A finales del siglo 19, Enrique Cueto y Guzmán se hacía la pregunta radical de si existía propiamente arte en Chile. Y la respuesta era claramente negativa, puesto que no existía una tradición efectiva de enseñanza de maestros ni de la técnica en el territorio nacional. Alrededor de mediados del siglo 20, el historiador español A. Romera (en su Historia de la Pintura Chilena) defenderá la tesis opuesta, destacando a aquellas generaciones de pintores y artistas ya consagrados y decimonónicos que nos fueron formando y educaron en el género desde el retrato hasta el paisaje y la gesta histórica.
Recientemente acaba de inaugurarse en el Nuevo Centro de Extensión Campus Los Canelos de la UACh, con el patrocinio del MAC-Valdivia, la muestra pictórica “Itinerancia. 2019-2010”. Exposición que trae una selección de 37 oleos de pintura chilena, perteneciente a la colección de obras del Banco Central de Chile y que atesora un acervo de más de 300 obras entre óleos, acuarelas grabados y mapas. La relevancia de la colección para la enseñanza del arte y la historia del arte nacional es indiscutible, y hace necesaria la reflexión sobre este legado y su repercusión futura en los estudiantes de la Escuela de Artes Visuales como en cada artista local que no haya tenido oportunidad de visitar y ver obra de este grupo de maestros nacionales desde sus temas, técnicas y estilos. Una colección instala y repone parcial o totalmente la historia de un territorio, es patrimonio de imágenes y filiaciones diversas, de miradas singulares que podrían desaparecer si no se las acumulara en la experiencia y memoria estética de los pueblos. La ocasión de revisar esa historia de gustos y de no perderla, sino de asimilarla desde su visualidad anterior a nosotros es inmejorable: y no la debemos dejar pasar.
Columna de opinión publicada en el Diario Austral Región de Los Ríos.