La Presidenta de la República ha delineado un itinerario para llegar en el futuro a tener una nueva Constitución Política de la República. Valoro positivamente la propuesta presidencial.
Sin embargo, no hay que caer en razonamientos simplistas ni en ingenuidades como creer que una nueva Constitución será la solución para los males que aquejan a la sociedad chilena y que pueden ser visualizados en desigualdad y exclusión social, bajo crecimiento económico, corrupción o altas cifras de delitos violentos.
Existen muchos países con constituciones ampliamente debatidas en procesos participativos y democráticos que tienen igual o peores problemas que los que enfrenta Chile actualmente. Sin embargo, no creo que un proceso constituyente empeore las cosas en Chile. Por el contrario, tengo confianza en que puede mejorar los destinos del país. Todo depende de cómo se conduzca este proceso.
Esa confianza positiva se basa en primer lugar en el carácter simbólico que tiene un proceso constituyente. Éste, pareciera ser un momento de participación de todo el pueblo en idear el país que se quiere. Y esto es lo que creo falta en nuestro país. Que todas las personas tengan alguna posibilidad de incidir en la formación de la comunidad política, así como de participar en ella.
Y luego viene la regulación de aspectos específicos que pueden mejorar la vida en nuestro país. Las regiones se sienten postergadas respecto a Santiago, por lo que se necesita una nueva regulación que ayude a descentralizar al país. Muchas personas, sobre todo en pequeñas comunidades rurales, no tienen acceso al agua porque grandes empresas tienen pedidos todos los derechos sobre el caudal de las aguas. Hay que regular de otro modo el dominio sobre ciertos recursos naturales vitales. Las comunidades indígenas se sienten excluidas porque no hay ningún reconocimiento a su cultura y costumbres. Hay que darles reconocimiento. La mayoría de los ciudadanos sienten que el Estado no los protege adecuadamente en su salud, vejez ni educación. Se requiere de unos mínimos derechos sociales.
Y para que un Estado pueda ayudar en todas esas demandas ciudadanas, se requiere de reformas a los poderes públicos. Poderes más equilibrados entre sí y donde opere el principio democrático; las mayorías deciden. Todo ello es posible y puede traernos quizás un mejor futuro. Invito a mirar con optimismo este proceso, sin miedo ni desconfianza.
LEER COLUMNA EN EL DIARIO AUSTRAL REGIÓN DE LOS RÍOS