En tiempos de caída, no tan sólo de las ideologías y utopías, sino de héroes, reemplazados por los efímeros fantasmas de las pantallas, en un verdadero escaparate de cambalache, nuestros grandes héroes nacionales han sido objeto de un fuego cruzado que termina por mostrarlos o desnudarlos con todas sus miserias y maldades.
¿Todos? No todos. Hay uno que «es el epítome de la virtud cívica. Es un chico pobre que va a la Academia Naval, que se convierte en abogado, que hace clases en una escuela normal para gente pobre (…) una persona decente: un hombre virtuoso que cuidó a su madre, que cuidó a su esposa, a sus hijos ¿Qué más se puede pedir? Fue una persona honesta y decente y todas las sociedades necesitan ese tipo de gente», dice de él William Sater, historiador norteamericano muy ligado a los estudios sobre Chile.
Ni el agudo trabajo de Baradit, en su bestseller Historia Secreta de Chile, en la que no deja títere con cabeza, pudo con él. La gran dramaturga Manuela Infante le dedicó una delicadísima obra de teatro que lleva su nombre y que, en su momento, provocó un escándalo explosivo, cuya ola expansiva derribó a la Directora del Fondart.
Ya sabemos de quién hablamos. El abogado y valiente capitán de La Esmeralda, de quien todos los niños chilenos aprendemos a gritar «Al abordaje muchachos». El hombre que remeció la sociedad de la época poco interesada en la «guerra del norte». El héroe que iluminó a cada uno de los sacrificados soldados hasta ganar -si es que alguien puede ganar en una carnicería humana- la Guerra del Salitre.
Pero, qué paradoja. Prat no es la figura que deseamos imitar. Sabemos que es imposible. Prat es nuestro héroe porque personifica lo que no podemos ser: íntegros, honestos, decentes, patriotas verdaderos y no patrioteros ¡Cómo no ser ciudadanos Prat eligiendo políticos, Prat en una sociedad de trabajadores, Prat y empresarios Prat! Y con la frente y el corazón limpios, ser parte de una Patria única y de todos, en que no nos mostremos puños cerrados sino en que tendamos las manos abiertas y francas a los que necesitan de nosotros entre nosotros.
LEER COLUMNA EN EL DIARIO AUSTRAL REGIÓN DE LOS RÍOS