Como académico que trabaja sobre la salud de las personas LGBTIQ+, a propósito de la pandemia, desarrollar una vida en un entorno digital no es algo nuevo, sólo que, a diferencia de antes ser un espacio alterno que permitía la exploración de nuevas relaciones o incluso identidades, hoy más que una opción, es el escenario principal donde se desarrolla nuestra vida. Desde este momento, al sentarnos al computador vamos a la universidad, compramos en el supermercado o nos juntamos con nuestros amigos. A través de nuestros dispositivos, hoy nos conectamos a una vida cotidiana que no estaba exenta de problemas, en especifico, el acoso y la discriminación.
¿Son los entornos digitales un posible facilitador de dinámicas de homofobia, violencia y discriminación que ya suceden en nuestra sociedad? Lamentablemente parece que la respuesta, para muchas personas LGBTUQ+ es un sí.
Esto último no siempre es simple, considerando que también las víctimas del acoso digital tienen que lidiar con altísimos niveles de vergüenza, muy común en las situaciones de abuso. Así, hablar con otros es una de las primeras barreras, especialmente para personas cuya libertad sexual, ya fuera de las redes sociales pudiera verse amenazada.
Estar constantemente conectados es otra forma de integración de las comunicaciones en la vida cotidiana, lo cual afecta nuestras relaciones interpersonales y también amplifica fenómenos como la discriminación o la violencia desde un escenario de la vida real, a un escenario virtual. La investigación previa en las experiencias del abuso basado en el odio, la violencia y discriminación a identificado que las personas lesbianas, gays, bisexuales, trans y disidencias (LGBT) se encuentran desproporcionadamente en riesgo de sufrir este tipo de discriminación incluso en comparación con la población general.
¿Entonces qué podemos hacer? Toda la investigación científica resalta la importancia de activamente promover entornos digitales seguros e inclusivos, lo cual no es una tarea de las víctimas sino de todos quienes nos sentimos parte de una sociedad digital. Así, desde el uso de las herramientas que las propias aplicaciones tienen para reportar estas prácticas, hasta la generación de políticas en los entornos universitarios que revisen nuestras propia cultura que tolera algunas forma de acoso digital y abuso son acciones necesarias. Finalmente, dado que hay una escasez de información existente específicamente sobre la victimización digital de la sexualidad de las disidencias, se necesita más investigación para ayudar a guiar las estrategias para abordar este problema creciente.