso. En este sentido, es necesario considerar múltiples aspectos asociados a la forma como actualmente se concibe el sistema alimentario mundial permitiría visibilizar y enfrentar problemas asociados con la distribución de alimentos y las pérdidas del mismo que se producen incluso antes de llegar al consumidor.
No obstante, a nivel predial, es importante avanzar en técnicas que promuevan y mejoren la ecología del lugar, permitiendo que la biodiversidad local pueda sustentar múltiples funciones ecológicas como la polinización, control biológico de plagas, fertilidad de suelo, secuestro de carbono, regulación climática, entre otros, los cuales mejoran la calidad de vida de los agricultores, así como de la sociedad en general. No obstante, este cambio desde monocultivos a sistemas diversificados no puede suceder drásticamente, por lo que un proceso de transición hacia sistemas sustentables que apliquen principios y prácticas agroecológicas debiese ser considerado. En este sentido, la sustitución de insumos es un proceso vital para cambiar el uso de agroquímicos por productos naturales que poseen un menor riesgo ambiental y social.
Por ejemplo, reducir el uso de agroquímicos permite un aumento en la diversidad de insectos que promueven aspectos de polinización y control de plagas, reduciendo más aún la necesidad de utilizar insumos externos. Distintos estudios recientes han demostrado que además de reducir el uso de agroquímicos, es necesario agregar diversidad de plantas al interior de los predios, como forma de proveer néctar, polen, fuentes de alimento alternativo y refugio a insectos benéficos para que generen funciones ecológicas que de otra forma están subsidiadas por agroquímicos. Como alternativa al uso de agroquímicos, existen distintos insumos de origen biológico, o bioinsumos, que pueden utilizarse para la transición hacia sistemas agroecológicos, en donde destacan el uso de hongos, bacterias y preparados de plantas (macerados, tinturas, decocciones, entre otros), los cuales actúan directamente sobre el organismo a atacar, o poseen un efecto repelente de plagas.
Contexto chileno
En Chile, existen distintas empresas e investigadores interesados en impulsar la creación y validación de estos bioinsumos, entregando una alternativa a distintas empresas agrícolas que desean avanzar hacia sistemas más amigables con el medio ambiente. Adicionalmente, existen bioinsumos que pueden prepararse a nivel de campo por los mismos agricultores (especialmente preparados que utilizan plantas como ortiga o ajo), en donde su preparación y eficacia han sido determinados mediante la observación generada por pequeños agricultores, careciendo en muchos casos con información científica que los pueda validar a nivel local.
Sin embargo, el conocimiento asociado al uso de estos bioinsumos se transmite de forma oral entre agricultores, los cuales prueban en sus predios su eficacia y modo de utilización, permitiéndoles adaptar estas herramientas a su realidad socio-ecológica, lo cual contribuye posteriormente a una transferencia horizontal de conocimiento que permite que más agricultores puedan conocer y probar este tipo de técnicas. Aunque el concepto de bioinsumo se asocia principalmente a productos de origen biológico que permiten el control de plagas, enfermedades y malezas, también se pueden utilizar fermentados e infusiones de materiales como estiércol animal, compost y bokashi como enmiendas para aplicar al suelo con el objetivo de mejorar la fertilidad de éste.
Estos bioinsumos poseen una baja cantidad de nutrientes, pero contribuyen con aspectos físicos y biológicos al suelo, lo cual tiene un efecto a largo plazo sobre el funcionamiento del mismo, afectando directamente el rendimiento de cultivos. Además, pueden complementarse con prácticas que promuevan la incorporación de abonos verdes, además del uso de cultivos intercalados o cultivos de cobertera como parte de una rotación de cultivos, esto último de realizarse utilizando cultivos con características alelopáticas como el centeno o avena, pueden contribuir al control de plantas arvenses.
Por lo tanto, los bioinsumos pueden contribuir con aspectos asociados al control de plagas, enfermedades y malezas, además de aportar con la fertilidad del suelo, en donde pueden ayudar en la sustitución de insumos de origen sintético, lo que permite mejorar la biodiversidad presente en un agroecosistema, regenerando las funciones ecológicas que éste necesita para poder funcionar sin la necesidad de insumos externos. Este último, aspecto es fundamental para avanzar en la sustitución de insumos de origen sintético asociado a una transición agroecológica de nuestros sistemas alimentarios, desde lo convencional a lo agroecológico.
Artículo publicado en Campo y Tecnología (28-29).