Se clasifican como forrajes a todas las partes comestibles de las plantas, excluyendo los granos, que sirven de alimento para los animales. Esta denominación refleja la amplitud del término y la variedad de alimentos que se consideran dentro de este grupo, explica Dr. Juan Pablo Keim, Instituto de Producción Animal, Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Austral de Chile (UACh).
El investigador señal que los diferentes tipos de forrajes presentan además, marcadas diferencias en el contenido de nutrientes. “La característica común de estos es un contenido relativamente alto de carbohidratos estructurales, principalmente celulosa y hemicelulosa, los cuales están asociados a la pared celular y son parcialmente digestibles en el caso de los rumiantes. Otra característica de los forrajes es su baja densidad (poco peso por unidad de volumen) o alta voluminosidad”.
En general- expresa- que los forrajes de alta calidad son praderas de gramíneas en estado vegetativo, leguminosas y ensilajes “de alta calidad”, mientras que las pajas de cereales, cascarillas de cereales y arbustos son considerados los de peor calidad. Por ejemplo, leguminosas tienen hasta 25% proteína cruda (PC), mientras que en pajas de cereales la PC fluctúa entre 2-4% BMS.
“Los forrajes constituyen el alimento base en la dieta de los animales rumiantes, lo que se basa en la capacidad de éstos para aprovechar los componentes fibrosos. No obstante, en la medida que los sistemas de producción animal se han intensificado, ha ocurrido un reemplazo parcial del uso de forrajes por la inclusión de alimentos concentrados; con el fin de incrementar el consumo de nutrientes y balancear las dietas de los animales”, indica.
Asimismo sostiene que lo anterior ha permitido disminuir las pérdidas de nutrientes (Nitrógeno y Fósforo) y el potencial contaminante de los sistemas productivos (Metano y Óxido Nitroso). “Aunque el incremento en el valor de los alimentos concentrados obliga a los productores a replantear el rol de los forrajes en las dietas de los animales y buscar alternativas sustentables, es decir, que permitan sostener niveles de producción adecuados, con un bajo impacto ambiental y sean rentables”, subraya el docente de la UACh.
En este sentido, para Keim, resulta fundamental comprender las variaciones en el valor nutritivo de los forrajes y diferentes prácticas de manejo que tiendan a optimizar la calidad de éstos.
Forrajes y valor nutritivo
Investigaciones realizadas en el área han demostrado que los mayores rendimientos en cantidad de forraje (kg MS/ha) no ocurren simultáneamente con la máxima calidad de estos. La mayor calidad se obtiene en estados tiernos, lo que afecta la producción de MS. En la situación contraria, la maximización de la producción de forraje no logra compensar el deterioro en la calidad. De este modo, uno de los desafíos en la utilización de forrajes es definir por cual criterio inclinarse ó utilizar criterios intermedios como maximizar la producción de nutrientes (kg de PC o de EM/ha), que considera un compromiso entre rendimiento y calidad.
Para el Dr. Juan Pablo Keim, el momento en que se obtiene la mejor relación cantidad-calidad difiere entre las distintas especies forrajes. Este balance será específico además para cada grupo zootécnico (vacas lecheras, vacas crianceras, novillos en engorde, ovinos, etc) y para los diferentes etapas fisiológicas dentro de un mismo grupo (vacas lecheras en lactancia temprana, lactancia tardía o período seco, por ejemplo).
Expresa que el término valor nutritivo hace referencia a los nutrientes disponibles que son requeridos por un animal. Por ende, este concepto considera aspectos como el consumo de MS, concentración de nutrientes, digestibilidad y ausencia de toxinas o factores anti-nutricionales que pudiesen disminuir la disponibilidad de nutrientes para el animal. Por lo general el primer factor nutricional que se relaciona con el valor nutritivo de un alimento es su digestibilidad o contenido de energía metabolizable (EM). Su relación con el valor nutritivo de los forrajes, radica en que a mayor digestibilidad del alimento, el consumo de MS aumenta.
A juicio del especialista entre los factores que más afectan el valor nutritivo de los forrajes se encuentran el estado de madurez, grado de lignificación y componentes morfológicos de la planta. En estado vegetativo a inicios de la temporada de crecimiento, las plantas se consideran de alta calidad, teniendo una alta digestibilidad y proteína cruda en exceso (a excepción de gramíneas tropicales). Sin embargo, “el bajo contenido de MS puede limitar el consumo de alimento. En estados de crecimiento y madurez avanzados, el contenido de proteína y carbohidratos no estructurales disminuye, mientras que aumenta el contenido de lignina, disminuyendo la digestibilidad del forraje”.
Lo anterior se debe a que la lignina forma compuestos con otros componentes de la pared celular (lignina-celulosa/hemicelulosa), bloqueando la degradación enzimática de la celulosa y hemicelulosa. Asociado al estado de madurez, se encuentra la relación hoja-tallo. Las hojas son más digestibles y tienen más PC que los tallos, además sufren un menor grado de lignificación al avanzar la madurez.
Es característico que al avanzar el estado de madurez, la relación hoja-tallo sea más estrecha, es decir, aumente el contenido de tallos en comparación a las hojas, lo que lleva a un aumento de la pared celular, menor digestibilidad y PC. De este modo, para obtener forrajes conservados de buena calidad, resulta de vital importancia identificar los momentos de utilización y las épocas de cosecha que permitan optimizar el valor nutritivo de los forrajes, sostiene el Dr. Keim.
Este texto se basa en el artículo publicado en la Revista Agrícola en julio de 2015