Una metodología que combinó la historia, la sociología y la antropología, con especial énfasis en las relaciones entre las personas y la naturaleza, se utilizó en el desarrollo de un proyecto de investigación focalizado en la cuenca del río Chepu, al noroeste de la isla de Chiloé.
El trabajo, que abarcó un período de 40 años, tomó como punto de partida la crisis generada tras la instalación en 2020 de un vertedero municipal a 4 kilómetros del río Chepu, en un terreno cercano a áreas protegidas y en la cuenca del primer Santuario de la Naturaleza de Chiloé. En 2021, la Corte Suprema ordenó su cierre definitivo por considerarlo ilegal tras casi dos años de funcionamiento.
El Dr. Gustavo Blanco, investigador del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh), explica que en este estudio “se tomó la cuenca como una unidad de análisis de historia ambiental y se aplicó una perspectiva relacional, es decir, incluyendo en estas historias la vida silvestre, la fauna asociada a los humanos para efectos de uso doméstico y también a las personas. Además, se consideró al bosque, que es central en la historia”.
La investigación, que fue liderada por Pablo Aguilera, magíster en Desarrollo Rural de la UACh, dio cuenta de las distintas interacciones en el contexto de la crisis ambiental. “En ese lugar se daban varios factores interesantes, y que son comunes en muchos territorios del sur austral: había una fuerte presencia de iniciativas de conservación de la naturaleza, una clara presencia e impactos de actividades extractivas y una alta tasa de ruralidad. Esta triada se volvía relevante de estudiar, ya que rara vez se estudia en la amplitud de los procesos presentes en el territorio”, sostiene el también licenciado en historia.
Blanco explica que “por una parte hubo una lucha social que movilizó a la gente del lugar y que terminó con el cierre de un vertedero abierto por la municipalidad, pero de manera ilegal. Por otra parte, a la par del conflicto se volvieron también relevantes otro tipo de agentes, que son las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) conservacionistas. A partir de ese momento, se comienza a visibilizar el trabajo de protección de la cuenca para la conservación de los humedales”.
El Doctor en Sociología del Desarrollo sostiene que “el sistema de humedales del Chepu pasó a ser un sistema protegido a partir de la interacción de ciertas organizaciones medioambientales con algunos actores locales. Se decidió proteger un ecosistema y ese estatus permitió la lucha contra el vertedero. Desde entonces, vemos la presencia de agentes que antes no eran considerados”.
La investigación también reveló las distintas interacciones en esta cuenca de la Patagonia norte. “Al ser comunidades rurales quedan un poco marginadas de procesos de participación más vinculante, entonces se toman decisiones fuera del territorio, como el vertedero, la instalación de parques eólicos, la instalación de industrias para procesar alimentos para los salmones, donde los actores locales tienen poco o nada que decir”, asegura Blanco.
Agrega que “el vertedero generó una posibilidad de articulación social desconocida antes de esa fecha, también de quiebres y fracturas entre comunidades locales y eso hace que, a pesar de que son asentamientos rurales relativamente pequeños, la gente comienza a trabajar en red fuera del territorio y eventualmente se hacen alianzas con otros actores como, por ejemplo, las ONG conservacionistas y los actores científicos”.
El investigador añade que “pese a que se generan alianzas de cooperación, también se producen choques. Por ejemplo, las ONG han intentado proteger la extracción del pompón o musgo Sphagnum, que es un tipo de turbera que los algunos actores locales venden como sustrato y que les significa una forma de ingreso”.
Perspectiva relacional
Este trabajo histórico y antropológico, financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT), permitió visibilizar los complejos procesos que existen entre las personas y su entorno.
Blanco explica que “durante toda la etapa del vertedero hubo una especial preocupación por los pudúes. Estos animales siempre han estado presentes, pero el hecho de que empiecen a transitar camiones generó un par de accidentes y la gente se volvió un poco más consciente del pudú. En los años 60 la gente contaba que incluso cazaban algunas especies silvestres como coipos y patos. Por tanto, comienza a haber un cambio y una valoración por esa fauna silvestre”.
El investigador plantea que “la presencia de un vertedero también colisiona con el potencial turístico de la zona, que tiene que ver con un turismo incipiente, paseos en bote, la observación de aves, pesca recreativa. Es decir, el entorno comienza a tener otro valor”.
Blanco menciona que el desarrollo de metodologías que combinan historiografía con técnicas etnográficas permite reflexionar sobre procesos de cambio socio ambiental en cuencas.
En este sentido, Aguilera afirma que “mucho de cómo se entiende nuestro país pasa por una realidad que aplica a solo el núcleo central, por tanto, visibilizar procesos, estudiar o trabajar con grupos sociales poco representados en los relatos, como la población rural, ayuda a enriquecer nuestra comprensión de la historia como también aporta a dotar de sentido a la misma en estos espacios”.
Finalmente, Blanco concluye que “cuando empiezas a entender la historia a partir de la historia reciente puedes tratar de orientar esos cambios, generar políticas que protejan esos ecosistemas, promover la existencia de modelos de desarrollo sustentable y que exista participación local en las tomas de decisiones que afectan a sus territorios. Sobre todo, se debe prestar atención a las decisiones de inversión, que muchas veces son disruptivas y que poco tienen que ver con las dinámicas territoriales”.