Generación de una nueva opción de forestación utilizando híbridos de roble-raulí, una innovación con alta productividad y adaptación sustentable frente a escenarios de suelo y clima que desafía el cambio climático. Ese es el proyecto que ya tiene cerca de 1.000 híbridos naturales seleccionados y que los primeros 150 de ellos se instalarán ensayos genéticos clonales que serán plantados en diferentes zonas del país, que por estos días se desarrolla desde la Región de Los Ríos con el apoyo de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA).
En términos científicos, un híbrido es el resultado del cruzamiento entre entidades genéticas distintas. En el caso del sector forestal, de especies diferentes. Lo interesante de esto es que del hibridaje resulta lo que se denomina “vigor híbrido”; es decir, explica Fernando Droppelmann, director del proyecto a cargo de la Universidad Austral de Chile, “se encuentran individuos que superan el valor que tienen los padres y además, progresan muchísimo porque reúnen las mejores propiedades de ambos padres o ambas especies”.
Innovación y resultados
El proyecto FIA, ejecutado por la Universidad Austral de Chile, que crea una nueva opción de forestación utilizando híbridos de Roble por Raulí, implica, dice Droppelmann, “desarrollar un método de identificación morfológico y molecular (ADN); luego crear un sistema para evaluar el potencial de propagación vegetativa de cada híbrido y así seleccionar aquéllos con buenas tasas de reproducción. Los resultantes van a terreno para ser establecidos en ensayos genéticos ubicados en una gran variedad de condiciones de sitio (clima y suelo) dentro de los que luego de algunos años se podrá determinar o seleccionar los mejores genotipos (híbridos) en términos de crecimiento, adaptabilidad y calidad de madera”.
En esa línea, el director ejecutivo de FIA, Álvaro Eyzaguirre, sostiene que “roble y raulí hibridizan de forma natural en las áreas en que ambas especies se encuentran asociadas, lo cual es una oportunidad para que se logre comercializar –y exportar– raulí con condiciones genéticas y de adaptabilidad que tiene el roble. Además, la innovación inédita en Chile permitirá contribuir a mitigar los efectos del cambio climático, uno de los desafíos que tiene nuestro país luego de comprometerse a cumplir, al año 2025, la Estrategia Nacional de Cambio Climático y Recursos Vegetacionales a fin de gestionar de forma sostenible los bosques y proteger, restaurar y promover el ecosistema terrestre”.
A la fecha, agrega Droppelmann, “son varios los aspectos avanzados para los procesos de propagación, pero de los comprometido en el proyecto, podemos decir que estamos produciendo las plantas para los ensayos genéticos que validarán el comportamiento de los primeros 150 híbridos –que serán enviados en inviernos de este año a diferentes zonas del país– en distintas condiciones de sitio.
Procedimiento
Para obtener los resultados, detalla el experto, en una primera etapa se debe recorrer todos los viveros que anualmente producen estas especies, pudiendo especialmente distinguir los híbridos en las producciones de raulí. Las plantas que se identifican como híbridos (usando técnicas morfológicas y análisis de ADN) después se envían al Vivero de Desarrollo Genético y Propagación de Especies Nativas del Instituto de Bosque y Sociedad de la Facultad de Ciencias Forestales y Recursos Naturales de la Universidad Austral de Chile y pasan por cuatro fases de producción: invernadero para formación y manejo madres para producción de miniestacas; invernadero para enraizamiento de miniestacas con riguroso ambiente de control de temperatura y humedad; aclimatación; y finalmente, crecimiento y endurecimiento al aire libre, inicialmente bajo cierto grado de sombra bajo malla raschel y luego completamente expuestas.
Madera y proyección
La pregunta lógica es: ¿por qué se elige roble y raulí? Es simple. Ambas especies, precisa Droppelmann, son las de mayor potencial productivo maderero del bosque nativo chileno, con propiedades ecológicas y tecnológicas que pueden ser combinadas adecuadamente mediante planes y técnicas de mejoramiento genético.
“Así, por ejemplo, el raulí crece preferentemente sobre suelos volcánicos con buen abastecimiento de agua, pero bien drenados en exposiciones sur en altitudes medias, mientras que el roble es flexible frente a condiciones variables de suelos y topografía. El raulí también se caracteriza por ser muy sano y de propiedades de la madera que le dan mucho valor. El año 1990, el profesor Claudio Donoso señala lo promisorio de lograr híbridos que mantengan las propiedades madereras de raulí y que sean capaces de desarrollarse en una mayor variedad de ambientes. Posteriormente, otros investigadores también señalan las evidencias de mayor crecimiento de estos híbridos respecto a las especies puras, destacando además el aporte a la variabilidad genéticas, aspecto muy importante para adaptación a condiciones futuras de cambio climático”, dice Droppelmann.
Es importante recalcar que el proyecto no tiene como finalidad sólo plantar por cumplir metas de superficie, se trata de que exista material genético que tenga buen crecimiento, buenas propiedades de la madera y que genéticamente tenga la capacidad de adaptarse a las condiciones cambiantes de clima. “Solo de esta manera podemos generar recurso sostenible y en un futuro cercano tener el resurgimiento de industria forestal asociada al bosque nativo”, cierra Droppelmann.