Los ecosistemas agroalimentarios se están haciendo más frágiles y vulnerables ante los nuevos escenarios de cambio climático, mientras las demandas, por cantidad y calidad de alimentos, son cada vez mayores.
Chile posee una gran diversidad de papas nativas, con importantes características fisiológicas y morfológicas que les permiten adaptarse a escenarios futuros de altas temperaturas y sequía, además de acentuadas propiedades nutricionales y funcionales, que pueden ser transferidas a nuevas variedades.
Una iniciativa que se desarrolla en esa materia es el proyecto Evaluación de líneas mejoradas de papas nativas (patrimonio fitogenético nacional) adaptadas a nuevas condiciones de estrés hídrico y térmico con una mayor valorización comercial del producto, que ejecuta la Facultad de Ciencias Agrarias y Alimentarias de la Universidad Austral de Chile y apoyada por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA).
La Directora del proyecto, Dra. Carolina Lizana, académica del Instituto de Producción y Sanidad Vegetal (IPSV), indica que desde sus inicios (2018) a la fecha se han realizado ensayos de campo en diferentes localidades, tanto en la UACh como en campos de agricultores asociados al Consorcio Papa Chile.
“Los ensayos buscan evaluar el comportamiento agronómico de las nuevas líneas y su adaptación a diferentes condiciones de clima y suelo, con el objetivo de seleccionar los materiales más resistentes al cambio climático global. Este proyecto no se enfoca solamente en el efecto sobre el rendimiento, sino en cómo el clima afectará las propiedades nutricionales y saludables que pueden ofrecer estas nuevas variedades de papas”, indica Carolina Lizana.
Por otra parte, el trabajo conjunto con el Consorcio Papa Chile ha puesto el foco en determinar las aptitudes y características agronómicas, el formato, la calidad culinaria y el paquete tecnológico de las nuevas líneas mejoradas de papas, así como su resistencia a la cosecha mecanizada, al lavado, almacenamiento y transporte. «Estas evaluaciones son de primera importancia tanto para los consumidores como para los productores de papa, siendo esenciales para generar nuevas oportunidades de mercado”, señala Luis Miquel, gerente del Consorcio de la Papa.
Para la Dra. Lizana, “el mayor impacto de este proyecto será la obtención de nuevas variedades de papas con características de adaptación al cambio climático y características saludables que hoy no existen en el mercado y que abren nuevas oportunidades comerciales para los productores de papas”.
Más aún, este proyecto tiene la aspiración de contribuir a la seguridad alimentaria y masificar el consumo de papas de colores, saludables y al alcance de toda la población, que son ámbitos de acción estratégicos en la actualidad, concuerdan los responsables de esta iniciativa.
¿Por qué comer papas?
El consumo aparente de papa promedio en Chile en los últimos quince años bordea los 60 kgs. per cápita anual, la proporción de papa fresca y procesada (ODEPA). A nivel mundial se ubica en cuarto lugar después del maíz, arroz y trigo. Es el cultivo de mayor envergadura de los no cereales.
Para la Dra. Anita Behn, curadora del Banco de Germoplasma de Papas Nativas de la UACh, las papas tienen un impacto determinante en la alimentación mundial, poseyendo múltiples vitaminas y minerales relevantes para la dieta humana, proteínas de buena calidad y, en el caso de las papas de colores, un alto porcentaje de antioxidantes, conocidos por la eliminación de los radicales libres, por lo que protegen a la integridad de nuestras células. “Las papas nativas chilenas tienen muchas propiedades nutricionales, las que están siendo estudiadas en parte por medio de este proyecto”, señala la investigadora.
“El hecho que sean consumidas durante todo el año implica que, al desarrollar estas papas mejoradas de colores, podremos ingerir en forma constante los antioxidantes que necesita nuestro organismo. Por otro lado, ayudamos a que sea rentable producir lo nuestro, pues muchos agricultores han dejado de cultivarlas debido a los costos. El desarrollo de estas nuevas variedades implica que compitan en rendimiento con las variedades comerciales y además tengan alto contenido de antioxidantes”, explica la profesora Behn, quien es también la Directora Alterna del proyecto.
Recalca que “nuestro país es subcentral de origen de la papa, y nosotros comemos en gran medida variedades que fueron creadas en el extranjero. La idea es volver a lo nuestro y además alimentarse nutritivamente”.
Explica que hay estudios preliminares en papas de pulpa blanca que, dependiendo del tipo de cocción, producen almidones resistentes, los que no son absorbidos por el cuerpo durante la ingestión, sino que adoptan la función de fibra y además nutren a la flora intestinal del intestino grueso. “Nosotros postulamos que las papas de colores tienen al menos iguales propiedades o quizás mejores”, subraya.
“En Chile tendemos a cocer demasiado tiempo las papas, lo que implica que más del almidón se transforme en azúcares y sean absorbidos por el cuerpo. Eso ha hecho que las generaciones más jóvenes hayan disminuido la ingesta de papas en su dieta. Si se cuecen 20 minutos, así como los tallarines ‘al dente’, entonces mantienen más componentes nutricionales y se destruyen menos los almidones resistentes”, expresa Anita Behn.
Además -agrega- “debiéramos cocer las papas con piel, pues así se retienen más las vitaminas hidrosolubles en las papas. La piel se le puede sacar posteriormente o bien acostumbrarse a comerla. Al final es costumbre y somos un país papero por excelencia, desde sus orígenes. Lo importante es ir informando de los avances, para poder optimizar la mantención de los aspectos nutricionales”.
“Las papas no tienen grasas, ni gluten ni colesterol. Las papas contienen más potasio que un plátano, además tienen vitamina C y B6. La papa es un alimento chileno, sano y nutritivo, que produce una saciedad por un tiempo más prolongado, situando a la papa como alimento estrella en la mesa nacional”, concluye la docente de la UACh.