Desde una perspectiva global los problemas de la pobreza y del hambre se asocian, con razón, al mejoramiento de las condiciones de vida de la población rural en el mundo.
La pobreza extrema sigue siendo un problema alarmante en las regiones en desarrollo del mundo, a pesar de los avances realizados en el decenio de los 90. En el África subsahariana, por ejemplo, casi el 40 por ciento de la población seguirá viviendo en la pobreza el 2015 y el número de pobres en este subcontinente habrá aumentado en 45 millones respecto a 1999.
A su vez, no obstante que la proporción de personas que padecen hambre en los países en desarrollo disminuyó en un 3 por ciento en el decenio de 1990, las proyecciones de la FAO muestran que el objetivo de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996 no se alcanzará en ninguna de las regiones del mundo en desarrollo.
En los países de mayor desarrollo relativo, entre los que figura Chile, el desarrollo rural aún mantiene como preocupación relevante la disminución de la pobreza. De acuerdo a los resultados de la última CASEN, el 51% de las personas en condición de pobreza e indigencia viven en zonas de ruralidad media o alta.
Simultáneamente, los desafíos asociados a la globalización y a las oportunidades de innovación y desarrollo tecnológico son centrales para el desarrollo rural y la soberanía alimentaria en Chile. Con razón los organismos internacionales de la Región: CEPAL, FAO e IICA, han destacado la necesidad de expandir la agricultura en base al desarrollo tecnológico, lo que implica asumir un nuevo paradigma tecnológico en base a la biotecnología, la informática, la nanotecnología y la agricultura de precisión. Ello sin dejar a un lado las necesidades de adaptación de los sistemas silvoagropecuarios al cambio climático y a disminuir su hasta hoy implacable avance..
Otro desafío es la reducción de los impactos ambientales, especialmente el de la explotación ganadera a gran escala, la que debiera dar espacio a las pequeñas explotaciones.
Un sector que raramente es vinculado al desarrollo rural, es el de la pesca y la acuicultura, especialmente asociados a pescadores artesanales, que presentan amplias posibilidades para aumentar sus niveles de eficiencia y competitividad con una perspectiva de largo plazo, integral y ecosistémica.
Destaca también el papel del sector forestal adquiere gran importancia en los esfuerzos contra el cambio climático y la utilización de los recursos no maderables del bosque, fuente importante de ingresos para las familias campesinas.
En general, se trata de diversificar las exportaciones rurales a la par que se amplían los empleos no agrícolas. No sólo aquellas ocupaciones de la agroindustria como parte de cadenas productivas de articulación horizontal, sino de actividades que ya han demostrado sus potencialidades, como son las ligadas al turismo rural entre las que destacan las asociadas a elementos de la identidad de territorios, simbólicos y materiales, que implican una potente agregación de valor.
Los servicios, el comercio, forman parte de una ruralidad cada vez más interconectada, proceso que debe ser intensificado por la inversión pública para la ampliación de redes camineras, comunicacionales e informáticas. La modificación de los sistemas nacionales de evaluación de inversiones debiera incorporar nociones valoradas de mitigación del cambio climático, de la sustentabilidad ambiental y, por qué no, de niveles de felicidad. En síntesis, el desafío es lograr un desarrollo sustentable e inclusivo de los territorios rurales.
Por Carlos A. Amtmann
Coordinador de Magíster en Desarrollo Rural de la Universidad Austral de Chile (UACh)