El día 12 de mayo, se celebra el Día Internacional de la Enfermería como profesión, y si bien es una disciplina de entrega hacia el prójimo y apoyado por el saber científico, también requiere de habilidades propias de cada persona, para poder entregar el cuidado humano que necesita un paciente en un momento determinado de su vida, en fin… nuestra profesión va mucho más allá que eso.
En esta ocasión fui en representación de la Escuela de Enfermería de nuestra universidad, a una ceremonia para conmemorar este día, ocasión en la que se destacó a dos enfermeras por sus 30 años de ejercicio profesional, vocación de entrega y generosidad al contribuir a la formación de nuevos profesionales de la salud. Y es ahí donde me viene al recuerdo el caso de dos colegas que decidieron terminar drásticamente con su vida, por hostigamiento en su lugar de trabajo, personas jóvenes que no van a poder celebrar sus 30 años como enfermeras, y que en el contexto actual estaban muy demandadas por la alta carga laboral, turnos extenuantes, lejos de su familia y experimentando su primer trabajo. Esto hace que me pregunte ¿qué pasa con esta cultura normalizada de que debes aguantar y hacerte fuerte sola no más?, ¿mientras más pesado con tú colega mejor enfermero eres?, ¿qué pasa con este egoísmo y la deshumanización entre nosotros? ¿por qué algunos colegas no lograr aplicar lo que tanto repetimos hacia nuestros pacientes la tan usada empatía?
Con todo esto retrocedo hacia mis inicios como profesional o aun siendo estudiante, donde cada enfermero es un referente o al menos uno busca alguien que te impacte de tal manera que quieras ser como él o ella. Pero ese impacto no siempre es positivo y te encuentras en el camino con personas inseguras de sus propios talentos, competitivas o que tan fácil se olvidan de que todos empezamos como enfermeros novatos y que todos hemos necesitado un pilar o un guía para poder agarrar vuelo en el cuidado de nuestro paciente, en un ambiente de alta exigencia tanto física como intelectual, y resulta que se torna en una experiencia desagradable con un ambiente inseguro, angustiante y que nos marca para toda la vida.
Hoy como enfermera docente, pienso en nuestros estudiantes, en lo único que uno espera que su lugar de práctica clínica sea hospitalaria, acogedora y que enriquezca tanto a la persona como al profesional que se está formando en él o ella, que en este camino se encuentren con personas generosas y comprometidas con las nuevas generaciones, así como las colegas destacadas en esta ceremonia. Y que, a su vez, ellos o ellas puedan cambiar esta cultura y se consoliden como un gremio sólido, humano, empoderado y líder de la salud en cualquier lugar donde se desempeñen. A mí me queda la tarea de entregarles las herramientas para ser lo mejor de ellos mismos y que sepan enfrentar situaciones adversas, tomando lo mejor de cada experiencia para seguir creciendo.