Es un tremendo orgullo para mí estar en estos momentos aquí, recibiendo el Premio Luis Oyarzún, que ustedes han decidido otorgarme. En la figura del poeta y filósofo que fue Luis Oyarzún, se encuentran varias cosas que admiro y que he tratado de hacer en mi trayectoria. En segundo lugar, me permito decirles que este gesto tiene la más alta relevancia en mi vida profesional, lo cual se traduce en una emoción profunda pues siento, sinceramente, que ahora tengo más compromiso con esta Casa de Estudios que siempre he admirado por su trayectoria y entrega hacia un sector territorial del país que se desarrolló gracias al aporte fundamental de la Universidad Austral de Chile.
Muchas veces he pensado que mis vivencias personales y situaciones específicas que tienen que ver con los sentimientos no le importarían a nadie. A pesar de ellos he decidido expresarlas, pues encuentro que este país pasa por un momento tan absurdo y desquiciado que cualquier cosa que uno haga para generar una reacción en alguien, ben vale la pena. Son ideas desordenadas, no respetan el tiempo ni el espacio, ni tampoco el orden en que aparecen los protagonistas, son solamente relatos sentidos.
Más de cuarenta años son muchos para soportar cosas y querámoslo o no han dejado una huella profunda. Lo primero que se me viene a la mente es el hecho de que aceptemos, bajo miles de justificaciones, que estamos en un sistema democrático íntegro. Hace cuarenta años se rompió el Chile democrático en forma sangrienta y cruel. Todo parte ahí, nada de lo que se diga con apellidos de conciliación o mesas de patas diferentes tiene asidero. Lo cierto es que se quebró una historia republicana y entramos en un período de libertinaje moral donde la hipocresía, el desfalco, el desprestigio hacia lo público y la corrupción solapada, se apropió de la vida nacional.
Hemos vivido la ilegalidad plena y aceptada por la clase política con el recetario de los poderes económicos. Se impuso una forma de vida que promueve el olvido rápido, el no cuestionar nada y no abrir viejas heridas.
Dejamos atrás a un pueblo que se enriquecía con los libros de bolsillo, con los espacios conquistados en las verdaderas universidades -que introdujeron cambios profundos en nuestra sociedad-, con un teatro floreciente y dinámico, con una intelectualidad que se preparaba para crecer, una juventud comprometida con diferentes ideales políticos de diversas tendencias, una clase política que se entregaba al bien público por sobre todas las cosas.
No es que trate de idealizar, peor en estos tiempos de catástrofes morales y éticas bien vale la pena reconocer a muchos forjadores de pensamientos y acciones que marcaron claramente la diferencia entre el beneficio público y el privado, entre el pensamiento profundo y banalidades, entre los económico y lo social, y el tremendo beneficio de la cultura en todas sus expresiones.
Con este referente, que sí existe como patrimonio inmaterial de nuestra nación resguardado en bibliotecas, anales, historiadores e intelectuales humanistas, podemos reforzar el concepto de la ilegalidad en que vivimos y que es la verdadera causa del colapso íntimo que tenemos como sociedad y que no sólo golpea duramente este pedazo del planeta, que es lo que tenemos como hábitat, sino que está globalizado.
Esta situación es tan absurda que no queda otra reflexión que decir que seguimos bajo la ilegalidad total. Una Constitución irrespetuosa, hecha a medida, que se trató de validar con una votación completamente fuera de la ley y que se aceptó porque era la forma de rescatar la democracia. Que absurdo más grande. Miremos las consecuencias: todo está tan fuera de la legalidad que los resquicios han permitido vender ríos emblemáticos sin que nadie diga nada, licitar cuanta cosa pública tuvimos, manejar Censos Poblacionales, urdir colusiones gigantescas. Tenemos un sistema de salud que es injusto a todas luces, una educación superior marcada por la irrupción de entidades, que con su título de “privadas” imparten carreras son control ni compromiso social. Para nadie es un misterio que desde que nacieron su único objetivo fue ese: ganar dinero a costa de una demanda insatisfecha, según las reglas del mercado, y esa era la educación superior. Las verdaderas Universidades, que se construyeron con los pilares básicos de Educación, Investigación y Extensión, y que pudieron ser reforzadas, ampliadas y mejoradas quedaron también a merced de los acontecimientos.
Sólo un caso de cambio profundo que ejemplifica todo este cambio brutal. Cuando estábamos en la Universidad Católica, hablo postreforma, se creó un departamento para generar un nexo entre el mundo Obrero y Campesino donde los estudiantes dictaban cursos de perfeccionamiento y de crecimiento a quienes no tenían acceso a la Universidad. El DUOC (Departamento Universitario Obrero Campesino) convertido en lo que hoy es así como muchas otras instituciones que mejoraban las condiciones de nuestros técnicos obreros. Otro ejemplo es INACAP.
El cambio profundo y sin ningún cuestionamiento fue como estas instituciones –y muchas otras- se convirtieron en grandes negocios educacionales donde el obrero o técnico que hoy está allí, será el jardinero de la misma o el que cambia la ampolleta para que los estudiantes con disponibilidad económica estudien en una pseudo universidad. Instituciones públicas se convirtieron en generadoras de lucro, mejor dicho, generadoras de lucas.
José Saramago en su memorable Blog nos habló hace unos años (2009) sobre esto, en el Cuaderno titulado “La Otra Crisis”. Crisis financiera, crisis económica, crisis política, crisis religiosa, crisis ambiental, crisis energética, si no las he enumerado todas, creo haber enumerado las principales. Falta una, principalísima según mí entender: me refiero a la crisis moral que arrasa el mundo.
Crisis moral es que la sufren las personas que se aprovecharon de los beneficios corruptores de un capitalismo delincuente y ahora se quejan de un desastre que tenían que haber previsto. Sé muy bien – dice Saramago- que hablar de moral y moralidad en los tiempos que corren es provocar la hilaridad de los cínicos, de los oportunistas y de los simplemente listillos.
Volvamos a mi relato, que por cierto, cada vez suena más catastrófico, pero no puedo dejar afuera otros aspectos que tienen que ver con el marco de ilegalidad que nos llevó a la actual crisis ética y moral que hoy remece los cimientos de nuestra nación, cuando nos enfrentamos a un juicio público de gran envergadura y de resultados impredecibles hacia quienes han profitado de este sistema.
Durante los 22 años que llevo trabajando en el programa, habiendo recorrido a la fecha más de tres millones de kilómetros, puedo, con toda propiedad, incluir algunos aspectos relevantes que refuerzan el concepto de esta situación crítica.
Podría detenerme en cada punto específico, enumerando situaciones puntuales, pero creo que haciendo un análisis más general puedo saltarme detalles. En el contexto de lo que me ha tocado vivir me impresiona la capacidad que ha tenido este marco de referencia ilegal hacia el entorno donde lo que prima es la tendencia a la homogeneidad por sobre la biodiversidad.
Miremos sólo el subsidio forestal que por años ayudó en un 75% de bonificación a los grandes empresarios forestales que en 30 años cambiaron totalmente el perfil de nuestro sur diverso y lleno de especies nobles de bosque templado húmedo chileno. Pinos y eucaliptus son llamados bosques, cuando en verdad son plantaciones. Reemplazaron una región entera –como la Novena- donde su Cordillera de Nahuelbuta ha quedado reducida a un parque. Valdivia y sus alrededores, Villarica, La Unión Cordillera y la Costa de Osorno, Chiloé. Se cambió todo nuestro paisaje maravilloso por la homogeneidad.
El mar, otro cuento, transformamos bajo completa ilegalidad nuestras costas e islas. La industria del salmón y su intervención en el borde costero y fiordos cambió también el paraje y la contextura social de los lugares en que se establecieron.
El marco en que se ha movido el tema de la pesca es francamente una vergüenza. Se arrasa y se le asigna arbitrariamente el mar a empresas gigantescas y lentamente los miles de pescadores artesanales han quedado reducidos a caletas y áreas de manejo minúsculas donde claramente van hacia una extensión definitiva.
Nuestras pampas, cordilleras y glaciares se han dejado a disposición de empresas extractivas sin ninguna consideración por la historia arqueológica ni el contexto natural donde realizan sus labores mineras. Todo este negocio se arregla cupularmente donde los partícipes se jactan de marginar en forma gruesa gracias al escaso royalty que pagan.
Todo indica que la ilegalidad nos dominó de tal manera que ya la aceptamos como un hecho cotidiano donde nada sorprende. En este contexto de aceptación se ha movido una historia absurda y resignada que forma parte del diario vivir. La capacidad de cuestionar es para unos pocos que están relegados.
Los medios de comunicación manejados por algunos protagonistas que promovieron el holocausto chileno, siguen vigentes a pasear de los innumerables hechos demostrados de participación en el modelamiento de la ilegalidad. Ellos mantienen incólume sus feudos entregando directrices y manejos comunicacionales orientados a aumentar la sordera de la gente con pócimas faranduleras e incentivadoras del consumo que más temprano que tarde hacen dependiente a los más débiles. Sumemos a esto la concentración de la propiedad de los Medios de Comunicación en Chile y tenemos la formula precisa para señalar lo limitada que está la libertad de expresión en términos de bien público.
El proceso de homologación que se ha vivido también ha quebrado las bases de una diversidad cultural en nuestro territorio. En vez de apuntar hacia un concepto de respeto hacia las culturas locales y propias de ciertos hábitats y territorios de esta nación, hemos tratado de generar un prototipo de chileno y de Chilenidad que escapa de la imagen maravillosa de Gabriela Mistral en el prólogo del libro “Chile o una Loca Geografía” de Benjamín Subercaseaux en 1947 cuando se publica la quinta edición. Dice Mistral, “cuenta usted a Chile especialmente en su originalidad mayor, que es la diferenciación acérrima de sus miembros. Nada tiene de extraordinaria la variedad en los países descomunales: los Estados Unidos, por ejemplo, pero resulta milagrosa en la reducción del planeta llamada Chile, todo está allí: calvicie geológica, selva dura, largos vergeles, nieves y témpanos últimos. La pluralidad se confunde con el concepto mismo de la hermosura en lo que toca a la Venus-tierra, y Chile, tal vez, sea la cosa más plural del planeta…”.
Volviendo al tema actual.
¿Por qué estamos en un punto donde todo puede estallar? Simple, porque hemos vivido mucho tiempo bajo el amparo de un marco de referencia institucional construido en las tinieblas.
Toda revolución humana responde a los límites de la paciencia, a los límites de la injusticia y a la cruda realidad donde unos pocos manejan la vida de muchos de manera inescrupulosa. No hay que engañarse con los medios: las revoluciones humanas no todas han sido con guillotinas y fusiles, las hay también pacíficas y estructurales.
Toda la uniformidad, sobreexplotación y monocultivos también están expuestos a una revolución, esta es la de la Naturaleza que se manifiesta de diferentes formas.
El mar también, en este aspecto, nos muestra signos de cansancio pues varias especies ya no están disponibles y otras se acercan a la desaparición total. Ya estamos viendo todos los efectos de un ejercicio irresponsable e invasivo con los problemas propios que la naturaleza impone cuando no se respetan los límites. Las enfermedades, los virus y el inconmensurable efecto de la contaminación que han dejado estas otrora florecientes salmoneras.
En cuando a nuestro quehacer, es decir lo social y humano, podemos afirmar que ya tenemos signos claros de revolución en lo que se presenta como el movimiento de estudiantes secundarios y el tema de la educación y el lucro. Poco a poco van surgiendo expresiones que tienden a cuestionar elementos más profundos como la Constitución impuesta (Asamblea Constituyente), el sistema de salud, la previsión de los chilenos, la verdadera educación universitaria, los conflictos socio ambientales y ambientales, por dar algunos ejemplos.
Si queremos realmente una rectificación y volver a sentir lo legítimo hay que generar un cambio muy importante y decidido. Es clave volver a hablar de lo moral, de la ética, de la vocación de servicio, de una justicia transparente, de lo social no como bien transable, de movilidad, de formación republicana, de integración y por siempre de una libertad sin compromisos.
Hablar con la verdad no es en ningún caso una falta de respeto. Para que la verdad tenga asidero es importante que sea consistente y sin temor a nada. Si hablamos de una revolución en camino, ella se fragua en las nuevas formas de expresión libre como lo son las redes sociales, desde allí estamos viendo una luz que puede ayudar a restablecer los profundos valores morales y éticos que son los únicos que nos pueden sacar de esta ilegalidad.
Me parece notable poder expresar estos sentimientos e un lugar como este, en el corazón de una Universidad concebida desde lo más profundo de la vocación de servicio público como la que nos entregó su fundador, el Doctor Eduardo Morales. Una Universidad verdadera con los conceptos básicos de lo que es una formación integral y dedicada al servicio, pionera en la regionalización del país, laica. Las universidades son y deben ser el punto más agudo de reflexión en una sociedad. Es en el interior de estas comunidades pluralistas, libres y sin compromiso materiales donde se puede generar catarsis, donde está el espacio de reflexión, de investigación y de proyección que necesita la sociedad y el país. Las universidades recogen el momento que se vive en un espacio-tiempo determinado, generando opiniones objetivas desde diferentes puntos de vista que comprometen el ámbito científico, social y moral de su entorno puesto que las miradas interdisciplinarias resultan ser las más valiosas para generar cultura-país.
Recuperar la vocación de servicio público, recordar y mantener vivas las normas de ética y moral son parte de los desafíos que estas universidades tienen hoy día cuando tambalea un sistema que se encuentra a todas luces colapsado. Es aquí, dentro de sus aulas, laboratorios coloquios, congresos, seminarios, donde se rescatan temas tan profundos que van desde la ciencia pura a la noble filosofía, siempre con la mirada crítica y con aportes concretos para el desarrollo que necesitamos.
Junto con estas grandes Instituciones de formación que hace necesario también volver a darle una fuerza importante a los colegios profesionales que perdieron su protagonismo para darle cabida al libertinaje que se nos impuso. Son también estas entidades las más idóneas para manejar los códigos de ética y de moral a través de sus estructuras donde existen tribunales dedicados a este tema.
Como se ve, es posible recuperar la vocación de servicio público sin tener que armar figuras nuevas, por tanto estamos ante la posibilidad de enfrentar crisis con un modelo recuperable basad en principios universales de convivencia y bienestar social.
Finalmente, quisiera recurrir a los Blogs de José Saramago para reformar algunas ideas. “Aprendemos de las lecciones de la vida, que de poco nos pueden servir una democracia política, por más equilibrada que parezca presentarse en sus estructuras internas y en su funcionamiento institucional, si no está constituida de raíz por una efectiva y concreta democracia económica y por una no menos concreta y efectiva democracia cultural. Decir esto hoy podría parecer un exhausto lugar común, reminiscencias inquietudes ideológicas del pasado, pero sería cerrar los ojos a la simple verdad histórica no reconocer que esta trinidad democracia-política, económica y cultural- cada una complementaria y potenciadora de las otras, representó, en el tiempo de su esplendor como idea de futuro, una de las más apasionantes banderas cívicas que alguna vez, en la historia reciente, fue capaz de despertar conciencias, movilizar voluntades, conmover corazones”.
Termino estas palabras agradeciendo nuevamente, el reconocimiento hacia mi persona con el Premio Luis Oyarzún, que representa el estímulo más importante de mi carrera profesional donde he tratado, bajo todos los frentes, de aplicar siempre las premisas de servicios tratando de acortar distancias sociales, entregando información, difundiendo proyectos sustentables, en lo social y ambiental, y valorando las diferentes culturas que en este territorio sobreviven.